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F. P. PUCHE
Jueves, 2 de agosto 2012, 04:25
De vez en cuando, en medio de las tribulaciones que las finanzas españolas están pasando, el presidente Rajoy ha usado una idea de solvencia y firmeza: "España es fiable. Siempre ha pagado sus deudas", dice. Y cuando lo hace, alude a distintos momentos de angustia pero, sobre todo, a las extraordinarias deudas adquiridas, en 1898, cuando perdimos ante Estados Unidos la guerra de Cuba. Pues bien, dos hacendistas valencianos fueron los encargados de pechar con ese terrible momento político, organizar los presupuestos y la fiscalidad y hacer el milagro de que España no fuera una nación morosa: uno fue Joaquín López Puigcerver, ministro de Hacienda, y el otro Estanislao García Monfort, director general de la Deuda Pública.
Los dos expertos valencianos en presupuestos y fiscalidad han sido olvidados. Ninguno de ellos tiene calle en Valencia. Pero ambos, desde su militancia liberal, sirviendo al presidente Sagasta, hicieron frente a la angustiosa deuda de una nación que, durante la guerra, se había gastado unos 3.000 millones de pesetas, una cifra equivalente al presupuesto nacional de cuatro años.
Tras la pérdida de la guerra, en julio de 1898, la enorme cantidad de crédito contraída por España se complicó cuando el tratado de París, de diciembre de 1898, impuso a España no solo la pérdida de todas sus colonias -Cuba, Puerto Rico, Filipinas, las Carolinas, las Marianas y Guam-- sino el rechazo de lo que por primera vez en la historia fue considerada como "deuda odiosa". Una deuda de guerra que España esperaba cobrar de los cubanos pero que Estados Unidos vetó porque -según quedó establecido-no había sido consultada ni aceptada por el pueblo cubano.
López Puigcerver y García Monfort diseñaron e hicieron frente al más duro recorte de gastos y aumento de impuestos que recuerda la historia financiera de España. El ejercicio fiscal de 1898/1899 se estudia como un ejemplo de apretón del cinturón. Pero es así como en marzo de 1899, cuando dejaron la Hacienda en manos de Raimundo Fernández Villaverde, el esfuerzo estaba ya iniciado y, en apenas unos pocos años más España pudo abordar un nuevo ciclo económico, de crecimiento, con los compases iniciales del siglo XX.
Con todo, el crujir de dientes de la sociedad española, en 1899, fue también histórico. El capítulo principal de la fiscalidad, como de costumbre, recayó sobre el consumo, que gravó de forma muy especial los alimentos, lo que desencadenó fuertes protestas públicas. Tanto, que el alcalde de Valencia, liberal como el Gobierno, se vio obligado a lamentar y protestar ante los aumentos.
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