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HÉCTOR ESTEBAN
Lunes, 12 de agosto 2013, 19:00
Les Corts Valencianes no vivieron por encima de sus posibilidades. De hecho, en la hucha se guardaban millones de euros, más de 50, para inversiones y caprichos. Ahora, el Parlamento regional atraviesa penurias económicas con dos culpables muy definidos. Uno, Julio de España, un presidente manirroto. El otro, la Generalitat, que arrambló hasta el último euro para tapar agujeros por su mala gestión. Hoy, Les Corts amasa un patrimonio inmobiliario que no tiene salida y guarda estrafalarios tesoros detrás de sus muros, como una cafetería de lujo, paradigma del derroche de otros tiempos.
La Cámara regional pasó de ser una de las instituciones más ricas de la Comunitat a tener que suplicar a la conselleria de Hacienda a final de mes para pagar la nómina de funcionarios y diputados. Les Corts es rica en patrimonio pero pobre en liquidez. La institución amasa una fortuna en inmuebles, algunos de ellos en ruinas, mientras hace funambulismo financiero para poder afrontar sus gastos corrientes: al cierre del ejercicio pasado le debían dinero hasta al suministrador de garrafas de agua.
Julio de España llegó a la presidencia de Les Corts en 2003 de la mano de Eduardo Zaplana pero con Francisco Camps como presidente. El exministro de Trabajo lo colocó como guardián del hemiciclo. Los que le conocían ya advirtieron de que trataría de convertir el Parlamento valenciano en su cortijo, «como ya hizo antes en la Diputación de Alicante».
Una de las primeras decisiones que tomó el alicantino fue la de adjudicarse un plus de vivienda de más de 2.000 euros al mes para adquirir un piso en la calle Bélgica de Valencia que estuvo ocupado, principalmente, por su cuñada, a la que tenía contratada como asesora en el gabinete de Presidencia de Les Corts.
De España, al margen de aprobar la subida de sueldos a los diputados y comprar suntuosos regalos navideños -bolígrafos de alta gama personalizados, pantallas de plasma, PDA-, gastó dinero a espuertas. Su gran obsesión era adquirir toda la manzana de Les Corts que componen las calles Muro de Santa Ana, La Unió, El Salvador, Libertad y Conde de Trénor, a pesar de que tenía situaciones insalvables como el edificio de viviendas de la marginal que da al cauce.
La primera gran compra se produjo en 2005, en pleno boom económico en el que el ladrillo se pagaba a precio de lingote de oro. Les Corts, mediante subasta, se hizo con los dos edificios que forman el chaflán en la calle Muro de Santa Ana. En su bajos se ubica actualmente la popular Casa de los Dulces, la única fuente de ingresos del Parlamento regional ahora, ya que paga un alquiler a Les Corts.
La Cámara pagó 6,8 millones de euros por dos inmuebles que hoy presentan un estado de ruina. Dos edificios fantasmagóricos en los que hubo que invertir no hace mucho más de 30.000 euros para realizar una serie de obras de saneamiento para evitar derrumbes.
Ocho años llevan en un estado de semiabandono. Se compraron con la idea de ubicar allí, por ejemplo, las oficinas de la Sindicatura de Comptes, que paga un alquiler importante en la calle de San Vicente. La compra estaba dirigida a restaurar los inmuebles para ubicar dependencias para el personal.
A lo único que se ha llegado es a un acuerdo con una empresa de restauración de fachadas para que ponga una lona de protección con su respectiva publicidad. A cambio, esta firma se ocupará del mantenimiento del edificio para intentar que no se desplome.
De España, en su delirio inmobiliario, compró otro edificio. Este ubicado en la calle Conde de Trénor. Un inmueble contiguo al de la Casa de los Dulces y que fue restaurado antes de que Les Corts lo comprara. En un principio el precio que se puso encima de la Mesa fue de 3,6 millones de euros pero Milagrosa Martínez, que sucedió a De España en el cargo, logró rebajarlo en medio millón de euros.
Hoy es otro edificio totalmente vacío a la espera de que se le dé algún uso. Otras inversión millonario y ruinosa que significó un importante bocado a las cuentas del Parlamento regional. De España tuvo el honor de ser el primer presidente de la Cámara que cerró con déficit un ejercicio presupuestario en la institución.
Interés en otros edificios
Intentó incluso una tercera operación. Junto al edificio adquirido al arzobispado, se rehabilitaron otra serie de inmuebles que Les Corts también estuvo interesada en adquirir. Eran propiedad de unos sobrinos de Paco Roig. En su día, con la burbuja inmobiliaria a punto de reventar, por el piso más caro (algunos de ellos dan al patio interior del Palau de Benicarló) se pedía 1,8 millones de euros. En 2006, el presupuesto para la compra de inmuebles aumentó un 300%.
Finalmente no hubo acuerdo para comprar esas dependencias. Pero De España, empeñado en su gran obra, incluso llegó a valorar la compra de otro edificio en la calle El Salvador número 29. Es cierto que este se lo ofrecieron a De España los propietarios por 5 millones de euros y que incluso la oferta posterior fue rebajada en un millón de euros. No hubo trato.
Milagrosa Martínez, sucesora de De España en el cargo, no estuvo muy hábil a la hora de invertir los ahorros de Les Corts. En lugar de rehabilitar los inmuebles adquiridos por el anterior presidente para ubicar las sedes de los grupos parlamentarios, se enfrascó en un proyecto cercano a los 11 millones de euros para levantar un edificio con una estética más que discutida y con una operatividad que sus propios usuarios califican de muy deficiente. Un megaproyecto que estuvo a punto de acabar en el juzgado porque el Parlamento no había hecho efectivo el último de los pagos. Finalmente pudo esquivar el banquillo.
Martínez puso en marcha la obra con mucho dinero en la cuenta corriente de Les Corts. Con lo que no contó es que con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica la Generalitat se iba a apropiar de todos los ahorrillos del Parlamento regional para pagar facturas pendientes. Un abuso de poder que ha sumido a la Cámara valenciana en la más absoluta de las bancarrotas. Una institución saneada y con un amplio colchón económico vio como su situación económica se quedaba al borde del 'desahucio' parlamentario.
La expresidenta de Les Corts no reparó en gastos. Incluso puso en marcha un concurso de un millón de euros para equipar con mobiliario la instalación y que sólo las denuncias de LAS PROVINCIAS logró paralizar. Un nuevo concurso dejó el precio en la mitad aproximadamente. Los despachos carecen de intimidad, la luz natural es deficiente y la artificial pésima, la barandilla de la escalera se rompe con facilidad y la mayoría del espacio está totalmente desaprovechado. El arquitecto Julián Esteban Chapapría incluso se 'olvidó' de informar que la empresa adjudicataria proponía como mejora 120.000 euros en mobiliario. La sensación de que el nuevo edificio de los grupos parlamentarios podría haber sido mucho más barato y más funcional ronda por la cabeza de todos los diputados cada día que se acercan a su despacho.
La ruinosa inversión en el ladrillo se completó con lujosos proyectos millonarios que se han mostrado inoperativos. Todos ellos con Julio de España como protagonista y con la empresa Grupo Mayve de Benidorm como ejecutora principal de las obras.
Ahora mismo, los casi 2 millones de euros que se invirtieron para construir un nuevo comedor de lujo se puede decir que se han dilapidado. El restaurante está la mayoría de los días cerrado con mesas y sillas que costaron a más de 400 euros la unidad, por citar un ejemplo.
Les Corts no sabe ahora qué hacer con su patrimonio inmobiliario. Sabe que cualquier venta ahora mismo para sanear la cuenta corriente es inútil ya que la Generalitat actuaría de inmediato para incautar los millones de euros logrados. El Gobierno valenciano busca desesperadamente ingresos para poder equilibrar sus gastos. El déficit amenaza a la contabilidad.
¿Pero quién está dispuesto a comprar ahora mismo un edificio ruinoso que en su día costó casi 7 millones de euros? En Valencia los carteles de 'se vende' cuelgan a decenas por los balcones del centro de la ciudad. Todo el mundo busca un comprador para sanear sus maltrecha economía. Además, rehabilitar el edificio para alquilarlo como oficinas, por ejemplo, necesita de una inversión de la que ahora mismo no dispone Les Corts.
La solución hubiera sido sencilla. En lugar de levantar un nuevo edificio de 11 millones de euros en la manzana de las calles El Salvador y Libertad, la solución para reubicar a los grupos parlamentarios podría haber pasado por la rehabilitación del edificio de la Casa de los Dulces y la adecuación del inmueble contiguo. Hubiera salido mucho más barato. El gasto ha sido de 22 millones de euros (11 del nuevo y más de 10 de la adquisición de los otros dos). Si se hubiera emprendido un proyecto conjunto la rehabilitación de los dos inmuebles no habría superado con toda seguridad lo realmente gastado.
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