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HÉCTOR ESTEBAN ,
Miércoles, 21 de noviembre 2012, 03:32
Les Corts abrió el ciclo de debates sobre el presupuesto de la Generalitat. Un serial que llegará hasta Navidad. El guión, el mismo de todos los años: enmiendas a la totalidad de la oposición y voto en contra del grupo mayoritario. Nada nuevo de diez y media a una de la tarde.
En el pleno la chicha estuvo en los gestos. En la radicalización del discurso del PSPV para buscar un posicionamiento social que le permita oxigenarse tras sentir en el cogote el aliento de Compromís y Esquerra Unida. Los socialistas, a la desesperada, han recurrido al eslogan de que hay que rescatar a las personas. No se acuerdan, desmemoriados, cuando en su día ayudaron a generar la tormenta perfecta en la que hoy navega la economía española.
El teatrillo se montó en el escenario de un pleno en el que el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, estuvo casi desde el minuto uno. Con el rostro serio, más de lo normal. A última hora, llegaron Rita Barberá y Francisco Camps para votar.
Los socialistas sacaron a la arena al exrector de la UJI Francisco Toledo para plantear un discurso de calle vestido con traje de cantante de canción ligera. Lejos de los vaqueros y la camisa (de marca, según Marí Olano) del día de la huelga del 14-N. El PSPV, en el diván del psicoanalista desde hace meses, trata de achicar agua en una nave que empieza a zozobrar por las fugas que le generan Compromís y Esquerra Unida, callejeros de pata negra.
Toledo buscó radicalizar el discurso con hilo argumental propio de la programación infantil de la época de Felipe González : «Los mundos de Yupi». Insistió tanto con el sucesor de Espinete que parecía que en cualquier momento aterrizaría un platillo volante con Astrako y compañía.
La estrategia socialista en la tribuna la conocerían los VIP. Ayer, por primer vez en años, no se celebró la tradicional reunión de grupo previa al pleno. La dirección socialista, atenazada por sus fantasmas, no convocó a los compañeros para evitar esos cuchicheos que desatan la ira en la cuarta planta de la sede del PSPV.
Toledo subió las revoluciones del discurso socialista. En Blanquerías, donde llevan meses con la cuenta de la vieja para ver los votos que pierden por el camino cada día, han dado por imposible alcanzar al PP y apuestan por la estrategia de no ceder más terreno a los de la izquierda de la izquierda.
El exrector de la UJI apostó por un discurso más florido que de contenido. Toledo se refirió a Fabra como el presidente «de la morosidad valenciana». El socialista pidió al jefe del Consell que abandone «el club de fans de Rajoy» y que se declare en rebeldía: «No pague los intereses de lo prestado (FLA) hasta ahora y pague a los valencianos lo que les debe».
El portavoz adjunto del PSPV, en su éxtasis calificativo, tildó a Fabra de «levadura para la deuda» al tiempo que se mostró profético: «Los recortes en Sanidad terminarán matando».
A la contra, el PP sacó al ring parlamentario a Ricardo Costa. Para defender los presupuestos, los más austeros de la historia, no pesa la imputación que le borró de la tarjeta de visita cargos y complementos. Costa, que lleva media vida en esto de la defensa de las cuentas públicas, salió airoso: «Vamos a pedir un nuevo modelo de financiación para que llegar a la media per cápita y vamos a cumplir con el déficit». Sonó creíble.
Pidió perdón al más de medio millón de nuevos parados que ha 'fichado' Rajoy para la cola del Inem y recordó que la caída de ingresos ha sido brutal, como nunca. A continuación tiró de manual y se acordó de Andalucía y sus empresas públicas. No terminó sin mentar a Ximo Puig, el líder ausente del PSPV, «que tiene seis empresas públicas en Morella con un déficit de 7 millones de euros».
Costa estuvo bien, enérgico, pero hace tiempo que en la bancada popular no hay clac y las palmas se dan sin ton ni son. Castedo, la alcaldesa de Alicante, se pasó tres cuartas partes del pleno dando la espalda a la Mesa charlando con la tercera y cuarta fila. Hasta Blasco pasó por esa improvisada tertulia para darle un par de besos en la mejilla y un cariñito en el moflete.
Después de los grandes, los dos pequeños. Primero la síndica de Esquerra Unida, Marga Sanz, que apuntó que el Consell, a final de año, no meterá en la caja su previsión de ingresos. Sanz es solvente pero Ignacio Blanco, en la tribuna, es más sobresaliente si modera sus arrebatos. EU perdió una buena oportunidad de hilar un discurso más contundente a pesar de que Sanz calificó las políticas del Consell como las de 'Alicia en el País de las Maravillas'.
Compromís fue fiel al estilo Compromís. Mireia Mollà rehizo el discurso mecanografiado y lo armó aliñado con nicotina en el patio interior de Les Corts. Lo de la radicalidad es copyright de Compromís, que le enseñó al PSPV que la insumisión de pagos no es con el Gobierno sino con los bancos. Los socialistas vistieron su rebeldía con traje y corbata mientas Mollà subió a la tribuna con vaqueros y rebeca de punto. El popular Vicente Betoret criticó la falta de rigor da las políticas de Compromís en clave económica.
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