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MARTA HORTELANO
Domingo, 1 de abril 2012, 05:42
El PSPV tiene desde ayer un nuevo líder. Como una liturgia que se repite cada cuatro años, los socialistas valencianos han decidido hacer reformas integrales en la organización y no quedarse sólo en modificar el color de la pintura de las paredes. Un cambio estético al estilo vintage al que desde hoy pondrá cara Ximo Puig. Con el 61,4% de los votos, y tras un gran pacto con todos los sectores del socialismo valenciano que han decidido ajustar cuentas con el ya ex Jorge Alarte, el también alcalde de Morella y diputado nacional por Castellón completa así su triunvirato (algo contradictorio con la doctrina Rubalcaba de un militante un cargo).
Le ha costado cuatro años desde que en 2008 un renovador alcalde de Alaquàs le arrebató las riendas del partido por 20 votos. Ahora, un congreso después, Puig ha multiplicado por siete la estrecha brecha que lo distanció de la victoria en el cónclave de Valencia, y lo ha hecho gracias a haber conseguido focalizar en su persona la antipatía hacia Alarte que quienes le han rodeado han conseguido revestir de Alternativa Progresista (el nombre de su proyecto).
Los congresos del PSPV se ganan con delegados y ayer Ximo Puig tuvo el apoyo de 321, una amplia mayoría del congreso. Pero también se pierden. Y ese camino Jorge Alarte lo comenzó hace 48 horas. Su particular via crucis en el que no han faltado escenas tan típicas de la Semana Santa como el beso de Judas, o la última cena.
Puig consiguió cerrar un pacto para aglutinar a una amplia mayoría de los delegados el jueves por la noche. En ese viaje ya pedaleaban con mayor o menor energía la exministra Leire Pajín, el exsecretario de Organización del PSOE, Ciprià Ciscar, y los afines y satélites de ambos. Y a esa aventura se apuntó Francesc Romeu un día antes del congreso. Aunque la realidad es que nunca terminó de bajarse del viaje que junto a Puig ya había emprendido en 2008, en el XI congreso.
El de Silla no consiguió los avales para ser candidato y quienes entraron en la negociación dicen que se quedó muy lejos de conseguirlos (le atribuyen 32 firmas), pero su ayuda era necesaria para consumar la venganza, que como en toda buena película, aquí se ha servido cuatro años fría. Alarte, que por momentos creyó formar tándem con Romeu, fue protagonista de su particular prendimiento el viernes de madrugada. A él no le negaron tres veces, sino unas cuantas más. Todavía creía que podía cambiar el destino y que Pajín volvería a ser su pareja en el baile de graduación. Ella incluso así se lo demostró y durante todo el cónclave se encargó de mostrar a los alartistas que Puig no era de su cuerda y a los de Puig que Alarte era historia. Lo que se dice mantener la intriga. Pero Alarte, lejos de creer en su final, pedía paciencia y confianza en su persona.
La gestión, rechazada
El partido le tumbó la gestión con un 60% de votos en contra, algo insólito para una federación socialista. De hecho, sólo ha pasado aquí y en Murcia, pero allí el secretario general saliente no se presentaba de nuevo. En la votación de elección de secretario general de ayer sólo consiguió 20 votos más de los que la noche anterior aprobaron su gestión. Teniendo en cuenta que sólo sus afines no votaron contra el informe del secretario general, queda claro que no consiguió unir a nadie más de los que ya traía de casa. El exlíder murió matando y subió a la tribuna para recitar un discurso incendiario con todo y con todos. Eso sí, con grandes dosis de sarcasmo y dardos cargados de un veneno que los suyos le reclamaban desde hace tiempo. «Estar en un cargo durante 30 años no es mi proyecto», dijo en alusión a las tres décadas que Ximo Puig lleva en política y por momentos hizo un llamamiento a los delegados de Manolo Mata y Romeu que no estaban de acuerdo con el pacto que se había cocinado. De hecho, el primero dio libertad de voto a los suyos (y se fueron mayoritariamente con Puig y a la abstención) y los segundos se dividieron entre la indignación y el compromiso de la palabra dada.
«Lo hemos probado todo y no ha funcionado», dijo un Alarte enérgico, pero derrotado, que nunca contempló la retirada ni con el equipo de enterradores camino de la morgue, y resumió en una frase el XII congreso: «Sumar desafecciones no sirve para construir proyectos de futuro, sólo para tener alternativas internas de poder».
Y es que Alarte se ha convertido en el primer secretario general del PSPV en perder un congreso tras haber conseguido aglutinar a una mayoría del partido. Pero no con él, sino contra él. «Su figura ha generado odio en el partido y su proyecto ha sido tan personalista que ese sentimiento se ha canalizado en su persona», decía ayer un afín a Puig. Y eso se evidenció ayer en la votación de quien dirigirá el socialismo valenciano en los próximos años. Puig consiguió ganar ayer, pero también la diferencia de votos más amplia desde que el PSPV es PSPV. Y lo hizo gracias al control del partido que históricamente ha tenido la familia lermista a la que él ha dado un lavado de cara.
Unión contra Alarte a cambio de una ejecutiva «potente e integradora» en un partido que «no puede empezar de cero y en el que no sobra nadie». O lo que es lo mismo, con un gran mestizaje. Puig se corresponsabilizó de todas las derrotas del partido y presumió de haber defendido la lucha contra la corrupción incluso desde antes de que Alarte se hubiera afiliado. «Está en el adn socialista», llegó a decir. Pero lo cierto es que cualquiera que hubiera sido su discurso o el de su oponente, la suerte ya estaba echada. Los delegados tardaron más de dos horas en votar, pero el recuento fue más rápido que todo lo demás. No hizo falta una segunda revisión. La diferencia fue tal que no hubo ni euforia. Esa se la guardaron para la comida que compartieron a mediodía en un conocido restaurante.
Con su victoria, además, el PSOE vuelve a descabalgarse de las federaciones más importantes (después de los fracasos de los candidatos de Rubalcaba en Madrid, o Galicia). De nada ha servido la neutralidad de Ferraz en el proceso, ni la presencia del secretario de Organización federal y sus intentos de proteger a Alarte. El de Alaquàs sólo pudo decirle ayer en su despedida que estará bien, allá donde siga. Lo que está descartado es que sea como portavoz del grupo parlamentario. Ya se lo explicó ayer a sus delegados, a los que reunió después de perder su puesto. En ese encuentro explicó que es ahora responsabilidad del nuevo secretario general tomar las decisiones que conciernen a la vida del partido. Él estará con en nuevo líder, pero no como síndic. Ahora, dedicará su tiempo a hablar con lo militantes y a hacer oposición desde su escaño, el número 99 de Les Corts.
Con la jornada de hoy el PSPV cerrará un nuevo episodio de su vida orgánica. Esa en la que viven atrapados desde hace dos décadas. Como notario del nuevo capítulo que se comienza a escribir los socialistas recibirán hoy a Rubalcaba. Puig fue uno de los valedores de Chachón en el congreso del que salió vencedor el nuevo líder del PSOE, pero ahora está condenado a entenderse con Rubalcaba con el aval de 142 votos de diferencia.
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