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E. BROTONS
Lunes, 16 de julio 2012, 11:00
Magda ve un futuro «muy oscuro» a los dependientes y sus familiares. Prácticamente, negro como el que vivieron el viernes cuando el Consejo de Ministros aprobó la reforma de la normativa. Unos recortes que no sabe si le van a afectar. Se teme lo peor. Todavía no ha cobrado la prestación que solicitó hace más de tres años.
Magda tiene un discapacidad del 41% y junto a su padre octogenario se encarga del cuidado de su madre enferma de alzhéimer y valorada como gran dependiente. En la mirada de padre e hija se refleja agotamiento y también depresión. Apenas pueden salir de casa.
Su caso, como el otros muchos, ha estado en un cajón de la Conselleria de Bienestar Social. «Somos personas, no marionetas. Voy a luchar y hasta el final», insiste. El pasado 28 de junio recibieron finalmente la carta con la firma que les faltaba para recibir 625 euros. Sin embargo, la notificación de la resolución está fechada el día 24 de abril. «¿Qué ha pasado durante estos meses? Es muy fuerte», se lamenta.
Esta familia de Alicante representa perfectamente la situación por la que están pasando miles de personas en lista de espera para recibir la prestación por dependencia. Una normativa que sigue sin cumplirse en la Comunitat Valenciana, tal y como se denuncia en el último dictamen del Observatorio de la Dependencia de la Asociación de Directores y Gerentes en Servicios Sociales. El informe muestra que la autonomía, junto con Canarias y Baleares, obtienen una calificación de «muy deficiente» en la aplicación. La implantación está «empeorando», advierte.
Fue en mayo de 2009 cuando Magda y su padre Antonio Martínez iniciaron la batalla. No tienen más familia que una prima que vive en el mismo bloque y que cuando puede echa una mano. Antonio ya no tiene fuerzas físicas y en la última caída de su mujer, -«es un peso muerto», explican-, tuvo que pedir auxilio para levantarla. Magda se resiente de la pierna. Con dos hernias discales, no puede estar mucho tiempo de pie.
La propuesta del PIA (Programa Individual de Atención), donde se aprobaba la ayuda a domicilio por 600 euros, ha estado a falta de esta firma desde noviembre de 2011. «Todo esto nos está superando. Estamos muy cansados y agobiados». Su padre prefiere callarse porque «me saldrían culebras por la boca».
La madre no se vale por sí sola. Tienen que lavarla, vestirla, ayudarla a sentarse, levantarse... y, por el momento, todavía se maneja un poco con la cuchara y el tenedor en las comidas. Tiene una discapacidad del 75%. Magda, que «afortunadamente tengo un trabajo», la deja bajo la vigilancia del padre, y muestra su agradecimiento a compañeros y jefes por las facilidades que le dan para ausentarse. Tampoco se olvida de la Plataforma en defensa por la Ley de la Dependencia que le ayuda a seguir adelante.
Mileurista, Antonio tiene una baja pensión y a su madre -también llamada Magdalena- le han reclamado ahora 1.600 euros porque «dicen que le han dado de más en su pensión no contributiva».
«Me gustaría que la gente supiera lo que es una persona enferma de alzhéimer, creo que la mayoría no tienen ni idea de lo que supone estar alerta durante toda la noche porque se levantan y pueden tropezar en la oscuridad, debes tener las luces encendidas, tienes que asearles cada media hora o una hora porque se hacen sus necesidades, tienes que ducharles y ayudarles en su vida diaria. Es un cuidado diario para el que tienes que estar preparado», resume.
La familia ha recurrido al Síndic de Greuges, que sigue su caso. También ha escrito al conseller de Bienestar Social, Jorge Cabré, y al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, quien le contestó en un escueto escrito que había trasladado su situación al departamento correspondiente. «Predicar en el desierto, sermón perdido», apostilla Antonio, quien recuerda que «hemos luchado por la patria, ¿y qué me da la patria a mí? Cuando llega el momento te dan la patada». Por ello, su hija pediría «a los políticos que tuvieran un poco de sensibilidad y de vergüenza, que se pongan en nuestra piel porque parece que no existimos. Somos un problema y no tendrían que olvidarse de todos sus mayores».
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