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J. BATISTA
Viernes, 26 de julio 2013, 02:45
La pasada semana se registró el peor incendio de todos los que han afectado a la Comunitat en lo que va de verano. Uno de los focos se situó en el término municipal de Benaguasil, junto a una central eléctrica, y se extendió por el parque natural del Turia, un espacio protegido que recorre nueve localidades y que se ha convertido en uno de los más utilizados por ciclistas y vecinos gracias a la continuidad que ofrecen las sendas y caminos habilitados entre Vilamarxant y Valencia.
Su propagación fue especialmente rápida, como prueba la movilización de once medios aéreos y varios centenares de brigadistas forestales y bomberos para luchar contra las llamas, que se aliaron con la acumulación de cañares y maleza seca, que actuó como el combustible perfecto. El resultado: 78 hectáreas calcinadas y 200 personas desalojadas de manera preventiva.
La proliferación de la arundo donax (la caña común) no es un problema concreto de la zona afectada, pues está presente a lo largo de todo el parque, lo que unido a la maleza que toma las parcelas sin uso y la cantidad de basuras y escombros arrojados de manera inconsciente multiplica las posibilidades de que se produzca un desastre forestal.
Es una realidad que conocen muy bien los integrantes de la Coordinadora en Defensa de los Bosques del Turia, una de las entidades que más ha insistido en la necesidad de eliminar las cañas antes de la época estival. «Hasta la década de los 70 se le daba diferentes usos, lo que permitía liberar los espacios, pero desde que se dejó de aprovechar proliferan y es un gran conductor del fuego, sobre todo el tronco leñoso. En la actualidad todo el río está colonizado», explica Ángel Morales, su presidente. La asociación ha solicitado varias veces a todas las administraciones implicadas que las cañas sean retiradas de manera preventiva, ya sea a través de talleres de empleo u otro tipo de iniciativas. Por ejemplo, participan en una actuación relacionada como la bioconstrucción para su aprovechamiento. «Desde la Confederación Hidrográfica del Júcar se realizan algunas fumigaciones, pero los tratamientos deben tener continuidad porque si no se regeneran», añade Morales.
«No entendemos que si todos los responsables políticos asumen que los costes de prevención siempre son infinitamente inferiores a los de extinción, no se tomen las medidas necesarias para establecer un adecuado sistema de prevención, que conllevaría la creación de puestos de trabajo estable y evitaría los riesgos de pérdida de vidas humanas que se pueden producir en las extinciones», argumenta la Coordinadora en su blog respecto al último incendio. Para el presidente, la existencia del combustible y la presencia de pirómanos en la zona -se cree que el último fuego fue provocado- disparan el índice de riesgo. A su juicio, si las condiciones meteorológicas de la pasada semana hubieran sido peores se habría producido un daño incalculable.
Lo habitual es que todos los años se detecten varios incendios en el parque, la mayoría conatos que son sofocados rápidamente. Sucede por ejemplo en el tramo situado a la altura de Manises, el que más sufre la presión urbana, cuyo acceso presenta una clara imagen de abandono con restos de basuras y fogatas.
De hecho, el paisaje del parque natural cambia en esta zona con la presencia de parcelas agrícolas, viviendas dispersas y algún edificio abandonado del que no queda ni rastro de metal. También hay escombreras, como las acumuladas debajo del puente de la N-220 que une la población con Paterna, por no hablar de los desperdicios que río arriba se acumulan tras el fin de semana junto a los merenderos situados al pie de la presa. «Si pasas pronto, antes de que lleguen los servicios de limpieza, el espectáculo es dantesco. Es difícil entender cómo hay gente tan incívica», dice Rafa García, usuario que habitualmente recorre el parque en bici.
Ángel Rosaleny tiene un terreno en la zona más próxima a Manises, junto al vertedero del puente. Apunta que hace tres o cuatro años la basura era recogida por la contrata municipal, algo que ya no se hace. Eso sí, reconoce que zonas como el merendero citado están más cuidadas por parte del ayuntamiento, lo mismo que sucede con la fuente ubicada junto al azud.
«Por aquí hay corrales con gallinas y caballos, lo que junto a la basura hace que proliferen las ratas», añade mientras se toma un descanso junto a un par de amigos. «Todos los días encuentro alguna en los cepos», explica resignado. Uno de los acompañantes aporta su opinión sobre las cañas. «Si se eliminaran el río sería más accesible para la gente del pueblo» explica. «Esto es de todo menos un parque. Quizá los jóvenes lo verán así algún día», sentencia Ángel, que mientras tanto tendrá que seguir poniendo trampas.
Pedro suele estar en la zona del azud. Tiene la intención, junto a otros vecinos de Manises, de crear una asociación sociocultural que entre sus funciones tendría la de encargarse del mantenimiento si se lo permite el ayuntamiento. «Si no se hace el parque se degradará de manera definitiva, a pesar de la cantidad de millones de euros que ha costado adecuarlo, porque aquí nadie baja a limpiar», comenta.
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