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Valencia

San Juan, de la tradición al botellón

Los hosteleros de la Malvarrosa lamentan que los tempranos cortes de tráfico impidan a los clientes llegar a los restaurantes

Isabel Domingo

Lunes, 17 de junio 2013, 03:34

La noche de San Juan se ha adelantado este año una semana en forma de polémica, tras conocerse que la verbena que organiza la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia no podrá celebrarse por la denegación de la Demarcación de Costas, que alega, entre otras cosas, la falta de un aval municipal y la gran afluencia de gente que acude para encender las hogueras y no faltar a la cita de saltar las olas mediterráneas. Unas 100.000 personas se acercaron el pasado año hasta las playas.

Una tradición que en el caso de Valencia es muy reciente, de apenas 25 años atrás. La gran fiesta nocturna de San Juan, la que en los últimos años deja toneladas de residuos en la madrugada y atrae a jóvenes con bolsas de botellas de alcohol, se reduce a la última década.

El cambio llegó con los rituales de las autoproclamadas brujas, con las verbenas vecinales y con la llegada de los Erasmus. Las buenas temperaturas, la finalización de los exámenes y las ganas de fiesta de la juventud propiciaron la transformación. Porque la tradición de San Juan existía en los Poblados Marítimos pero asociada a un día familiar, una jornada playera en la que se compartían los caracoles o la titaina caseros con las clóchinas, la ensalada y la bebida que se pedía en los merenderos de la playa.

El día 24 de junio era, junto al 18 de julio (el de la paga extraordinaria), el mejor del año en cuanto a recaudación de estos hosteleros gracias a la visita de las familias y vecinos. En cambio, actualmente, los hosteleros se quejan de que mucha gente va ahora directa al botellón, con bolsas de bebida, y no a cenar.

«Recuerdo los buenos tiempos, cuando llegábamos a preparar 300 bocadillos y encargábamos hasta 10 sacos de clóchinas. Era el principio del verano y el día en que más trabajo teníamos. Ahora con suerte vendes como mucho cuatro bocatas y medio saco de clóchinas porque la gente se va directa a la orilla al botellón», recuerda Amparo Ripoll, de la Herradura.

En la asociación de vecinos del Cabanyal-Canyamelar también rememoran esos años, cuando San Juan se celebraba de forma más familiar. «La gente iba a los merenderos que había en la arena, se hacían cuatro hogueras y la gente iba a mojarse los pies y ya está. Ahora pensamos que hay demasiado botellón y nos colapsan el barrio con el tráfico», indica Vicente Guallart.

Desde Astilleros Palau, toda la vida construyendo barcos frente al mar, detallan que antiguamente «venía gente a pedirnos las maderas sobrantes de los barcos para hacer la hoguera, pero antes era algo más tranquilo. Ahora hay demasiada juerga y botellón».

Fotógrafos como Juan B. Ferrando comentan que antes «no estaba masificado. La gente del barrio y las fallas de la zona tomaban clóchinas y caracoles en la playa, pero no había este colapso». También lo recuerda así Miguel Ángel Belenguer, presidente del Ateneo Marítimo.

En el libro 'Historia del Cabanyal. Siglo XX y un incierto futuro', de Antonio Sanchis Pallarés, el autor rememora que, desde la década de los 80, las asociaciones de vecinos contribuyeron a popularizar la zona. «Bajo el lema 'Per la mar neta', desde 1982, las asociaciones se concentran en la rotonda de Las Arenas, con la colaboración de la orquesta Pescadilla y el grupo Carraixet; mientras, en los tenderetes montados al efecto, se ofrece al público 'porrat', horchata, refrescos, vino y sardinas asadas», cita en el libro.

Una anécdota de 1991 es que, coincidiendo con una campaña publicitaria, se llegó a plantar en San Juan una falla en el agua. Lo explica el artista fallero Manolo Martín: «Lois montó una acción para lavar a la piedra un pantalón vaquero gigantesco que colgaba de un helicóptero. Con Sáez Merino y el artista Antoni Miralda, mi padre creó una falla: era el Miguelete, de 14 metros de altura, y se puso en el mar sobre una plataforma flotante de madera».

Eran otros tiempos. Ahora, los hosteleros de la Malvarrosa, que apoyan esta tradición de la noche de San Juan, lamentan que se corten tan pronto los accesos a la playa por el perjuicio para sus negocios. «No vemos lógico que a mitad de la tarde ya estén cortando las calles porque impiden que nuestros clientes puedan llegar. Llevamos años reivindicando que se regule mejor el tráfico», comenta Ginés Navarro, del restaurante La Murciana. «Lo que ocurre es que la gente mayor se desplaza en coche y, como tienen que pasar tanto suplicio para llegar a media tarde a los restaurantes, acaba dejando la cena para otro día. Deberían de solucionar el problema», añade Amparo Ripoll.

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