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G. HERMIDA
Viernes, 31 de agosto 2012, 10:24
El teniente Avilés difícilmente olvidará la mañana del 17 de enero de 1980 en el muelle de Amichelangelo, en Civitavecchia, a bordo de la fragata 'Asturias'. Allí, con el uniforme de gala y la apostura de sus 24 años, las salvas de artillería traspasaban el aire en honor a Alfonso XIII, mientras su féretro era depositado en el buque encargado de devolver al Rey muerto en el exilio a España.
El recuerdo sigue grabado a fuego en la memoria de Juan Ramón Avilés Olmos (Murcia, abril de 1955), pese a que su mente se encuentra ahora barruntando su defensa ante las graves acusaciones de acceder a créditos «ventajosos» por valor de 17,2 millones de euros en apenas tres años, mientras presidía la Comisión de Control de la caja, donde llegó en 1995.
Avilés tenía 40 años y acababa de entrar en el primer equipo de gobierno del PP en el Ayuntamiento de Murcia. Accedió al Consistorio para hacerse cargo de las áreas de Tráfico, Seguridad Ciudadana, Policía Local, Transportes, Consumo y Bomberos, catapultado desde su puesto como máximo responsable de los populares en la pedanía murciana de Sucina. Cuatro años más tarde, el alcalde Miguel Ángel Cámara decidió que no repetiría en las listas, pese a que el «buen concejal», como lo definen algunos de sus compañeros de corporación de entonces, dejó para la posteridad logros como el bono de autobús de pedanías o la policía de barrio. De hecho, todavía en el cuerpo se acuerdan de su gestión, tanto por el hecho de que creara la banda de música como por el menos logro de elevar las retribuciones que los agentes recibían entonces.
Avilés accedió a ser concejal dejando su puesto de secretario en el Ayuntamiento alicantino de Pilar de la Horadada, al que accedió tras una oposición y tras pasar una temporada en San Miguel de Salinas, en vista de que en Murcia no había plazas disponibles. Afirma que entró en política para servir a su pueblo, Sucina, pero lo cierto es que Avilés no era un político al uso. Él mismo reconoce que «contaba los días» que le quedaban para acabar la legislatura, y sus compañeros de partido confirman que no era de los que medra en pasillos y camarillas.
Abogado de formación, en su promoción en Murcia -la de 1977- llegó a compartir pupitre con la que luego sería presidenta de la Comunidad Autónoma, María Antonia Martínez. En tanta ida y venida de Sucina a Murcia seguro que algo tendría que ver el hecho de que su mujer, con la que se casó en 1979, regentara hasta el día de hoy un estanco, o que las raíces de su familia estuvieran bien asentadas en la pedanía, en la que su padre ejerció de empresario agrícola y ganadero. Tras ganar la plaza de secretario, y tras el paréntesis en el Ayuntamiento de Murcia, Avilés volvió a Pilar de la Horadada, aunque seguía ligado a la CAM. Allí, en febrero de 2007, fue designado contra todo pronóstico presidente de la Comisión de Control. La sorpresa vino porque se impuso por 5 votos a 4 -él mismo se abstuvo- a José Enrique Garrigós, empresario turronero y hoy presidente de la Cámara de Alicante, quien dijo que no estaba preparado para leer un balance en la comisión de investigación de la CAM. Desde entonces, la Comisión de Control estuvo bajo su mirada de interventor y letrado, lo que no le impidió otorgarse créditos a su promotora Residencial Sucina SL, como señala la denuncia.
Defendido por su hijo Ginés -sus dos vástagos son abogados-, Avilés asegura que «cuando uno va con la verdad por delante, uno no se cansa de dar la cara». Este hombre, «creyente por la gracia de Dios», afirma que quien olvida a su familia olvida su vida y no duda de que la «verdad» prevalecerá en su litigio. Mientras, afronta el temporal, aunque ahora hayan pasado 30 años y Civitavecchia se la hayan cambiado por Alicante.
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