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FERNANDO MIÑANA ,
Lunes, 2 de abril 2012, 05:28
El autismo es uno de esos problemas a los que la sociedad da la espalda. Hasta que te cae encima. Y encima le cayó a Concha, a Yolanda, a Carlos. Tres padres que de repente descubrieron que su hijo no atendía, no respondía a su nombre y perdía la expresividad del rostro. Buscaron respuestas en el pediatra, una especie de ángel de la guardia para padres primerizos, y éste no supo dárselas. Bueno sí, pero equívocas.
Carlos recuerda aquellos momentos tan frustrantes. «Los pediatras no saben por dónde llevarte. Hasta que averiguas qué tiene tu hijo vas dando tumbos. Debería haber un protocolo para estos casos. Falta preparación: los pediatras son incapaces de reconocer síntomas evidentes». Yolanda y Concha asienten con vehemencia.
Los tres asistieron ayer a la jornada de concienciación que organizaron varias asociaciones como Anjel, Aspau, Asperger, Astea Safor o la Fundación Mira'm, que a través de su directora, Marisa San Blas, pide más respaldo. «En tiempos de crisis necesitamos más ayudas de las administraciones, pero éstas llegan tarde o no llegan, así que necesitamos atención ajena a la institucional». Aunque la Conselleria de Sanidad repartió ayer 3.500 tarjetas SIP de accesibilidad preferente.
Atención en toda su extensión. Aún son legión los que desconocen qué es el autismo, un trastorno que dificulta la comunicación y el lenguaje, las relaciones sociales, la conducta y, a veces, hasta la percepción sensorial. «Es un espectro muy amplio: desde los que casi no se les nota hasta los que se les nota mucho. Mi hijo, a los tres años, parecía sordo, pero estaba en el pasillo y cuando sonaban los dibujos animados acudía; o sea, que no lo estaba. Hasta los cinco no me dijo 'mamá'. No quisieron darle el tratamiento para un autista, así que no empezamos a tratarlo hasta los 15 años», se lamenta Concha.
Cuanto más tarde se detecte que el niño tiene rasgos de trastorno del espectro autista (TEA), más se habrán desperdiciado los años en los que la capacidad de aprendizaje es mayor. De ahí la inquietud de Yolanda cuando descubrió que su hija, con 12 meses, «perdió la sonrisa y se aisló». Pasó de ser un bebé muy cariñoso a disgustarle los abrazos. «Te vuelves loca porque, encima, te dicen que eres muy exagerada, que cada niño evoluciona a un ritmo, que no pasa nada». Hasta que con 15 meses se hartó y descubrió el Centro de Estimulación e Integración sensorial (CEI) que hay en Alboraya. «Allí recuperó la sonrisa y con 3 años ya habla. Y me pusieron en el camino, conocí la Fundación Mira'm. Ahora ha empezado en el colegio y lo que peor lleva es la relación con otros niños».
Sus problemas de relación son por incomprensión. Los niños no entienden por qué llega alguien corriendo o por qué juegan. Y por eso, a veces, tienen reacciones violentas. Eso se acaba el día que adquieren habilidades sociales, cuando entienden cómo funciona la sociedad.
Aunque la sociedad da la espalda al autismo, un trastorno que necesita publicidad, como la que le dará el actor Alfred Picó a través de l'Horta Teatre con 'in_aut', un proyecto de sensibilización social que culminará en septiembre con un espectáculo en el que «el público verá el mundo con ojos de autista».
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