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L. SORIANO
Sábado, 7 de julio 2012, 02:35
La actividad comercial del siglo XXI no parece tener en cuenta el buen hacer de los artesanos. La crisis se ha llevado por delante un selecto negocio de la calle Don Juan de Austria: la confitería Villanueva. Referente del buen paladar, mestre sucrer y gran visionario del estilismo en los escaparates Valentín Villanueva (hijo) ha tomado con dolor de corazón la decisión de cerrar la pastelería que su padre abrió en 1947 tras adquirirla a otro artesano que se instaló a principios del siglo XX.
Aunque en el escaparate se informa que está cerrado por vacaciones, la realidad es que ha cerrado. «No estamos en la época de los artesanos. Si no me industrializaba, no podía competir con las grandes superficies. Nosotros siempre hemos hecho productos a mano, artesanales con el mismo mimo que me enseñó mi padre», indica Valentín Villanueva.
Villanueva detalla que si durante años los dos enemigos eran «la crisis del azúcar (porque decían que estropeaba los dientes) y del biquini, ahora tenemos que luchar con las grandes superficies y supermercados que venden pan y repostería industrial y la crisis».
Comenta que aunque la crisis del azúcar la superó utilizando azúcares especiales que se absorben menos, con la crisis, los artículos de lujo no se vende».
Desgraciadamente, ha tenido que despedir a sus ocho colaboradores «porque mis hijos han estudiado y no quieren seguir con el negocio. Me quedaban tres años para jubilarme», añade.
Esta confitería, junto al bar 'Mundo', son los dos únicos negocios de toda la vida que quedaban. «Había tiendas de barrio como ultramarinos Vela, un estanco, una casa de electrodomésticos, una droguería, el teatro Apolo y hasta la editorial Prometeo de Blasco Ibáñez. Ahora sólo hay firmas nacionales e internacionales».
Villanueva, que estudió un año de ingeniería Industrial y la carrera de Económicas, asegura que ha recibido ofertas de compañeros, incluso para hacer sociedad, pero ha preferido cerrar. Todavía no ha pensado si alquilará el local.
Los clientes echarán de menos la tarta cardenal o la capuchina, las mejores de Valencia, según el experto en gastronomía Pedro García Mocholí. Tampoco se olvidarán de los buñuelos de viento, turrones, las delicias de chantilli con huevo mol o las celestiales.
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