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REBECA FALCÓ
Lunes, 30 de julio 2012, 02:20
Hubo una época en la que Juan Luis Galiardo, Fernando Esteso, Álex de la Iglesia, Victoria Abril, Sancho Gracia, Maria Barranco, Rosa María Sardá o Maribel Verdú se paseaban por Peñíscola a luz de la luna. Incluso, en alguna ocasión, fueron estrellas de Hollywood, como Peter Fonda o Bud Spencer, las que iluminaron el paseo marítimo. También, durante unos días, el celuloide mundial volvió la mirada al Festival de Cine de la localidad por ser el único que dio un premio a la mona Chita en vida.
Pero, si hay que destacar un episodio mítico, fue aquel día en el que Berlanga volvió a pisar la localidad, cincuenta años después del rodaje de 'Calabuch'. Obra maestra del director valenciano, que dio nombre a los galardones del certamen impulsado por la ciudad del Papa Luna como forma de promocionarse ante el mundo entero.
Los años ochenta supusieron un 'boom' para el auge de los festivales en España y parecía que toda urbe que se preciase debía contar con uno. Así, en el año 1988 nacía el Festival Internacional de Comedia de Peñíscola.
A lo largo de veinte ediciones, el municipio castellonense, ya conocido por su playas y por ser el escenario de míticas películas como 'El Cid Campeador', se convertía durante unos días en el foco del séptimo arte con gran afluencia de profesionales del cine, público, medios y cinéfilos. Lo que, sobre todo, supuso una fuerte inyección económica para las arcas de un municipio fuertemente ligado al turismo con vocación internacional.
Pero este cinematográfico dorado cerró tuvo que cerrar sus puertas en 2008. Era la crónica de una muerte anunciada y sobre la que pesaban, como losas, financiaciones y ayudas insuficientes, bajos niveles de turistas, menor presencia de actores o nulos beneficios publicitarios. Y, entonces, a las puertas de la gran debacle económica, el ayuntamiento, que destinaba al evento más de 300.000 euros, colgó el cartel de «cerrado».
Rafael Suescun, concejal de Turismo de Peñíscola, explicaba que la inversión requerida por el festival de cine requería un «precio que no podríamos pagar». Por lo que la cita se despidió, hace cuatro
años, sin posibilidades de retomar una 'segunda parte'. Una sentencia de muerte que daba carpetazo a dos décadas de una bonita relación de amor entre el mundo del cine y el municipio costero.
Eso sí, el cierre también tuvo consecuencias. Los empresarios dedicados a la hostelería perdieron uno de los grandes eventos que llevaba hasta las mesas de sus restaurantes y habitaciones de los hoteles a decenas de turistas y tuvieron que reajustar sus campañas estivales.
Por ejemplo, el presidente de Agretur, Carlos García, recordaba que «el festival nos ayudaba a empezar la temporada de verano con fuerza». Al menos, durante los años dorados. Pues empresarios y ayuntamiento coinciden en que el festival no funcionaba desde hacía tiempo y ya no lograba sus principales objetivos. Y es que, como apuntaba Suescun, esta cita «nació con una gran vocación de promoción turística. Hicimos todo lo posible para salvarlo, pero no pudo ser», afirmando que «los acotados recursos económicos limitaban la programación del festival, por ello no podía ofrecer grandes novedades ni tampoco grande estrenos».
Pero a pesar de su débil resonancia en la crítica cinematográfica, el festival sí tuvo sus logros. De hecho, el crítico de cine Lucas Soler, recordaba que espacios televisivos como 'Días de cine' o 'Cine de Barrio' realizaban un programa especial sobre el festival, aseverando que esta cita junto al mar «era un punto de encuentro muy querido dentro del circuito cinematográfico español y en el cual los actores estaban dispuestos a participar».
Al final, no pudo ser. Tras muchos problemas Peñíscola decidió cerrar un evento que ya agonizaba en busca de nuevos retos, a los que la crisis acabó cortando las alas. En este sentido, García manifestaba que «votamos a favor de la supresión del festival con la esperanza de que se cambiara por otro de igual proyección mediática».
A pesar de todo, la muerte del Festival de Cine de Peñíscola no es más que el ejemplo de una tendencia que afecta a estos eventos. «Han quedado obsoletos», sentencia Lucas Soler, «nacieron como un espacio para vender productos y proyectar novedades cinematográficas. Pero ahora con Internet, la supervivencia es más complicada, porque ya no son rentables».
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