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JAVIER LABIANO
Lunes, 8 de octubre 2012, 02:14
La población mundial no deja de crecer y los recursos del planeta van camino del agotamiento, incluidos aquellos de los que se abastece la gran industria. Hablamos, por un lado, de los minerales necesarios para fabricar los objetos más sofisticados -teléfonos móviles, ordenadores, satélites...- y, por otro, de las fuentes de energía tradicionales -sobre todo, petróleo y gas-.
Ante esta situación, gobiernos y empresas buscan explotaciones alternativas. Y buena parte de ellas las están encontrando en los fondos marinos, en las plataformas continentales, en lugares hasta ahora poco accesibles como el Ártico, en los salares de Argentina, Bolivia y Chile, o incluso en las formaciones de pizarra de EE UU -que, según el presidente de la multinacional Chesapeake Energy, Aubrey McClendon, podrían hacer del país «el Arabia Saudí del gas natural»-.
Aunque la actual coyuntura económica haya detenido momentáneamente el crecimiento, a medio y largo plazo nuestras necesidades irán en aumento. Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), en 2035 el mundo necesitará una producción de 96 millones de barriles de petróleo al día, la demanda de carbón habrá aumentado un 20% y la de gas un 44%.
En cuanto a los recursos minerales, la escasez mundial afecta especialmente a Europa, que produce menos del 10% de de los metales que necesita. Pero es que si nos detenemos en España, apenas queda minería (actualmente sólo hay cinco yacimientos metálicos en explotación), si bien existen todavía algunos recursos en antiguas minas no agotadas y depósitos que se han descubierto aunque no se han explotado aún.
En general, la corteza de casi toda la superficie terrestre está ya muy explorada y explotada. Además, hay que tener en cuenta que desde que se descubre un yacimiento en tierra hasta que se consigue la primera tonelada de mineral suelen transcurrir un mínimo de entre 10 y 15 años, lo que impide que esta opción se convierta en una solución a corto plazo.
Por si fuera poco, el problema se ha agravado ahora con el inesperado vuelco que ha dado la situación en China. El país, que hasta el momento había sido el gran exportador de metales, no solo ha frenado su suministro casi de la noche a la mañana, sino que ella misma ha empezado a comprar minerales en el mercado mundial para poder seguir creciendo.
Fernando Tornos, director del departamento de Investigación en Recursos Geológicos del Instituto Geológico y Minero de España, explica que el cambio en China ha revolucionado a Europa y podría producir un colapso en el abastecimiento de materias primas de nuestro continente. «Hasta ahora, la Unión Europea no invertía en la extracción de estas materias primas porque confiaba en que el mercado regularizaría la situación, pero ahora se ha visto que esto no es así».
La UE ha elaborado una lista con las que considera 14 sustancias críticas para el mundo, basándose en la necesidad real que tenemos de ellas y su importancia en la industria, frente a su variabilidad en el abastecimiento. Entre ellas están el niobio y el tántalo (coloquialmente llamados coltán), que se usan para la fabricación de teléfonos móviles, así como la fluorita, el cobalto o el litio.
Fondos marinos
Una opción ante la escasez energética y de recursos minerales serían los fondos marinos, que apenas se han explorado aún en un 5%, y donde se puede encontrar una gran riqueza de tierras raras, que se usan en la fabricación de objetos ya tan imprescindibles para nuestra sociedad como pantallas planas, ordenadores, teléfonos móviles o motores.
Un estudio realizado por científicos japoneses ha analizado los sedimentos de fondos marinos extraídos de 78 lugares del Pacífico, la mayor parte en aguas internacionales, y ha descubierto que la concentración de minerales de tierras raras es alta. Tanto es así que solo cinco kilómetros cuadrados de esos fondos marinos podrían producir la totalidad de las tierras raras que se consumen anualmente en el mundo.
Eso sí, los sedimentos están a profundidades de 3.000 a 6.000 metros, lo que hace difícil su aprovechamiento. Como advierte Tornos, habría que ver «si existe suficiente tecnología para explotar estos fondos marinos y si resulta rentable hacerlo», sin olvidar que las tierras raras que se pudieran encontrar allí «estarán incorporadas a la arcilla y separarlas de ella resultaría muy complejo».
No obstante, en aguas de Papúa Nueva Guinea ya se ha dado la primera concesión del mundo en minería comercial para fondos marinos. Comprende un periodo de 20 años y tiene como fin explotar un yacimiento de oro y cobre a 1.600 metros de profundidad. La compañía Nautilus Minerals prevé que la extracción de minerales comience a finales de 2013 y calcula que será necesario invertir 385 millones de dólares.
Los estudios realizados indican que la producción de minerales rondará las 1,3 millones de toneladas anuales y generará unas 80.000 toneladas de cobre de mejor calidad que el que se encuentra en tierra firme. Además, cada año se obtendrán entre 4.500 y 5.600 kilos de oro.
Aunque cada país puede tener un tesoro escondido y en EE UU parece que lo han descubierto. Hablamos del gas y el petróleo contenido en las formaciones de pizarra que existen en buena parte de su territorio.
La extensión de pizarra de clase Barnett, en el norte de Texas, junto a la de Marcellus en Pensilvania, Nueva York, Ohio, Virginia Occidental y otros estados adyacentes, han hecho que este país ha pasado de ser deficiente en producción de gas a contar con un importante suministro.
En 2008 el gas de pizarra suponía el 7,2% del suministro total de gas natural en EE.UU. Dos años después suponía el 23% y está previsto que aumente hasta el 45% en 2035.
Ya hacia el sur, en América Latina, los salares ubicados en Argentina, Bolivia y Chile contienen cantidades ingentes de elementos fundamentales como el litio, el boro y otros muchos.
Un ejemplo: solo Chile posee más de un tercio del litio y del yodo mundial, así como vastas cantidades de nitratos naturales y otros elementos. Sin ir más lejos, el gran depósito de sal de Salar Grande dispone de reservas que podrían abastecer la demanda del mundo durante siglos.
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