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Curro Díaz, ayer, en la plaza de toros de Valencia. :: TXEMA RODRÍGUEZ
Curro Díaz, la estocada del año
Culturas

Curro Díaz, la estocada del año

El torero de Linares cortó la única oreja en una tarde en la que el valenciano Pascual Javier tomó la alternativa

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Domingo, 12 de mayo 2013, 03:09

De la corrida de ayer me quedó con un manojo de naturales a cámara lenta, muy abandono, de Curro Díaz al segundo de la tarde y sobre todo con un estoconazo, un volapié de ley, la estocada de la tarde se podría decir pero me quedaría corto, en realidad fue la estocada de la temporada mientras no venga nadie a mejorarla. Y no va a ser fácil. Se perfiló en corto el torero de Linares, encunado, con la espada mirando a las nubes en ese etilo tan de moda que trajo el Joselito de Madrid y atacó en la rectitud. El encuentro fue de una espectacularidad dramática, la mejilla del torero se tintó en sangre y la plaza se levantó como un resorte. La gente se miraba y asentía emocionada: ¡Así se matan los toros!. Y seguían asintiendo mientras el de Valdefresno, bajo y badanudo, fino de cabos y bien armado, defendía su equilibrio y afloraba su raza de bravo hasta donde no le alcanzaban las fuerzas.

En una tarde de la que se esperaba más, en los toros siempre se espera más, hubo otros pasajes marcados por la emoción. Los de Pascual Javier fueron más personales. Tomaba la alternativa, el sueño de todo el que siente la locura del toreo y aunque no fue lo brillante que se desea y se necesita para ganar futuro, cumplió el trago con una actuación presidida por la disposición y una tranquilidad nada fácil de conseguir. Vistió de blanco y plata, brindó a su padre, recibió los trastos de manos de Curro Díaz que le cedió el turno de apertura para que estoquease a «Buscador», negro, de 502 kilos marcado con el número 159. Pascual se mostró sereno, amarró los nervios, sacó muletazos templados y debió notar el aprecio de la afición que le mostró su cariño. En su segundo volvió a mostrarse voluntarioso y no muy acertado con la espada.

Galván en trance de debut mostró buenas maneras y especialmente en su primero cuajó momentos de los que hacen creer que lleva un espléndido torero dentro. Ayer necesitaba más que eso pero no retrocedió. No es diestro de arrebato, cualidad que seguramente le da crédito entre los aficionados y le distancia del público.

Era el festejo que honraba a la patrona de la ciudad. Hábito que no debe perderse. Hubo previo festivo. También muy ligado a la cultura de la tierra, el estreno de un pasodoble, el «plaza de toros de Valencia», obra de José Vicente León y Rebeca Capella que interpretó la banda de Gilet desde el ruedo. Se lidiaron toros de Valdefresno. Bien armados, con el trapío propio del encaste, más hechurados y bajos los tres primeros que dieron más juego, más grandones los tres últimos, nobles en general, no sobrados de fuerzas o eso parecieron de principio aunque luego no se cayeron. A alguno como al tercero lo sometieron a una lidia infame y aún así mostró estilo. En general los diestros no se acabaron de acoplar a su estilo de embestir que no tiene que ver con los Domecq tan de moda.

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