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Ripollés, en el salón de su casa de Mas de Flors. / Txema Rodríguez
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Ripollés: «No soy un artista del PP»

A sus 80 años el escultor de Castellon se come dos guindillas diarias, duerme cuatro horas y ayuna durante todo el día

ARTURO CHECA

Jueves, 31 de enero 2013, 03:23

Juan García Ripollés (Alzira, 1932) ha expuesto en París, Nueva York, Ciudad de México, Eindhoven, Bruselas, Chicago, Miami, Castellón, Valencia, Alicante, Madrid... Hasta en el World Art Museum de Pekín. Su director, Fen Guangsheng, comparó a 'Ripo' («si me llaman Juan me siento raro») con Miró, Picasso o incluso Dalí. Nada le impediría caminar a dos palmos del suelo. Pero si un día te plantas en La Cucala, su casoplón de tres pisos de Mas de Flors, un puñado de casas con veinte vecinos y un tesoro de silencio a veinte minutos de Castellón, aunque no lo conozcas de nada te abre las puertas de su taller y al mismo tiempo hogar. No solo eso: enciende la chimenea y echa cuchillo al jamón pata negra de la cocina. Es más: abre la nevera para que te sirvas una cerveza y planta un Rioja Reserva 2004 en una mesita del comedor atestada de catálogos del IVAM, libros de arte y un pequeño canasto hasta arriba de los monóculos que el artista cuelga de su oreja derecha.

En el salón de lo que hace años fue una casa de labranza no dejan de oírse rebuznos. No es que conviva con un burro, aunque tiene hasta cuatro en el establo. Entre gallinas y un huerto granado. El rebuzno proviene de su móvil. Es el politono de su teléfono. Ninguna virguería tecnológica. Lógico en alguien que se refiere a internet como «el aparato ese». Su móvil rebuznaba ayer sin cesar. La caída por el viento de la estatua de Ripollés en una de las rotondas de entrada a Castellón lo ha vuelto a colocar en el candelero. Los medios no cesan de reclamarlo. Ayer, en menos de una hora, lo hicieron La Sexta, Efe y Mediterráneo de Castellón. No tanto por el derrumbe de la escultura de más de 30 toneladas y 25 metros de altura levantada en honor a las víctimas del terrorismo. Sobre todo por los 'susurros' que Ripollés confesó haber mantenido con la estatua.

Tras venirse abajo el monumento, 'Ripo' pasó cinco horas 'velando' a su criatura. De cuatro de la madrugada a la nueve de la mañana del lunes. «Me transmitió muchas sensaciones. Y al final me convenció de que debía dejarla como está. Es un monumento a las víctimas del terrorismo. Y como ellas, ahora siente dolor a causa de un golpe. Está desgarrada por un impacto de la vida». LAS PROVINCIAS pasea junto al artista en la rotonda de Castellón escenario del siniestro. El paso de los coches se convierte en un circo. Cláxones de los vehículos, gritos de 'Ripo, campeooón', 'déjala como estaaaa' y otros no tan favorables como '¡lladreee!' o '¡ahora levantas otra estatua!'.

El autor de la obra (presupuestada en 300.000 euros) que recibe a los viajeros -o más bien recibirá...- del aeropuerto sin aviones de Castellón despierta amores y odios a partes iguales. A él le resbalan las críticas. Casi todas... «Yo no sé cuántas veces tengo que repetirlo... A mí no me dan de comer los encargos públicos. Yo no soy un artista del PP. No hay más que remontarse al pasado. La primera obra pública para Castellón, un mural, me lo hizo Antonio Tirado, el primer alcalde socialista de la capital. Lo que me pagaron lo doné a la ciudad».

Los ojos de Ripollés chispean en cada momento. Normalmente de vitalidad. Aunque cuando habla de política, centellean. Casi tanto como las ascuas que brillan a sus espaldas en el taburete en el que toma asiento en su casa. «A ver si logro explicarme... A mí el PP no me ha encargado nunca un trabajo (aunque pasa por alto que Aerocas, la empresa que gestiona el aeropuerto de Castellón, es de titularidad pública). Es más. De la estatua del aeropuerto aún no he visto ni un duro. Estaba presupuestada en 300.000 euros y acabó costando 557.000. La diferencia la he puesto yo...». Asegura que son «varias» las esculturas en Castellón que aún no ha cobrado. El dinero, dice, le viene de fuera: «Me acaban de llamar de Francia para encargarme una estatua de cuatro metros por 50.000 euros».

'Carlitos' Fabra

A Carlos Fabra lo conoció «cuando andaba a cuatro patas». Literal, pero mejor explicarlo... «¡Carlitos, Carlitos!», llamaba Ripollés al expresidente de la Diputaciónla primera vez que lo vio. 'Carlitos' era solo un bebé y el artista era entonces un pintor de brocha gorda que fue a encalar la casa de los padres del futuro mandatario. Hoy sigue defendiendo su amistad. «Pese a quien pese y me cueste lo que me cueste. Carlos es una gran persona. Por ahora lo que le achacan es presunto. Es víctima del mayor defecto de este país: la envidia. Como yo».

'Ripo' habla sin parar de mover unas manos combadas por la artrosis, roña de esculpir en las uñas y dedos tintados de rojo y azul. Lleva por lo menos dos vidas a la chepa. «Pero no estoy malo de nada. Bueno, sí: en un análisis me salió la testosterona por las nubes. Me gusta mucho 'eso'...», y ríe con una mirada casi de fauno. En la cama no le suenan las seis de la mañana. «No más de cuatro horas de sueño». Desayuna unajalea real y té salvaje. Raro es el día que se mete en el cuerpo algo más hasta la noche. «Si acaso una lechuga a mediodía de mi huerto, lavada y sin aliñar». Su secreto, un pastillero que saca con mimo del bolsillo izquierdo de un pantalón pintarrajeado: dentro hay guindillas. Se come dos al día.

Dos de sus señas de identidad no son pose. El eterno palito de romero que siempre rumia es la herencia de una dentera por la que el médico le aconsejó usar palillos. Y las 'antenas' del pañuelo que usa como sombrero, la forma de saber qué parte es la delantera de su gorro.

Y hay que verlo para creerlo: a sus 80 años, se sube los 12 escalones al segundo piso de su casoplón a la carrera y de un tirón. Ripollés en estado puro.

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