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CARMEN VELASCO
Viernes, 12 de octubre 2012, 02:45
Una de tópicos: no necesita presentación, lo ha hecho todo sobre el escenario, pertenece a una gran familia de actores, es una gran dama de la escena... Pero María Luisa Merlo no sólo se define con frases manidas. La actriz valenciana es incombustible. A sus 71 años, no se desalienta ni con la crisis económica, la subida del IVA cultural, los problemas personales... La intérprete, que reivindica ser reconocida con la alta distinción de la Generalitat «porque todas las actrices valencianas» tienen tal reconocimiento menos ella, estrena este fin de semana 'Villa Puccini', una producción que combina las arias del compositor italiano con la historia de una cantante de ópera en retirada.
-¿Qué tiene de diva?
-Yo soy antidiva. No soy consciente de cuando me llaman dama del teatro. Trabajo para que no se me suba el ego, aunque claro en ocasiones he de mantenerme firme.
-¿Es dama de escena por su saber hacer o porque va cumpliendo años sobre el escenario?
-Por ambas cosas. Me he criado rodeada de damas de teatro, desde Conchita Montes a Amparo Rivelles o María Fernanda Ladrón de Guevara, de las que siempre he aprendido.
-¿Qué enseñan los grandes?
-Mi familia me enseñó a dejar la actriz en el camerino y ser una persona corriente en la calle. Sólo así se puede dormir bien porque una actriz no puede ir montando el numerito por ahí o estar pendiente de cuánta gente la mira...
-En la familia, ¿desarrolla su mejor papel?
-Sí, para mí ser abuela y ahora bisabuela es el papel de mi vida. Nunca regaño a mis nietos, le consiento todo y les doy todos los caprichos.
-¿Cuándo fue la última vez que ha pensado en Carlos Larrañaga?
-Hace cinco minutos. No me lo quito de la cabeza porque todo me lo recuerda... Normal, han sido 16 años de matrimonio y 36 de amistad profunda y cómplice.
-Alguna vez ha pensado después de una función 'esta es mi última obra'?
-No, nunca. De salud y de memoria, estoy muy bien, pero dentro de cuatro o cinco años me retiraré y me dedicaré a viajar. Ahora quiero continuar sobre el escenario, tengo más ilusión que cuando era joven porque hago lo que me gusta.. ya hice muchos 'papeles alimenticios' durante años. Soy libre para elegir los espectáculos y sólo opto por lo que me ilusiona. No quiero defraudar al público ni tampoco traicionarme.
-¿Cuándo acaba una función piensa en alguien?
-Salgo corriendo para el hotel. Mis compañeros se ríen porque desaparezco enseguida pero es que una vez se baja el telón, la magia se ha terminado y no me gusta ver el teatro vacío.
-¿Conoce los problemas del teatro valenciano?
-No, realmente no. Sé que desde que nací estoy oyendo eso de la crisis del teatro... y creo que ahora es de verdad. Es una brutalidad el aumento del IVA porque van a cargarse el teatro. Si retiraran la subida, besaría en la boca a los políticos, vamos, me los comía.
-¿Ser actor es una forma de vivir al límite?
-Sí, es una forma de supervivencia que se amolda a los cambios sociales, económicos, del país... pero tiene su recompensa: salir a escena y que después de la función se levante todo el público.
-¿Y el aplauso?
-El aplauso es un regalo, pero también se agradece el silencio, que denota un enorme interés y respeto de parte del espectador por la obra. Cuando el público está atento, sin toses, sin murmullos, es emocionante.
-Un momento que, a veces, rompe un teléfono...
-Sí, los móviles son el martillo del actor y, además, siempre suena al señor de la primera fila y justo en el acto más dramático. Entonces, me cabreo aunque trato de aislarme.
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