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VICENTE LLADRÓ
Sábado, 12 de enero 2013, 02:18
Arcos de las Salinas pertenece a la provincia de Teruel, pero está tan pegado a la de Valencia que sus teléfonos llevan el prefijo de ésta y para muchos pasa por un pueblo más de la Serranía. De hecho, tiene fácil comunicación hacia el litoral a través de Losilla, Alpuente, Aras de los Olmos y la pista de Ademuz. Por el otro lado conecta con el resto de la provincia turolense a través de Torrijas, Los Cerezos y Manzanera, pero al llegar a la autovía tanto vale regresar en dirección Este, hacia Sagunto y luego a Castellón y Valencia.
Arcos de las Salinas debe su nombre a unas salinas que en su día fueron muy importantes, aunque hoy están abandonadas. Sus restos se pueden ver junto a la carretera, según se llega desde tierras valencianas, y es fácil ver a gente curiosoeando entre tan llamativas ruinas; normalmente excursionistas valencianos.
Ahora hay un plan para restaurarlas y aprovechar el innegable atractivo turístico que tienen. La rehabilitación de viejos complejos salineros de tierra adentro está muy de moda. El caso del Valle Salado de Añana, en la provincia de Álava, es paradigmático y muchos se miran en su ejemplar reflotación.
El alcalde de Arcos de las Salinas, José Luis Alvir, está muy al tanto y por eso ha emprendido un ambicioso proyecto que se combina con el plan Galáctica, que promueve además la construcción de un Centro de Difusión del Conocimiento y Práctica de la Astronomía en un monte cercano al pueblo.
No emprenden todo esto, naturalmente, por necesidad de los propios habitantes del pueblo, que son ahora 105, sino para atraer visitantes que aporten vida y dinero. En su mayoría serán valencianos.
Ya se dice, sin concretarlo tanto, en el folleto de presentación del proyecto Galáctica, donde se justifica la viabilidad de las inversiones en «su situación próxima a una región densamente poblada». ¿Cuál es esa región?, indudablemente la valenciana. La modernización de las vías de comunicación facilitan y acortan los viajes.
De cualquier modo, estas son tierras del Javalambre, donde la raya de los límites provinciales serpentea más en la oficialidad que en la realidad y en el día a día no hay distingos, y las propias salinas tuvieron en su día una clarísima vocación comercial valenciana. Era esta sal del Javalambre la que se vendía en las comarcas colindantes del Rincón de Ademuz, la Serranía o más abajo el Camp de Turia; la que servía para salar los jamones que luego se curaban con los fríos secos, y también la que evitaba los hielos invernales en las carreteras.
Tanto es así que, según cuenta Alvir, hubo tratos para vender las salinas a la Diputación de Valencia, que de esa manera se habría asegurado un suministro seguro y cercano a muchos de los puntos donde es preciso combatir las escarchas.
Hoy pueden verse todavía las eras, con el suelo de piedra y separadas por viejos tablones de madera, que se llenaban con el agua salobre que extraían del subsuelo; primero con una vieja noria, últimamente con un motor. Y luego la historia sabida: el agua se va evaporando y queda la sal, que se recoge y envasa. Al fondo quedan también medio en pie algunas construcciones del viejo complejo industrial.
Estas salinas datan del siglo XIII y fueron propiedad directa del Rey Jaime I, que obligaba a muchos territorios próximos a comprarle la sal, pero no debería ser muy gran negocio, o no lo podría controlar, porque lo arrendó.
En general, las salinas de tierra adentro, como estas, mantuvieron su viabilidad hasta que se modernizaron los transportes por carretera. La rapidez y flexibilidad que permiten las grandes vías y los camiones permitió acercar la sal de las grandes explotaciones mecanizadas junto al mar, que compiten por precio, con lo que las pequeñas explotaciones se ven abocadas a cerrar. Ahora les queda una nueva vida por su atractivo histórico y turístico, y eso es lo que pretende explotar Arcos de las Salinas.
Para tocar las estrellas
Y junto a las salinas, el proyecto Galáctica. Bueno, junto a ellas no, pero cerca, en lo alto de un monte que queda próximo al pueblo, por encima del mismo y a cubierto de su escasa incidencia lumínica. Porque en esta zona alejada de las grandes urbes y centros industriales, resulta que lo que fue causa de emigración, porque no había trabajo al estilo clásico, ahora se quiere convertir en renovado polo de atracción.
Aquí estamos en una de las áreas más privilegiadas de España para las observaciones astronómicas, porque se unen las virtudes de unas tierras altas (por encima de los mil metros) con unos cielos limpios de polución y exentos de contaminación lumínica, por lo que es mucho más fácil 'atrapar las estrellas'.
De hecho, en el cercano Pico del Buitre se está construyendo -auspiciado por el Gobierno de Aragón- el Observatorio Astrofísico de Javalambre, destinado a fines de investigación universitaria. Galáptica tendrá un componente más popular y funcionará a partir del 'tirón' del hermano mayor. La idea es fomentar el conocimiento y la difusión práctica de la Astronomía. Al nivel que cada cual desee: observando por sí mismo a través de los diversos telescopios que se instalarán, siguiendo las observaciones de los más experimentados, asistiendo a sesiones guiadas o a clases de divulgación, etc. Y todo ello combinado con otros atractivos turísticos, tanto en tierras turolenses como valencianas, porque el alcalde Alvir ya ha trazado un acuerdo de colaboración con la cercana y bella población de Alpuente.
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