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INCA RIPOLL
Viernes, 16 de agosto 2013, 02:06
El interés por las causas de la violencia social ha llevado al olivense Manel Arcos a escribir una intensa bibliografía sobre la temática del bandolerismo. Pero esta es la primera vez que el autor se centra en un suceso en particular.
En 'El robatori de Benimassot', Arcos investiga un curioso robo que tuvo lugar en un pequeño pueblo de la comarca valenciana del Comptat.
Un domingo 22 de febrero del 1874, una cuadrilla de treinta y cuatro bandoleros, encabezados por Josep Tomàs García, alias Josep 'de la Tona', se plantó en Benimassot, un pueblo que por entonces tenía apenas 276 habitantes, con el fin de asaltar a los más ricos del lugar mientras asistían a la misa de las seis de la mañana.
Los treinta y cuatro bandidos, que más tarde se les llamó 'la compañía de secuestradores de La Marina', rodearon la ciudad y entraron en la iglesia, donde los habitantes oían misa. Josep 'de la Tona', cigarro en mano, ordenó silencio, y tras sacar una lista del bolsillo, comenzó a nombrar uno a uno a los más ricos del pueblo.
Los mencionados eran conducidos por dos sujetos armados a sus respectivas casas y allí se les despojaba de todo el dinero que poseían. El botín ascendió a los 53.000 -55.000 reales, que hoy en día equivaldrían a unos 660.000 euros.
Al acabar la expoliación, las víctimas fueron conducidas de nuevo al templo, donde los bandoleros les avisaron de que en dos horas «no podían moverse de allí, ya que corrían un grave peligro», según informó la prensa de la época. Mientras tanto, los ladrones se marcharon tranquilamente. El robo se produjo sin derramar ni una sola gota de sangre.
Nunca antes se había llevado a cabo un asalto tan atrevido y singular en la geografía valenciana, lo que consiguió marcar la memoria de grandes y pequeños, quienes han ido transmitiendo de padres a hijos tan osada hazaña, hasta el punto en que la historia se había convertido en leyenda.
Fue la inestabilidad política de la época lo que propició un ambiente de caos, con el que los bandoleros se sintieron cómodos y pudieron actuar con más tranquilidad.
El 'robatori de Benimassot' se consumó pocas semanas después del golpe de estado del general Manuel Pavía, que supuso el fin del ciclo parlamentario de la Primera República. También son coetáneos los llamados 'sucesos de Alcoi', así como la Insurreción Cantonalista.
Además de este contexto de inestabilidad, hay que añadir otro factor que contribuyó a que el robo se perpetrara con éxito. Es que los ladrones se encontraban auspiciados por una «red secreta formada por patrones con levita» como los calificó LAS PROVINCIAS de la época, que les aportaba apoyo logístico, jurídico, político y económico.
Entre los que formaban esta red se encontraban alcaldes, notarios, abogados y secretarios de ayuntamiento. Pero sin duda son dos de ellos los que tuvieron un papel más destacado.
Blai Frasquet, notario de Ondara y vecino de Rafelcofer era, al mismo tiempo, amigo del propietario de la casa de Benidoleig donde se guardó el botín. Además, aprovechaba su condición de notario para convertir el dinero robado en legal.
Otro personaje con una presencia destacada es el alcalde de Benimeli y primo de Josep 'de la Tona' que actuaba como testaferro.
Por último, Josep 'de la Tona' es el único bandolero al que se ha dedicado una calle en la Comunitat. Cuando la historiadora y prologuista de este libro, Teresa Ballester, ocupaba la alcaldía de la localidad de Pedreguer y Antoni-Lluis Carrió, a quien Arcos ha querido dedicar la obra, era regidor de Cultura, se aprobó la decisión de poner a una de sus calles el nombre de este atevido bandido.
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