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Politica

Blasco, 30 años moviendo los hilos

La fama de estratega no le ha servido para evitar que dos causas judiciales le apartaran a finales de los 80 y ahora de la primera línea política Después de treinta años en la cocina del poder, el PP obliga al veterano diputado a formar parte del grupo de no adscritos

J. C. FERRIOL

Lunes, 1 de julio 2013, 02:46

25 de junio de 2013. Rafael Blasco presenta en el registro de Les Corts un escrito por el que solicita su baja del grupo parlamentario del PP y su incorporación al de los no adscritos. El veterano parlamentario desiste in extremis de mantener su pulso con Alberto Fabra y forzar una votación entre los diputados, que tenía perdida de antemano, para decidir sobre su expulsión. Una entrevista en televisión unos días antes, en la que atribuye a una decisión de su propio partido la personación de la abogacía de la Generalitat en el caso Cooperación en el que está imputado y la petición de 11 años de cárcel, sirve de justificación a la dirección popular para poner fin a la militancia en el PPCV de Blasco y para inhabilitarle para representar al partido. Fabra salva un 'match-ball', pese a que el horizonte judicial que afecta al PP valenciano sigue igual de negro.

La de Blasco es la muerte política del exconseller más prolífico de la autonomía valenciana -siete carteras con cuatro presidentes de la Generalitat-. Una caída que, con 68 años de edad, se antoja definitiva, pese a que la etiqueta de estratega y conspirador que le ha acompañado durante toda su actividad política hace sospechar a más de uno que su retirada pueda tener más de repliegue forzoso que de despedida. «En el PP se equivocarán si piensan que ya han resuelto el tema Blasco», afirma un excargo socialista.

En el PSPV saben bien de lo que hablan. A Rafael Blasco ya se le había dado por muerto, políticamente hablando, claro está, a finales de la década de los 80. El político de Alzira era por aquel entonces uno de los principales barones territoriales del socialismo valenciano. Blasco había ingresado en el PSPV tras su paso por el PCE (ML) y por el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP) -llegó a estar en prisión en Barcelona durante la última etapa del franquismo-. El estimable salto ideológico que supuso su incorporación en el PSPV permitió a Blasco pasar del idealismo revolucionario de aquella organización clandestina a una formación política llamada a gobernar las instituciones.

De trato personal afable, cautivador según muchos, el entonces joven político de Alzira se convierte en una de las personas de confianza de Joan Lerma, que le nombra subsecretario de Presidencia de la Generalitat. Allí conoce a Consuelo Císcar, entonces secretaria del jefe del Consell, y a Josep María Felip, primer funcionario y asesor de Lerma. Blasco participa en la elaboración de algunas de las leyes más importantes que dan lugar a la creación de la arquitectura institucional de la incipiente autonomía valenciana. Es allí donde descubre también el poder y la influencia, que van aparejados al cargo.

El dirigente socialista es el máximo referente del blasquismo, una corriente dentro del PSPV que incluye a sus hermanos Francisco -presidente de la Diputación y alcalde de Alzira- y Jordi (diputado nacional) y que tiene en la Ribera Alta su origen y su área de máxima influencia. Blasco tiene el viento a favor mientras goza del respaldo de Lerma, con el que ocupa varias carteras, incluída la de Presidencia. Pero un movimiento estratégico en clave orgánica, la alianza con Ciprià Ciscar -el tradicional contrapoder de Lerma en el socialismo valenciano- hace perder a Blasco el favor del líder del partido. Alguien podría pensar, visto lo ocurrido esta semana, que se trata de escenarios paralelos.

El caso es que la consecuencia de aquella situación deja al dirigente alzireño sin protección interna. Por eso, el día que Blanca Blanquer -entonces directora general de la COPUT- denuncia en fiscalía un supuesto amaño para una reclasificación de terrenos, y los posteriores pinchazos telefónicos revelan un supuesto fraude en la venta de un solar propiedad del Instituto de la Vivienda (IVVSA) en Paterna, junto a RTVV (en cuya tramitación el voto de Blasco resultó determinante), la dirección de su partido no mueve ni un dedo para socorrerle -José Sanus informa al jefe del Consell de lo ocurrido-. El día de los inocentes de 1989 Lerma destituía a Blasco como conseller y firmaba la que debía de ser su primera muerte política.

Escuchas anuladas

La historia demuestra, no obstante, que no fue así. Blasco deja el Consell pero no abandona ni su escaño ni la condición de militante del PSPV. La causa judicial, instruida en el TSJ por Juan Climent -el juez de la causa de los trajes de Gürtel-, termina siendo archivada después de que el tribunal invalide las escuchas que habían sido determinantes para comenzar la investigación. En 1991 se firma la absolución de los acusados. Unos pocos meses antes, el Tribunal Supremo había decidido archivar el 'caso Naseiro' tras considerar que las grabaciones teléfonicas intervenidas vulneraban el derecho a la intimidad de los acusados.

El PSPV da por acabado a Blasco. Pero éste, tras un breve paso por su plaza de interventor municipal en Algemesí, comienza a maniobrar para recuperar visibilidad política. Su primer intento, el de confomar la Convergencia Democrática Valenciana, una organización política dirigida a agrupar el valencianismo político, termina en fracaso. El Partido Socialista Independiente (PSI), la formación en la que se refugia su hermano Francisco tras la operación del propio PSPV para apartarlo de la alcaldía de Alzira en 1992, tampoco es ajena al exdirigente socialista.

Con Eduardo Zaplana al frente del PP valenciano, Rafael Blasco y Consuelo Císcar encuentran el espacio político en el que desarrollar lo que muchos han tildado de venganza hacia el PSPV. Exdirigentes de esta formación sostienen que Blasco se acerca al expresidente de la Generalitat y del PP valenciano con el argumento de que dispone de información 'sensible' de algunos de sus principales responsables. Con más visos de leyenda que de realidad, se asegura también que Blasco cuenta en aquella época con contactos en el segundo escalón del Gobierno valenciano aún dirigido por Lerma que le permiten conocer las interioridades de ese Consell. En todo caso, la influencia de Blasco ayuda a Zaplana a ofrecer un perfil más socialdemócrata, alejado de la derecha tradicional valenciana, que también le ayuda a presentarse ante la dirección nacional de su partido con un aspecto mucho más moderado.

Lo cierto es que tras su victoria electoral, Zaplana sitúa a Blasco al frente de la dirección general de Planificación y Estudios de Presidencia de la Generalitat. El exdirigente socialista recupera la visibilidad política perdida, y lo hace de nuevo desde la cocina del Ejecutivo valenciano. A su trabajo se le atribuye la labor de desgaste y laminación del valencianismo político representado por Unio Valenciana, y que permite al PP valenciano pasar de una mayoría simple (41 diputados sobre 89 en 1995) a mayoría absoluta cuatro años después. Miembro del Consell desde 1999, también lleva su firma la estrategia dirigida a recortar el poder local del PSPV -el PSI de unos años antes termina siendo el inspirador del PSD, una formación que en las elecciones de 2007 logra alguna representación municipal, pero que, especialmente, permite mantener la imagen del PSPV como partido roto en mil pedazos -su presidente es el exalcalde socialista de Vall d'Uixó y exdiputado autonómico Ernest Fenollosa-. Ya con el Gobierno de Francisco Camps -Blasco es de los primeros dirigentes populares que se sitúa a su lado en la batalla con Zaplana a su llegada al Consell-, al estratega del PP se le atribuye también el nacimiento de Favcova, la federación de asociaciones de vecinos impulsada para fragmentar al movimiento vecinal aglutinado en Cave-cova, cercano al PSPV. Al frente de Favcova figuraba Fernando Piera, que fue secretario general del PSD. Con una forma de hacer similar, Blasco impulsa también la Federación de Asociaciones para el Codesarrollo, que copa las subvenciones de Solidaridad cuando éste accede al cargo y desplaza a la Coordinadora de ONG. «Son paraetas», denuncia un cargo socialista, que relaciona con Blasco a la Asociación contra la Corrupción que hace días denunció a Castellano y a Fabra.

Sus detractores le atribuyen una ambición de poder sin límites y una voluntad casi obsesiva, en distintas etapas de su vida política, por la visibilidad en los medios de comunicación. «En el PP tampoco le han llegado a considerar nunca como uno de los suyos. Su alianza con Rus es coyuntural», reprocha una fuente parlamentaria. Los que le temen especulan con una inmensa capacidad de trabajo, puesta al servicio de recopilar información y documentación -se le atribuye el encargo de expedientes sobre cargos políticos de todo pelaje- capaz de tumbar al más pintado. «Ha estado toda la vida, ha sido testigo de todo y sabe de todos», señala un colaborador del exdiputado popular.

Odiado y temido a partes iguales en ambos lados del arco parlamentario, aseguran algunos de los que le conocen que resulta inexplicable que se haya visto envuelto en un problema judicial como el que le afecta precisamente en la cartera, de las que ha ocupado, con menor margen presupuestario. Es cierto que para mantenerse treinta años en primera línea ha tenido que dar volteretas de todos los tipos. Pero a nadie se le escapa que si no dispusiera de una indiscutible capacidad política para reinventarse, esa trayectoria habría resultado imposible.

Nueva causa

Ahora, interesado según dice en el estado de salud de Mandela, Blasco vuelve a tener ante sí un horizonte judicial complicado -sólo le queda la baza del recurso ante la Sala del TSJ antes de que el instructor abra juicio oral- por las subvenciones a la Fundación Cyes (por las que le piden hasta 15 años de cárcel). Y los tribunales aún tienen pendientes otra pieza de Cooperación e investigan ya sus contratos al frente de Sanidad. Una entrevista en televisión ha permitido a Alberto Fabra librarse de un problema, el que generaba que el trato al imputado Blasco fuera distinto al del resto de diputados en su misma situación judicial. Un error de estrategia, para algunos, que sitúa en la práctica a Blasco fuera de la disciplina del PPCV. ¿Políticamente muerto? Parece razonable pensar que a Blasco no le queden ya cargos públicos que ocupar. Pero la capacidad de maniobra, aseguran sus íntimos, la conserva toda.

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