El político que no supo ser banquero
Había consejeros de Bancaja que hacía meses advertían en su presidente una actitud temerosa: «Conocía el berenjenal» La gestión de Olivas disparó la deuda de la Generalitat; ahora, el Banco de España salva a la entidad valenciana
HÉCTOR ESTEBAN hesteban@lasprovincias.es
Miércoles, 30 de noviembre 2011, 15:29
¡Hagan juego señores! La ficha a todo o nada que se jugó José Luis Olivas en la caprichosa ruleta del Banco de Valencia y Bankia hizo saltar la banca. La astucia del expresidente de la Generalitat no sirvió esta vez para evitar que el Banco de España entrara como el séptimo de caballería con dinero del FROB para salvar el emblema de tiempos mejores. Olivas, que en los ochenta fue asesor jurídico de la patronal del juego, sabe que en los casinos se entra y se corre el riesgo de perder hasta la camisa.
Conquense de Motilla del Palancar, nació el 13 de octubre de 1952. Casado y tiene dos hijas. Su llegada a Bancaja fue el premio por los servicios prestados al PP en el Gobierno de la Generalitat y el reconocimiento esperado por su lealtad a Eduardo Zaplana. La fusión con Caja Madrid para el alumbramiento de Bankia le ubicó en altas esferas que, como hace escasos días, le llevaron de visita al Palacio de la Zarzuela. Ocurrió muy poco antes de presentar su dimisión. Y ahora ya se conoce su sustituto: será Francisco Pons.
Miembros del consejo de administración de Bancaja aseguraron que durante los últimos meses el Olivas astuto y sagaz se había vuelto temeroso. El jolgorio que se veía en algunos consejeros por la velocidad de crucero de la entidad era atemperado por su presidente. Así de expresivo se mostró ayer un consejero: «Era cauteloso y hablaba siempre de los mercados. Ahora se puede hablar de aquello de a cojón visto, macho seguro. Sabía el berenjenal que había». Ahora, dimitido como presidente del Banco de Valencia y de la vicepresidencia de Bankia siente que paga el pato pero recuerda que él no tenía funciones ejecutivas.
Ahora, el motillano se aferra a la presidencia de Bancaja quizá por no optar por una salida como la de su sucesor en el Consell, Francisco Camps, que gracias al estatuto de los expresidentes tiene cargo vitalicio en el Consell Jurídic Consultiu. Hay que recordar que Olivas fue el primer exjefe del Gobierno valenciano que reclamó para sí las prerrogativas del estatuto.
Olivas fue máximo mandatario de la Generalitat sin haber sido elegido por las urnas. Una tarde de julio, cuando Eduardo Zaplana atendió la llamada de Aznar para llevar la cartera de Trabajo, el leal vicepresidente fue ungido como nuevo inquilino del Palau. Sobre la moqueta del Valencia Palace, Zaplana presentó la interinidad de Olivas como el puente para la llegada del delfín Francisco Camps. ¡Qué tiempos! Olivas no estuvo ni un año en el cargo: del 24 de julio de 2002 al 25 de mayo de 2003).
Cuando fue reelegido presidente de Bancaja, uno de sus más estrechos colaboradores aseguró a LAS PROVINCIAS: «No tiene la trayectoria de Rodrigo Rato, es evidente. Pero no he visto a una persona con más cintura ni sagacidad que él». Los caprichos del destino llevaron a Bancaja al altar con Caja Madrid para gestar Bankia. Y el propio Rato fue el que dejó caer a Olivas después de ver que las cuentas estaban hechas un cisco.
El conquense se curtió en la política municipal en la oposición del Ayuntamiento de Valencia. El triunfo de Rita Barberá en 1991 le llevó a la concejalía de Hacienda (con José Manuel Uncio de asesor) y cuatro años después a la política autonómica de la mano de Zaplana con galones como conseller de Economía y Hacienda. Este fue el embrión de la desmesurada deuda que arrastra la Comunitat Valenciana desde hace años, según las estadísticas oficiales del Banco de España, el mismo que ha tenido que meter mano para salvar al Banco de Valencia del que Olivas puso pies en polvorosa por los chuzos de punta que iban a caer.
En 1995, primer año de la era Zaplana con Olivas diseccionando la economía valenciana, la deuda de la Comunitat al cierre del ejercicio fue de 2.750 millones de euros. El entonces conseller culpó al socialista Aurelio Martínez (escrupuloso hasta la desesperación) de los agujeros en la economía de la Generalitat. A la inversa, Martínez junto con Miguel Mazón hizo buena aquella frase que los socialistas con Clementina Ródenas al frente decían de Olivas: «No sabe ni sumar». Esas cosas que a veces no se entienden de la política como es poner al frente de los números a un chico de letras. No hay que olvidar que el presidente de es abogado especialista en Derecho Internacional Público.
El primer conseller de Economía y Hacienda de los populares valencianos cerró esa primera legislatura con una deuda de 4.185 millones de euros. Casi el doble de lo que se encontró. Pero el dato más revelador es el ratio entre lo que se debía y el Producto Interior Bruto de la Comunitat. Lo que los expertos señalan la clave que marca la situación económica de un territorio. En 1995 el de la Comunitat era del 6,5 (medio punto más que la media española); cuatro años después, 9 puntos (2,5 más que la media).
El primero en mover pieza fue Zaplana. Elevó a Olivas a la vicepresidencia y trajo un técnico, a Vicente Rambla, para ordenar la casa. Un experto en números para hablar de números. Olivas, con poder económico, chocó con Rambla. Su legado: 7.983 millones de deuda y un ratio del 10,5 (más de 4 puntos que la media).
Olivas sí que valió para negociar. Un lince reconocido incluso por la oposición. Primero metió en el saco a los sindicatos y después modificó la Ley de Cajas por mandato de Zaplana para que la Generalitat nombrara al 51% de los consejeros. Incluso con Rambla mantuvo Olivas la carpeta de las cajas. El PSPV sufrió con el escudero de Zaplana. Para esto sirvió la astucia de un político que no supo ser banquero. De aquellos polvos estos lodos.
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