Las arterias de la huerta
Los viejos campos están viviendo una apreciable metamorfosis; muchos se abandonan mientras surgen nuevos tipos de agricultores
VICENTE LLADRÓ
Sábado, 23 de junio 2012, 03:54
Toni lleva prisa. El agua tenía que haber entrado en la Acequia de Moncada a las seis de la mañana y se ha retrasado a las dos de la tarde. Además, en la vecina Acequia de Tormos van a realizar unas obras y necesitan mantener el canal seco, por lo que han avisado para que cojan su parte. Así que el caudal va a subir a cuatro metros cúbicos y medio por segundo y hay que espabilarse para distribuir el agua y que todo vaya bien. Se amontona la faena y no hay tiempo que perder.
Nos hemos citado en el viejo matadero de Godella, que ahora se destina a fines culturales. Toni no dice matadero, sino 'escorxador'. También llama la atención cuando pronuncia otras palabras en un valenciano más ortodoxo y académico de lo habitual por aquí, como 'gaudir', o 'mileurari', cuando habla de su hijo, Pau, que ya vive por su cuenta, pese a ser todavía mileurista, como tantos jóvenes. Además, no se le nota forzado, le sale natural este valenciano más puro que suena tan bien. Luego entenderemos por qué, cuando cuente que su mujer, Amparo, es filóloga y profesora de valenciano, «i com sempre em corregix, procure parlar millor, i m'agrada».
Junto al viejo 'escorxador' están los huertos urbanos organizados por el ayuntamiento de Godella. Han ido a más y están cuidados. A esta hora del final de la tarde se encuentran repletos de nuevos hortelanos, en plena tarea. Toni se acerca y les dice que ya pueden ponerse a regar. Hace un momento, la acequia, que pasa al lado, estaba casi seca, pero ahora se nota que va subiendo el caudal.
Toni Tora Giner es guarda de la Acequia de Moncada, de la Real Acequia de Moncada, como suele corregir su presidente, Francisco Romeu, recordando que es real por los privilegios concedidos por Jaime I, hace casi ocho siglos.
Nueve guardas y un 'torner'
Toni es uno de los diez guardas de esta comunidad de regantes que abarca 30 pueblos y 13 pedanías, desde el azud sobre el Turia en el término de Paterna, un poco más arriba de donde cruza la autovía del 'by pass', hasta los campos entre Puçol y Puerto de Sagunto. A él le corresponde precisamente el tramo entre Paterna y Godella, abarcando en medio Carolinas, Benimámet, Beniferri y Burjassot.
Es un guarda 'itinerante', de los nueve que acompañan el agua y maniobran para distribuirla bien. Otros ocho se encargan de tramos sucesivos alrededor de Moncada, Meliana, Albalat dels Sorells, Museros, Massamagrell, El Puig y Puçol. El décimo es el 'guarda torner', el que los coordina a todos.
La acequia discurre entre un colegio público y el del Sagrado Corazón. Toni accede por aquí hasta el torno del viejo molino de Godella. Para entendernos, una enorme compuerta que retiene el caudal. Para levantarla del todo son precisas 350 vueltas de una manivela que el guarda acopla al engranaje, para ir abriendo o cerrando, según convenga. Ahora toca abrir porque va a venir más agua, no sea que se desborde; pero tampoco hay que levantar de golpe, porque se generaría una ola. Hay que actuar con diligencia y mucho conocimiento.
Toni conoce cada vericueto de su demarcación como la palma de la mano. Circula por los laberínticos caminos huertanos casi de forma automática, y entre medias de unos y otros reductos de huertas ataja por tramadas urbanas. Conforme pasa por los campos va deduciendo lo que hará falta. «Aquí -dice por ejemplo- regaron la semana pasada estos huertos de naranjos y no los van a volver a regar ahora, sino pasadas tres semanas; esas parcelas están abandonadas y no hay caso; aquellas coles ya se han regado, y las plantonadas de al lado; luego no debe quedar nadie pendiente en este ramal; habría llamado, y no se ven coches. Así que puede cerrar la portilla correspondiente. Y enseguida, a maniobrar sobre otro torno, este de 800 vueltas, junto al viejo Molí del Batá de Paterna.
Poco a poco vamos viendo cómo aparece una huerta más degradada. El paisaje cuidado de Godella ha dado paso a otro con campos y edificios abandonados, algunos se incendiaron, las paredes con grafitis, y en las motas y alrededores de la acequia hay que mirar con cuidado dónde se pone el pie, porque está lleno de cacas de chuchos. Parece como si todos los dueños de canes paterneros los trajeran por aquí.
Toni corrobora que esta parte es más conflictiva. También por el tipo de agricultores que hay. Escasean más los profesionales, se han hecho viejos y lo han dejado, no hay continuidad familiar. Su hueco lo van llenando en parte aficionados que plantan hortalizas en parcelas que estaban incultas, a menudo con permiso de los dueños, a veces en régimen de alquiler, y también es notable la proliferación de campos de alfalfa. El auge de las cuadras de caballos de todo tipo (de paseo, equitación, tiro y arrastre, pura raza, etc.) ha hecho que aumente la demanda de forraje, y como hay sequía en toda España y el transporte ha subido tanto, resulta más rentable plantar alfalfa cerca, sobre todo si hay agua gratis y abundante. Dicen que la paca de alfalfa se cotiza a más de cuatro euros.
Llaves y candados
Llega un joven que le pide ayuda. Quiere regar su alfalfa pero no lleva llave para abrir el candado de la portilla. Toni se queja de la falta de previsión y busca en la furgoneta la llave doble correspondiente. Acumula decenas de llaves. Portillas y válvulas están aseguradas con candados y su faena es ir abriendo estas derivaciones conforme hace falta, para cerrarlas cuando se acaban los turnos de riego. Al tiempo, va levantando los tornos sobre el canal para ir dejando pasar el caudal. Resume así la labor de buen gobierno:«Se trata de que no se quede sin agua nadie que la espere, pero que no sobre, que no se pierda, que siga su curso hasta el final, y cuando se acaba, vuelve a empezar el turno por arriba». Y así sucesivamente.
Junto al torno del Molí de la Penya, cerca del colegio de La Salle, unos niños nadan en la acequia llena de agua y su madre les ríe la gracia pese al peligro. Toni lo lamenta, pero advierte que «ya no vale la pena decirles nada, porque encima te insultan, te humillan, te rompen los candados o los llenan de pegamento... Hay mucho vandalismo, y un deterioro incesante. No es ya robar, sino romper porque sí, y no hay autoridad que lo frene».
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