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Culturas

La música se independiza

Los viejos y los nuevos sellos discográficos valencianos buscan la fórmula mágica para sobrevivir. La eterna lucha entre mercado y arte

CARLOS GARSAN

Martes, 27 de agosto 2013, 11:14

La escena musical independiente ha muerto. Ahora lo particular ha pasado a ser general y viceversa. Es el fin de las estrellas, de la masa y de sus ídolos. Lo independiente, lo pequeño, se ha comido a un mercado sin mercado, a una industria musical que espera un cambio que no llega, un cambio que ha destruido al consumidor al uso y lo ha transformado en una cosa que es y no es.

La industria musical valenciana ha pasado de contar con un sector independiente a convertirse en una industria independiente. Es la hora de pasar de lo alternativo a la alternativa, una nueva forma de producir, crear y promocionar música para ese gran público que se ha convertido en muchos públicos pequeñitos.

Discos de perfil es un sello nuevo novísimo. Creado por un grupo de aficionados a la música, en DDP se inclinan por «músicos que viven lo que hacen con pasión, no pensando en su cuenta corriente o en lo que agrada al público». Una apuesta por aquellas bandas que arriesgan, que huyen de lo convencional, de aquello «que suena en todas las emisoras de radio, sin excepciones». Su objetivo no es hacer negocio, sino compartir con el mundo pequeñas joyas en forma de vinilo, porque «el CD ha quedado definitivamente obsoleto». «Sacamos estos discos porque deseamos tenerlos en nuestra colección, pero no existen», afirman. Una colección que comenzará con la publicación del primer disco del dúo rock Teletexto y del grupo Mox Nox, que recuperan el mítico shoegazing inglés, que tuvo como máximo exponente a My Bloody Valentine.

Situados al margen de la industria musical por decisión y por convicción, creen que «la industria independiente ha demostrado con el paso de los años que su objetivo ha sido parecerse lo máximo posible a las multinacionales». «El debate indie/mainstream está superado: todo el mundo quiere ganar dinero».

Y es que en Discos de Perfil apuestan por el arte como medio y fin. «Nuestro modelo es Tony Wilson, el empresario loco que puso en marcha Factory Records. Somos unos románticos», confiesan. Y el descubridor de grupos como Joy Division, que revolucionó la Inglaterra de los años 80, no puede ser un mal referente.

Jorge Llabrés y Jesús de Santos son Absolute Beginners, un sello valenciano que nació en 2007 «más pensando con el corazón que con la cabeza». En un momento en el que la crisis está poniendo patas arriba el mercado musical y con las dificultades añadidas que han supuesto medidas como la subida del IVA, que «ha sido el puntillazo», Jesús tiene claro que ha llegado el momento en el que «hay que renovarse, reinventarse y darle mucho al coco».

Entre su catálogo de artistas, un nombre: Soledad Vélez. La artista chilena ha sido nombrada Nuevo Talento de Fnac, una distinción que la llevará de gira por toda España. Para Valencia reserva el próximo 6 de septiembre, una cita en la que se podrá escuchar en directo 'Wild Fishing', su primer álbum, una maravilla folk con un sonido que araña lo crudo.

El disco de Soledad es un buen ejemplo de la vuelta a la música de coleccionista, una oda al objeto como edición limitada, tras la decisión de la compañía de editarlo también en formato vinilo. «No es posible hacer negocio de vender discos. Rotundamente no», afirman.

En Absolute Beginners saben que hay «un público que ya no compra cedés, pero sin embargo sigue comprando vinilos». Una apuesta por el pasado que, a su vez, tiene mucho que ver con el futuro. «El CD es el formato más devaluado del momento. Para nosotros se ha convertido en una herramienta promocional y por eso seguimos fabricando», confiesa Jesús de Santos.

Y es que, a pesar de que en España el mercado digital está creciendo «muy despacio», el formato etéreo está ganando la partida al físico, un hecho que afecta tanto a artistas independientes como a las grandes popstars nacionales, cuyas ventas físicas «te sorprenderían». Por eso cada vez es más habitual ver a grupos indies fichados por grandes compañías, que se han dado cuenta de que «el público fiel es el público vinculado al circuito independiente».

«De todos los discos que se fabrican puedes vender un 20 o un 30%, el resto se usan para enviar a medios, festivales...», confiesan. Y es que en tiempos de crisis el ingenio supone gran parte del éxito, buscar nuevas posibilidades, nuevas oportunidades y formar parte activa de la búsqueda de soluciones.

Carlos Carrasco abrió Comboi Records hace casi diez años «por amor al arte». Aunque después del arte viene la realidad, y no siempre es como uno espera. Con una amplia experiencia en el sector, reconoce que «nos hemos acostumbrado a que yo monto una empresa y quiero dinero mañana».

«Creé Comboi Records porque me encanta estar en contacto con la belleza, por puro placer, porque yo también soy músico y esto me permite estar en contacto con otros músicos... tengo mi dosis exhibicionista», reconoce. Una empresa que ha pasado a ser su pasión, porque la música es lo más importante de su vida. «Yo empecé muy tarde como músico y, aunque ya no triunfaré, ayudo a gente a que lo haga. Es como el que se quiere follar a la tía buena y al final piensa en ella mientras se tira a la vecina».

Reconoce que la elección de aquellos músicos que forman parte de su sello es un poco «elitista» y es que su música «no es para grandes públicos». Un sello que se describe como «periférico» y que se decanta «por la música de autor, por la gente un poco rara, aquellos que circulan por la orilla».

Rememora los años dorados de la música española, en los que en la televisión pública se emitían programas que conocían y reconocían el talento y mira con cierta envidia a Reino Unido, país en el que aman y cuidan la música hasta el punto «de hacer sir a Elton John». «En España, en general, la música no nos entusiasma como para ser algo de primer orden, el éxtasis de la música lo tiene poca gente», afirma.

Consciente de que no puede competir con la radiofórmula y de que «hace falta mucho dinero para sonar en las ondas», aboga «por el misterio, las personalidades y el toque personal». Un camino complicado el de las nuevas voces, que comienzan a ver la luz con la inclusión de las ventas digitales y el streaming, aunque todavía no es suficiente. Plataformas como Spotify, en la que el usuario puede escuchar las canciones antes de comprarlas o pagando una cuota mensual, o el gigante iTunes han transformado de lleno el mercado musical, sin embargo, el precio de los singles (alrededor de un euro) y el hecho de que «la plataforma se lleva la mitad de lo pagado» hacen difícil la rentabilidad.

Lamenta que en estos momentos «Valencia pase sin pena ni gloria a nivel musical» y que «se identifique al empresario con hijo de puta y a las discográficas con ladrones». Sin embargo, es consciente de que la gente joven «tiene que coger las riendas y volver al rollo emocionante y amoroso de la música. Hay que volver a construir un circuito».

Una reconstrucción que pasa por tirar todo abajo y empezar de cero. Un modelo de sello discográfico y de artista adaptado a un consumidor al que le cuesta consumir, ese es el reto de las viejas y las nuevas empresas musicales.

Los de ayer y hoy tienen que adaptarse a un mercado en el que todavía no hay mercado. La lógica de la industria y del arte repensada. Cuando la música se independiza de la industria.

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