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M. GONZÁLEZ
Jueves, 8 de agosto 2013, 19:18
Los gorrillas han acabado por conquistar las zonas más transitadas de la ciudad en estos días de verano. Y la impotencia se ha hecho con el ánimo de los 615 colaboradores de la Policía Local que trabajan día a día por disuadir su presencia sin saber ya qué más hacer para conseguirlo.
El paseo marítimo de la capital y los miles de turistas que atrae cada día son el objetivo preferido de las decenas de gorrillas que se congregan en la playa todos los días. Concentrados sobre todo a partir del balneario Las Arenas, en dirección a la Patacona, se mezclan con los colaboradores a los que vencen en número y a base de intimidación. Éstos no tienen ninguna autoridad y los aparcacoches ilegales lo saben a la perfección.
El único recurso que tienen los colaboradores cuando se ven abrumados es una llamada a la Policía Local. Ésta recorre todo el paseo en coche consiguiendo dispersar a los aparcacoches, aunque sólo sea por unos minutos. A su paso, la patrulla saluda a cada uno de los voluntarios para mostrarles que pertenecen todos al mismo equipo y para que los gorrillas vean que éstos cuentan con el respaldo de las autoridades. Los gorrillas, por su parte, se esconden agachados tras el primer coche que encuentran y no tardan ni un segundo en volver a indicar el aparcamiento a los vehículos que van detrás de la patrulla.
Los colaboradores aseguran que no pueden hacer nada si varios gorrillas invaden la zona en la que ellos trabajan, porque plantarles cara es «un gran riesgo». La policía, por su parte, solo puede darles toques de atención e imponer multas, aunque en su mayoría nunca llegarán a cobrarse por la insolvencia de los sancionados y por la dificultad de hacerles llegar la multa.
Ante la ineficacia de la vía judicial para solucionar el problema, hace un año se tomó la medida de los colaboradores, condenados a trabajos sociales, para ayudar a erradicar a los gorrillas. Desde entonces ha disminuido el problema en algunas zonas, pero no se ha erradicado. Las que mayor número de gorrillas concentran y en las que se destinan más colaboradores son los entornos de los hospitales, centros comerciales y playas. Los voluntarios tienen un margen de actuación estrecho y solo pueden intentar ejercer su trabajo.
Los usuarios de las playas sufren las «molestias» de estos gorrillas, y la «coacción» para darles dinero si quieren estar «tranquilos» con que a su vuelta «el coche esté en perfectas condiciones», asegura un usuario. Además, destacan que ni siquiera «en uno de los pocos aparcamientos gratuitos de la ciudad», el del paseo, se libran de pagar.
El problema no sólo afecta a vecinos y usuarios, sino también a los empresarios y trabajadores de las zonas playeras que conviven diariamente con esta situación. «Esto está por toda la ciudad, pero sí que es verdad que ahora con el verano hay muchos gorrillas en las playas, y es una pena», explicó el presidente de la Asociación de Hosteleros de Las Arenas, José Miguel Bielsa. «A los turistas, como a cualquier persona, los coaccionan y les persiguen hasta que les dan dinero. Andan a sus anchas», añadió.
«Lacra» en Valencia
El presidente de los hosteleros dice no saber quién tiene responsabilidad sobre este asunto, pero reconoce que ha viajado mucho y que esto «no se ve en otras ciudades». De esta manera, opinó que deberían fijarse «en otros lugares para ver cómo han solucionado ellos el problema», ya que se trata de «una lacra que se ha instalado en Valencia y no hay forma de quitarla».
En la misma línea, el vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia, Antonio Pla, afirmó que los vecinos que hacen uso del espacio público para aparcar «no tienen por qué ser sometidos a dos tasas». Así, reconoce que la Federación ha llevado ya en otras ocasiones el problema de los aparcacoches ilegales a diversos foros para intentar encontrar una solución. «No es función de los voluntarios acabar con los gorrillas. Los voluntarios no les pueden decir nada», aseguró Pla.
«La mayoría de las personas que se dedican a esto es gente que tiene algún tipo de problema, o bien dificultades económicas o con alguna adicción, por lo que necesitan conseguir dinero para sobrevivir», aseveró el dirigente vecinal. De este modo, según Pla, «la solución no tiene que pasar por medidas represivas o sancionadoras, sino que hay que profundizar en los problemas de estas personas y tratar de solucionarlos para que dejen que hacer estas prácticas». Por tanto, «hay que aplicar una solución más profunda y poner recursos para ello».
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