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LOLA SORIANO
Viernes, 11 de octubre 2013, 02:32
El martes, una llamada telefónica cambiará la vida de una de las trece jóvenes y una de las trece niñas que forman parte de las cortes de las falleras mayores de 2014. Quizá ahora en lugar de llamar a un teléfono fijo la alcaldesa, Rita Barberá, marque los números de un móvil, pero igualmente cambiará sonreirá la suerte a dos afortunadas.
Por ejemplo, María José Esplugues Oliver (FMV 1982. Sanchis Bergón-Turia), recuerda que entonces era costumbre enterarse por la radio. Ella recibió la llamada del entonces alcalde, Ricard Pérez Casado, el 15 de diciembre de 1981. Lo curioso es que «como no pensaba que fuera a salir elegida, esa tarde me fui a pasear con mis amigas».
De modo que, cuando sonó el teléfono, no fue ella, sino su madre la que atendió la llamada. «Estábamos por la plaza de San Agustín y les dije a mis amigas que cuando viera una cabina, llamaría a casa para preguntarle a mi madre quién había salido. Luego resultó que llegué a la plaza del Ayuntamiento. Vi salir a la comitiva que iba a casa de la elegida y me acerqué a preguntar a un vicepresidente y este me dijo qué hacía yo allí, si iban todos hacia mi casa. Creí que era una broma», añade.
Ella y una amiga tuvieron que coger un taxi. «Le dijimos al taxista que nos llevara a casa rápido porque me habían elegido fallera mayor. Como fue todo tan prematuro, no teníamos suficiente dinero para pagar la carrera y el señor me dijo que si realmente yo era la fallera mayor, me lo perdonaba. Se contentaba con ser el primero que recibiera en su casa una foto firmada por mí. Me dijo que si era broma, vendría a casa a buscar el dinero. Al final, cumplí».
No estaba en casa
Explica que su madre se encontraba sola en casa. «Ella me advirtió de que no me fuera, porque decía que en todo lo que emprendía, salía victoriosa. Pero le dije que no se trataba de elegir según el esfuerzo personal, sino por el gusto del jurado».
Para María José fue un año especial. «Primero porque se cumplían los 25 años que se nombraban falleras mayores. Además, era el Mundial de Fútbol y quemamos dos fallas: la municipal y en junio el Coloso. Vino hasta la Selección de al balcón del ayuntamiento. Se escondían porque habían perdido en los partidos. Les dije que estuvieran tranquilos, porque no se atreverían a hacer nada estando delante la fallera mayor. Les dije que los valencianos éramos los fans más fieles».
Una década más tarde, el 2 de diciembre de 1993 la joven que recibió la llamada de teléfono fue Laura Segura Hervás (Convento Jerusalén). «Ese día no quería estar en casa. Por la mañana fui a la facultad y luego me fui a comer por ahí con mi hermana y a maquillarme. Llegué a casa cuando faltaba una hora para la llamada y mi padre estaba nervioso buscándonos. Entonces no teníamos móviles», bromea. Le dio el tiempo justo de cambiarse de ropa. «Sonó el teléfono 10 segundos antes de conocerse el nombre y fue porque los del ayuntamiento ya habían marcado. Oía por el teléfono el sonido del hemiciclo y pensé que era alguien gastando una broma. Mi padre me preguntaba cómo era posible que alguien conocido se pusiera a llamar en ese momento».
Otra anécdota graciosa es que su padre le había comprado un ramo con sesenta rosas amarillas. «Se lo confió al conserje. Le dijo que oyera la radio y que si salía, que subiera el ramo para ser mi padre el primero en regalarme flores. Pero le advirtió que si no salía, que podía tirarlo a la basura», comenta.
Laura ese año estaba estudiando Económicas, «y me adelantaron y retrasaron algunos exámenes para poder acudir a actos como las hogueras de Alicante. No me regalaron nada, con esfuerzo lo saqué entre junio y septiembre», añade. Su hijo David González, ha sido en 2013 presidente de Convento Jerusalén.
Otra década más tarde, la afortunada fue Sara Martín Marín (FMV 2002. Chiva-Francisco de Llano). Fue un 30 de octubre de 2001 cuando recibió la llamada. Sara explica que después de aquella llamada, «todo fue una auténtica locura maravillosa». Confiesa que cuando salió elegida por el jurado de la corte, «ya me relajé. Y el día de la llamada, estaba en casa rodeada de mi familia. Me pasaron muchas cosas por la cabeza. Sobre todo, agradecer al jurado del sector, de la corte y de fallera mayor porque es el honor más grande para una fallera».
Sara eligió para la proclamación un traje de color azul marino. «Te cambia la vida. Yo tenía 20 años y estaba estudiando la diplomatura de Turismo. Dejé de ir a clase para dedicarme de pleno a las Fallas y a Valencia. A pesar de ello, en mi tiempo libre estudiaba y ese año saqué cinco asignaturas». Cuando acabó el año de reinado, se fue cuatro meses a Inglaterra para practicar el idioma y terminó los estudios. Reconoce que la experiencia le ha enriquecido personalmente y como fallera.
Problemas con los teléfonos
Laura Caballero Molina (FMV 2011. Carrera Malilla-I. Joaquín Benlloch) explica que en la mañana del 19 de octubre de 2010 fue a la facultad. «Como mi profesor era muy fallero, me mandó a casa». En cuanto a la llamada de teléfono, detalla que oyó por la tele que la alcaldesa decía su nombre «pero mi teléfono móvil no sonó. Mi madre decía que igual se habían equivocado porque no habían llamado. También me comentó que mirara a ver si tenía el teléfono en silencio. Al final sonó».
Laura explica que siempre había pensado que si alguna vez se viera en esa tesitura «no gritaría de emoción, pero al final sí grité».
Ese año dejó temporalmente aparcados los estudios y el trabajo para «representar bien a las Fallas y Valencia. Cuando pasa el año te das cuenta de que ser fallera mayor no se acaba nunca, porque te sigue llegando el calor de los valencianos. Ahora doy clases y los niños me dicen que sus mamás les han enseñado fotos mías por internet».
Sandra Muñoz Pérez, (FMV 2012. Carcaixent-Compromís de Caspe), comenta que una de las anécdotas que recuerda es que su padre «apagó el ruter horas antes de la llamada y nos dimos cuenta que el teléfono fijo no daba señal. Nos costó un tiempo reiniciarlo. Fue justo un poco antes de la llamada cuando recuperamos la señal». Sandra ese día estaba en una nube. «Estas alucinada y te dejas llevar. Cuando vinieron los medios de comunicación a casa, algunos cámaras se subieron hasta encima del sofá y a Laura Caballero se la llevaron a entrevistarla a la habitación de mi hermana».
Esta joven explica que es un año que vale la pena. «Es increíble. No se olvida en la vida». Reconoce que durante un tiempo tienes que aparcar tu marcha. Intenté trabajar hasta febrero. En mi empresa se portaron muy bien». En cuanto a la vuelta a la normalidad, Sandra detalla que estos meses «he hecho de mantenedora, presentadora, madrina de honor de paradas y he colaborado en la retransimisión de la Ofrenda».
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