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BURGUERA
Viernes, 26 de abril 2013, 11:17
Lo que más preocupaba a Eisenhower, comandante supremo de las tropas aliadas, los días previos al desembarco de Normandía no era ni el Muro Atlántico construido por Hitler, ni las 20.000 minas con las que Rommel trufó la costa francesa, ni las miles de bajas más que posibles que se producirían cuando sus 200.000 soldados pusiesen un pie en la playas francesas. Eisenhower preguntaba constantemente por una sola cosa: la previsión meteorológica. Los libreros participantes en la Fira del Llibre que se inauguró ayer tampoco se dejan intimidar por el descenso del consumo o los bajos niveles de lectura. Su principal temor es otro: la previsión meteorológica. El mayor certamen literario de la Comunitat, quizá el evento cultural más multitudinario, comenzó bajo el agua. Los libreros miraban al cielo, quizá pidiendo ayuda, pero sobre todo vigilando las nubes.
La lluvia es una amenaza muy seria para las 70 casetas que componen la Fira. El pronóstico señala como muy probable que también llueva hoy, mañana y pasado mañana, con lo que se estropearía uno de los dos fines de semana del certamen, situado en Viveros hasta el próximo 5 de mayo. Los sábados y domingos, así como el festivo 1 de mayo, generan el 80% de las ventas de los puestos, según libreros consultados, que señalaron que la lluvia recorta en un 60% las ventas respecto a un día soleado de fin de semana.
«Esperemos que el tiempo se porte bien porque está todo el mundo muy preocupado», admitió la diputada responsable del Área de Cultura de la Diputación de Valencia, María Jesús Puchalt.
San Marcos y los 40 charcos
La lluvia ya arrasó la feria del libro viejo que se celebró durante el mes de marzo en la Gran Vía de Valencia. Incluso se les fue la luz el primer día. A la inauguración de aquel certamen tampoco acudió la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que este año se ausentó también de Viveros. Hacía diez años que no faltaba Barberá al arranque oficial de la Fira. En 2002 también excusó su presencia por el mismo motivo que en esta ocasión: 25 de abril, Día de Les Corts, institución que inauguró una exposición y despachó un pleno durante la mañana de ayer, jornada en la que también celebraron su onomástica todos los llamados Marcos. Por cierto, si llueve en San Marcos 40 días charcos, según el refrán. Otro mal augurio.
No obstante, el flamante presidente del Gremi de Llibrers de Valencia, David Cases, rechazó los «oscuros pronósticos» e ironizó sobre la «fértil imaginación» de «los profetas de la calamidad». Cases advirtió que «más difícil parecía llegar a América, y se llegó», por lo que calificó la Fira como «hija del entusiasmo», y arengó a los libreros y a sus lectores a visitar el paseo Antonio Machado del céntrico jardín donde se espera que acudan cerca de 400.000 valencianos a lo largo del certamen.
Sin alcaldesa ni consellera de Cultura al frente de la comitiva, el recorrido inaugural contó con el secretario autonómico de Cultura, Rafael Ripoll; la concejala de Cultura del Ayuntamiento, Mayrén Beneyto, la ya mencionada Puchalt así como el rector de la Universitat, Esteban Morcillo, el presidente de la Associació d'Editors, Jesús Figuerola y gran parte de los responsables del área cultural municipal y autonómica de los partidos de la oposición.
David Cases aprovechó para reclamar un Plan de Fomento de la Lectura «porque es un hábito humanamente saludable y además provechoso». De cara a esta feria, el presidente del Gremi señaló que la oferta de libros es «muy variada». Desde Bibliocafé, José Luis Rodríguez apuntó a que el certamen recién inaugurado podría ser «el de la novela negra. Contamos con autores valencianos como Ramón Palomar, y también vendrán otros escritores como Lorenzo Silva».
Ripoll destacó que el certamen mantiene la misma cantidad de casetas que otros años pese a ser «una época complicada». Desde el PSPV, se denunció la falta de ayudas a la Fira y al fomento de la lectura.
Una vez los altos cargos abandonaron Viveros, los libreros continuaron ordenando sus casetas. Miraban al cielo. Igual que en Normandía hace 69 años. Eisenhower tenía motivos para preocuparse. Aquel 6 de junio de 1944 llovió, sufrió miles de bajas, pero al final ganó la guerra.
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