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VÍCTOR J. MAICAS
Viernes, 23 de marzo 2012, 02:02
La primavera, esta nueva estación en la que acabamos de entrar, es ese tiempo en el cual la naturaleza deja atrás el rigor invernal para introducirse paulatinamente en ese paraíso multicolor en el que los frutos de los árboles y las flores nos indican que su letargo ya forma parte del pasado. Podríamos decir que es como un despertar, como un abrirse de nuevo a la vida abrazados por esos rayos de sol que con su calidez nos transmiten una esperanza ya olvidada para muchos.
Sí, la primavera trae consigo el despertar de los sentidos, de las ilusiones, pero no sólo es la propia naturaleza la que se aprovecha de ello, sino todos los seres humanos que habitamos este mundo puesto que es precisamente durante este período en el que abandonamos la soledad de los hogares para mezclarnos con nuestros semejantes, con todos aquellos a los que el frío invierno ha separado para vivir de una forma más individualizada. Así es, en la primavera no sólo se produce el despertar de la naturaleza, sino probablemente también nuestro propio despertar social.
Por lo tanto, y viendo la precariedad en la que tantas y tantas familias están inmersas hoy en día, quizá todos estos recortes que unos y otros gobiernos no han parado de realizar durante los últimos tiempos nos despierten definitivamente esa conciencia social que el largo invierno de las últimas décadas dejó aletargada como consecuencia de un espejismo económico que muchos quisieron hacernos creer que era la gran panacea.
Con los últimos impuestos y recortes a la "supuesta" clase media, que pensándolo bien más que clase media se ha convertido en clase "pagana" (y con esta expresión no me estoy refiriendo a ningún tipo de sentimiento no religioso), muchos de los que todavía no lo habían hecho ya han empezado a descubrir que los que ostentan el gran poder jamás intentarán "meter mano" a los que realmente más tienen, a ese uno o dos por ciento de la población que especula y guarda su dinero en los paraísos fiscales evitando así pagar los impuestos que les corresponderían por vivir en una sociedad en donde la gran mayoría sí aporta equitativamente lo que le corresponde según sus emolumentos.
Sólo así se entiende que cada vez exista más diferencia entre ricos y pobres y que, por ejemplo, a pesar de que la venta de coches haya caído estrepitosamente en el último año, las adquisiciones de vehículos de lujo se incrementaron alrededor de un ochenta por ciento.
Así pues, y viendo el panorama, el tiempo nos dirá, tanto de forma literal como metafórica, qué tipo de despertar habrá en esta nueva y convulsa primavera que se nos avecina.
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