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LAURA GARCÉS
Miércoles, 15 de febrero 2012, 04:58
«La fe cristiana no se puede quedar apartada de la sociedad, relegada a la esfera privada no puede convertirse en algo tabú». Es el reto, el desafío que se plantea la Iglesia del siglo XXI, tal y como ayer expuso el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, en la conferencia que, bajo el título «Desafíos y respuestas de la Iglesia a la cultura de hoy», pronunció en el marco del Aula LAS PROVINCIAS.
La conferencia, que tuvo lugar en el Hotel Astoria de Valencia, reunió a cerca de 300 personas entre las que se encontraba una amplia representación de la sociedad valenciana, que siguió con especial atención cada mensaje del arzobispo de Valencia. Tras la presentación a cargo del jefe de Opinión de LAS PROVINCIAS, Pablo Salazar, el prelado inició su intervención con una breve introducción en la que lanzó varios interrogantes que de alguna manera anunciaron qué cuestiones recorrería en su disertación: «¿Quiere la Iglesia vivir resignada, sin relevancia en medio del mundo? ¿Quiere salirse del ámbito público?».
A partir de estas preguntas comenzó a dar pistas para encontrar las respuestas. Abordó primero los «obstáculos» para la evangelización en la sociedad actual. El segundo apartado se centró en las vías para superar esos inconvenientes y finalmente planteó el reto, el objetivo.
La meta a alcanzar la presentó como un «desafío» y en su pronunciamiento lanzó una invitación a la sociedad para contar con la fe cristiana: «No se puede quedar apartada de la sociedad». Pero también introdujo una llamada a la Iglesia a «atreverse» a no quedar excluida del foro público.
Ya en el turno de preguntas ofreció una interesante reflexión en torno a cómo actuar ante el «pesimismo» que impregna a la sociedad en estos momentos. Insistió en que pese a todo «hay motivos para la esperanza. Un cristiano que no esté esperanzado no puede llamarse cristiano».
Él se confesó optimista y no dejó de aludir a la necesidad de contribuir a rebajar la crispación, sin dejar tampoco de llamar a los fieles a «ser sal», el condimento que no se ve, pero que se encarga de conceder sabor.
La trascendencia
Antes de presentar el reto para el futuro, monseñor Osoro señaló con claridad los obstáculos que hoy se plantean para la evangelización. Habló de cinco inconvenientes, si bien hizo especial mención a la propuesta de una «cultura cerrada» que hoy se plantea a los hombres.
Explicó que la «cultura cerrada» se manifiesta cuando al «hombre se le liquida la dimensión trascendente». De ahí que a la hora de plantear los caminos a para superar los obstáculos y seguir adelante con la evangelización abogara en primer lugar por una «cultura abierta», que implica la apertura a la trascendencia.
En opinión del prelado «el hombre tiene necesidad de que se le reconozcan todas las dimensiones de su existencia» y entre ellas se encuentra la trascendente. La defensa de la «cultura abierta» se basó también en que prepara «para el servicio y no para el dominio y para la generosidad más que para el egoísmo».
La enumeración de obstáculos siguió con la referencia a la autosuficiencia de la fe. Y esta realidad la consideró un inconveniente en tanto que ello lleva aparejado que «no se perciba el cambio de este mundo, creer que todo es igual que siempre».
La débil conciencia de la condición de cristianos, así como el hecho de que los cristianos «quizás nos hemos dejado llevar por la idea de que la Iglesia está en crisis, o por la idea de Jesús sí, Iglesia no», fueron otras de las circunstancias que el arzobispo consideró obstáculos. El prelado insistió en que si los fieles aceptan «Jesús sí, Hijo de Dios, no, ¿qué sería de nosotros con un Cristo solo hombre?».
El último de los inconvenientes que constató hacía referencia a que la consideración de que «si todas las religiones son válidas, ¿entonces de qué sirve el mandato id por el mundo y anunciad el evangelio?».
La conferencia de monseñor Osoro no se limitó a dar a conocer los obstáculos, las dificultades que puede encontrar la evangelización. El arzobispo fue más allá y puso en manos de los asistentes a la conferencia las claves para salvar los palos que se crucen en el recorrido.
La ya mencionada «cultura abierta» fue la primera apuesta. A esta siguió una reivindicación del «camino misionero», concepto que sirvió al arzobispo para recordar que el «mensaje de Dios no está reservado solo a un círculo, sino a todos». El tercer factor para sortea los inconvenientes es el «camino pastoral», la vía para hacer discípulos, una realidad que en su opinión pasa necesariamente por «la oración».
La cuarta propuesta fue «el camino de la belleza», atractivo título que escogió el arzobispo para destacar la importancia de la liturgia en la labor evangelizadora porque «la experiencia de la belleza es constitutiva de vida».
El elenco de vías de solución se cerró con el planteamiento del «camino profético» como otro de los elementos a considerar a la hora de superar los obstáculos. Esta apuesta la resumió señalando que es «urgente decir que la gran noticia para los hombres es Jesucristo».
Llegó al reto y fue en ese momento cuando trasladó a los asistentes la importancia de la presencia pública de la fe cristiana. A este mensaje siguieron las preguntas, los aplausos y los saludos en el momento de la despedida.
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