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Mario Monti durante su visita a la sede de la Bolsa de Nueva York hace dos días. :: J. LANE/EFE
El tecnócrata de los milagros
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El tecnócrata de los milagros

Berlusconi dimitía hace tres meses y daba paso a Monti, un cambio radical de política y estilo que ha puesto a Italia fuera de peligro

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL

Domingo, 12 de febrero 2012, 01:06

Hoy hace tres meses que Silvio Berlusconi presentaba su dimisión como primer ministro italiano con un país al borde de la quiebra. Han pasado solo 90 días, pero parece otra era geológica. Solo hay que ver la portada de 'Time' de noviembre, en la que aparecía Berlusconi con sonrisa de pillín sobre un título lapidario: «El hombre que está detrás de la economía más peligrosa del mundo». La de esta semana es diferente. Aparece su sucesor, Mario Monti, con una pregunta: «¿Puede este hombre salvar a Europa?». Italia ha pasado de ser la raíz del problema a ser buena parte de la solución, y un ejemplo a seguir. La visita de Monti este jueves a la Casa Blanca fue su consagración definitiva a nivel internacional. Obama se ha declarado entusiasta del cambio que ha pegado Italia. «Has empezado como un cohete», le dijo a su colega.

Mario Monti borda los viajes. Pasea su porte y flema de clase alta milanesa y casi se oye el suspiro de alivio de sus interlocutores por no tener que lidiar con Berlusconi. En su visita a Cameron casi era él quien parecía el 'premier' británico y, como economista de gran prestigio, puede dar lecciones a Merkel o Sarkozy. Monti transmite fuera de Italia el valor más trascendental en este momento: la credibilidad. Cuando llegó al Gobierno la prima de riesgo italiana agonizaba en los 560 puntos y ahora descansa en torno a 350. De no ser así, quizá no habría soportado la crisis griega de esta semana.

Italia ha recuperado en la UE su viejo protagonismo de miembro fundador y, puertas adentro, Monti ha atraído consensos nunca vistos. Su investidura cosechó una mayoría parlamentaria aplastante y los sondeos le conferían una confianza del 62%. Se mantiene pese a la primeras medidas impopulares y movilizaciones de diversos sectores. Se explica por la absoluta desconfianza de los ciudadanos hacia su clase política, de cualquier signo, por una incapacidad sobradamente demostrada en las últimas décadas, equiparable a su talento para el derroche y el lucro personal.

Ésa es la paradoja de Monti: se acusa a su Gobierno de no ser estrictamente democrático por no haber sido elegido por los ciudadanos -aunque le apoyan la mayoría de los partidos, que sí lo han sido-, pero cuenta con un cheque en blanco de los italianos para hacer lo que sus políticos no han hecho en un cuarto de siglo.

Monti es muy consciente de estas expectativas mesiánicas, y el tono de sus discursos es de momento crucial de la historia, parecen de época de guerra. Últimamente se está relajando, y le salen tonterías como esa de que «el puesto fijo es algo monótono», que corrigió enseguida. Pero tiene otros gestos muy agradecidos en la calle. En su primera rueda de prensa anunció que renunciaba a su sueldo. Lo hacía gratis, como servicio al país. La semana pasada prohibió a los altos cargos aceptar regalos por encima de 150 euros. También ha forzado la dimisión de los primeros dirigentes salpicados por casos de corrupción, que no era ni de lejos la práctica habitual.

Cuestión de fe

Del mismo modo, es asombroso tener ministros que saben de lo que hablan y que el debate político no se centre en las leyes para salvar a Berlusconi de sus procesos. Y se percibe que por primera vez en Italia la lucha contra el fraude y la evasión fiscal va en serio. En Nochevieja, la redada de coches caros, para contrastar la declaración de la renta de sus dueños, en Cortina D'Ampezzo, destino de nieve 'vip' por excelencia, fue un gran golpe de efecto.

De momento ha sacado a Italia de la zona de peligro. Lo demás es cuestión de fe y esperar. Su primer decreto fue bautizado como 'salva Italia', aunque eran todo recortes y dolorosos impuestos, de la vivienda al IVA, con escasas medidas de crecimiento. También se retocaron las pensiones y ahora se negocia la reforma laboral, donde el primer ministro ha dicho que el artículo 18, que obliga a la readmisión en caso de despido improcedente, «no es un tabú». Monti está ahí para derribar tabúes, reglas obsoletas y privilegios seculares de castas, aunque aún está por ver si piensa más en los sueños prohibidos de los empresarios que en los de los jóvenes sin trabajo, un 30%. El paro está en un 8,9%. Si hay un prejuicio en pie contra el primer ministro, que trabajó en Goldman Sachs y frecuenta 'lobbies' económicos, es el de ser un hombre de los grandes poderes financieros.

El gran paquete de liberalizaciones que debe ser aprobado este mes, en teoría, debería ahorrar hasta mil euros por familia al año, por el aumento de la competitividad. Monti quiere meterle mano a transportes, aseguradoras, bancos, notarios, abogados, farmacias, taxis, gasolineras, empresas energéticas... Para comprender el alcance de esta sacudida basta ver lo que tituló el 'Corriere della Sera' en primera página cuando se anunció la reforma: «Se podrá comprar pan recién hecho los domingos». Es decir, el gremio de panaderos tenía un acuerdo histórico que prohibía trabajar ese día. Y todo es así en Italia en cada ámbito de la vida cotidiana.

Naturalmente, cada italiano se queja de las innovaciones que desmontan sus modos de vida. Pero todos saben que ha llegado la hora. Mientras Monti cuente con su confianza, con la certeza de que lo hace desinteresadamente, los italianos aceptarán sacrificios. Es como un profesor severo pero respetado, pues encarna el sentimiento colectivo de que se ha vivido demasiados años en una continua verbena. Es el reconstituyente para la gran resaca de la era Berlusconi.

¿Y el 'Cavaliere'? Ahí está agazapado, haciéndose el estadista que se ha apartado por sentido de responsabilidad, esperando el momento de volver por sus fueros. La principal novedad de esta fase es la ruptura del magnate con la Liga Norte, con consecuencias inciertas en el futuro, pues imposibilitaría un triunfo electoral del centroderecha. Todos los partidos llevan mal el que se demuestre que se vive mejor sin ellos. Pero lo toman como unas vacaciones. Se preparan para 2013, cuando Monti salga de escena. Desde luego es lo que ha prometido.

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