La vuelta al mundo del arte valenciano
Ribera, Ribalta, Sorolla, Renau, Valdés o Miquel Navarro firman obras en museos y espacios públicos rusos, estadounidenses o alemanes
BURGUERA dburguera@lasprovincias.es
Lunes, 19 de noviembre 2012, 01:35
La actual necesidad de buscarse la vida donde sea empuja a muchos valencianos a instalarse en los más diversos lugares del mundo. Los que fueran vecinos de la Comunitat emprenden ahora viajes que anteriormente realizaron artistas y obras de arte valencianas. En algunos casos, la diáspora fue propiciada por ventas clandestinas en épocas tenebrosas (como la Guerra Civil), pero también son muchas las ocasiones en que la calidad de las obras valencianas o de sus artistas propicia la adquisición de piezas que salpican buena parte del mapa mundi.
Más de 40.000 personas emigraron de España durante la primera mitad del año, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Ese éxodo les empujará a países como Francia, Alemania, Estados Unidos, Bélgica, México, Inglaterra... en los museos de estos países se encontrarán con arte afín, próximo, obras valencianas que han dado la vuelta al mundo. En el caso de que no tengan ganas o humor para visitar museos, también es posible que tropiecen en plena calle con alguna escultura 'Made in Comunitat'.
Hace cinco años y medio se inició la catalogación de cerca de medio centenar de obras del patrimonio valenciano que, localizadas fuera de la Comunitat, se pretendía que volviesen a casa.
Gran parte de ese material se sitúa en España, en Madrid y Catalunya. La dificultad y lentitud que implican estas gestiones obligan a cargarse de paciencia y tomarlo con filosofía.
Una parte de ese patrimonio se trasladó hace décadas al otro lado de la frontera. En algún caso incluso fueron creadas en el extranjero siglos atrás. Es el caso de algunos cuadros de José de Ribera, el pintor de Xàtiva que viajó hasta Nápoles por ser entonces, en el siglo XVII, una ciudad pujante. Tanta carrera hizo el artista valenciano allí que terminó ganándose el sobrenombre de Lo Spagnoletto, el españolito, debido a que ni era muy alto ni renunció a sus orígenes, pues firmaba sus obras como 'Jusepe de Ribera, español'.
Orgullo
«Se siente una especie de orgullo cuando uno ve un cuadro de Joaquín Sorolla en el Museo d'Orsay de Paris. En América se puede encontrar mucha obra suya, la mayoría en la Hispanic Society, donde hay de muchos otros valencianos. Además, viendo sus pinturas en Francia, uno se imagina que, de haber sido francés, a Sorolla se le hubiese considerado muchísimo más, lo mismo que a Pinazo, un adelantado a su época», explica el artista Miquel Navarro.
Precisamente, de Navarro existen piezas en museos y colecciones públicas de Estados Unidos, Francia, Alemania y Japón, entre otros países. O en Bruselas, donde se instaló hace años una pieza del creador valenciano en una plaza. «Carmen Calvo también es muy conocida fuera de España», señala Navarro, y es cierto. Museos americanos, holandeses, venezolanos o el japonés Marugame Hirai cuentan con obras de la artista valenciana. Las creaciones de Manolo Valdés tienen también una importante aceptación internacional. Los españoles que viajan a Nueva York tropiezan en los últimos años con una de sus meninas, instalada en una galería de Park Avenue.
El arte y el artista valenciano viajan, en ocasiones comprados y en otras en busca de comprador. «El mercado español está muerto. Hay que buscar fuera para recibir nuevas influencias, miradas, y también para ganarse la vida», admite Uiso Alemany, que en diciembre pone rumbo a Sao Paulo, un destino habitual para el pintor valenciano porque en Brasil su obra tiene gran aceptación, tanto a nivel privado como en las colecciones de varios museos.
En cualquier caso, en el extranjero, si hay un lugar donde se concentra un potente foco de arte de procedencia valenciana es en la Hispanic Society. Sedas valencianas, así como las archiconocidas pinturas de Sorolla o cerámica de Alcora residen en Nueva York. «El patrimonio cultural español del siglo XX no se conoce realmente si uno no sabe lo que hay en la Hispanic», asegura Carmen Pérez, directora del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración.
Miedo a que se quede aquí
Pérez intentó en su día negociar el retorno de piezas emblemáticas como el Centenar de la Ploma, una tabla del siglo XIV que se encuentra en el Victoria & Albert de Londres, una negociación que no fructificó. «No creo ni siquiera que nos lo presten nunca para exponerlo aquí por miedo a que se lo reclamemos y no lo devolvamos. Además, el traslado de tablas es muy complicado», indicó la directora del Ivacor, quien sí cantó victoria en su día con varias tablas de Pere Lembri compradas por la Generalitat en Maastricht. Del pintor gótico también existe obra en la Hispanic y en un museo suizo.
Hasta el Kunsindustrienmusem de Copenhague, en Dinamarca, hay que desplazarse para ver tres de las figuras de los apóstoles que en el siglo XV se esculpieron para el frontispicio de la Colegiata de Gandia.
Los restos del palacio de Mosén Sorell demolido en 1882, un edificio que simbolizaba el esplendor medieval de Valencia, se encuentran repartidos por varios museos. Una puerta gótica se conserva en el British Museum de Londres, mientras que Francia compró lo que fue la capilla del palacio, que se conserva en el Museo del Louvre de París.
«En el Hermitage hay expuesto un Ribalta», recuerda Miquel Navarro sobre un cuadro del pintor barroco nacido en Solsona, y Carmen Pérez bucea en el acento valenciano de la colección del museo de San Petersburgo. «Allí tienen una gran colección de cerámica de Alcora», indica la directora del Ivacor, quien apunta también hacia los museos de Florencia «donde hay magníficos tejidos valencianos del siglo XVIII».
Actualmente, la multidisciplinariedad y la globalización facilita que artistas valencianos como Victoria Civera, Elena del Rivero o Manolo Valdés trabajen en Nueva York y vendan allí sus obras, o que José Royo resida en Valencia pero coloque la mayoría de sus pinturas en Inglaterra y Estados Unidos, o que jóvenes como Mon Zamora recorran el mundo y vivan de sus fotografías de los puentes de Brooklyn o de la Patagonia argentina.
Idas y venidas cíclicas
Este tipo de idas y venidas se repiten a lo largo de la historia del arte, condicionada en algunas ocasiones por la atracción cultural de lugares como París, Roma o Nueva York, si bien otras veces la causa ha sido el exilio puro y duro.
La historiadora Mireia Ferrer registró en 2008 la tesis 'París y los pintores valencianos. 1880-1914', una investigación que recorre la trayectoria de decenas de artistas de la Comunitat. No sólo Sorolla vendió su obra en tierras galas. Antes llegaron Domingo Marques, Agrasot, Emilio Sala, Vicente Paredes; y tras el éxito del 'pintor de la luz' en los salones de arte francés se comerció con las obras de Julio Vila Prades o Manuel Benedito. Ferrer enumera también a los artistas pensionados en Roma gracias a la Diputación de Valencia: Bernardo Ferrándiz, José María Fenollera, Pinazo, Benlliure, Emilio Sala o Muñoz Degraín, entre otros.
La Universitat publicó en 1995 'El exilio valenciano en América. Obra y memoria', una obra conjunta en la que se repasa el éxodo de personalidades notables y qué hicieron al otro lado del Atlántico tras la Guerra Civil. Quizá el mayor ejemplo de aquellos exiliados fue Josep Renau, pintor y cartelista que trabajó intensamente en México que dejó allí murales como el del Casino de la Selva de Cuernavaca y que luego repitió durante su estancia en Alemania del Este, antes de la caída del Muro de Berlín.
El poeta francés Théophile Gautier advertía hace 150 años: 'Todo pasa; sólo el arte robusto es eterno'. Los que emigran volverán a sus países, los que se quedaron se irán. Igual que se fueron las vacas flacas, retornarán las gordas. En esas idas y venidas por el mundo, los valencianos continuarán encontrándose con obras de arte afines allá donde estén.
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