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A. RALLO
Martes, 15 de octubre 2013, 02:42
El WhatsApp, la conocida red de envío de mensajes y archivos entre móviles, puede ser tremendamente útil o una forma de perder el tiempo para los adultos. Para los menores, además, se añade una tercera opción: una herramienta muy peligrosa.
La Fiscalía de Menores investiga ya unos 30 casos por el envío y difusión de fotografías y vídeos de contenido erótico o pornográfico a través de esta aplicación para los smartphones, según fuentes del Ministerio Público. Las diligencias están abiertas por presuntos delitos contra la intimidad o la integridad moral.
La estadística, lejos de ser una anécdota, revela el peligro que subyace tras envíos aparentemente inofensivos. Y la tendencia no es precisamente a la baja. Las consecuencias para las víctimas, de clase media y completamente normalizadas, son gravísimas. Por ejemplo, un buen número de compañeros de instituto o incluso de la propia clase pueden disponer de una imagen comprometida.
La investigación tiene dos partes. Por un lado, tratar de averiguar cómo obtuvo el primer destinatario esa imagen. En un buen número de diligencias se ha comprobado que no hubo extorsión. Aquí entran en juego los motivos más triviales que conducen a una adolescente a enviar este tipo de imágenes. Por ejemplo, que le gustara el chico a quien le enviaba la fotografía o que pensara que no tenía ninguna importancia. No obstante sí se ha dado algún supuesto de chantaje, del tipo de «Mándamela o le diré a tu novio que...», según las mismas fuentes.
Las jóvenes ignoran por completo las desagradables consecuencias que tendrá esta acción. No es la primera ocasión en la que desde el Ministerio Público se lanza un mensaje de alerta acerca de estas prácticas y la necesidad de que los padres vigilen más de cerca estas conductas.
¿Limitaciones al uso?
Alguna voz, incluso, ya se ha mostrado partidaria de prohibir o establecer determinadas limitaciones para que los menores de 14 años dispongan de este tipo de aparatos. «¿Es necesario que un menor esté 24 horas conectado con sus amigos?», sostienen desde el Ministerio Público.
La compra de un smartphone se ha convertido en un regalo habitual para los más jóvenes del hogar. Una de las primeras peticiones de los adolescentes. Y una vez lo tienen, los padres pierden el control de las llamadas que reciben sus hijos, advierten las mismas fuentes. «Se concede demasiada libertad a personas que no siempre saben hacer buen uso de ella». De ahí la importancia de la educación, extremo en el que coinciden todos los expertos. Ya se han dado casos de adicciones al móvil. Recientemente en Valencia se vivió un caso significativo: una joven que dormía con su móvil. Lógicamente no pegaba ojo. Sus horas de sueño se redujeron de manera notable al estar más pendiente de hablar con conocidos que de descansar. «Los padres, en muchas ocasiones, no se percatan de esta situación. Finalmente se dan cuenta al desplomarse el rendimiento escolar». En este caso, por ejemplo, la menor se dormía en clase.
El WhatsApp no termina de encajar en la definición de una red social, pero se asemeja bastante. Estas aplicaciones no dejan de generar problemas que terminan finalmente en manos de un fiscal. Por ejemplo, recientemente, tal y como informó LAS PROVINCIAS, un menor fue acuchillado tras retarse a través de Twitter, la conocida red de microblogging. Esta misma semana se celebraba un juicio en Valencia en el que un joven mantuvo relaciones sexuales consentidas con una niña de 12 años a la que conoció a través de otra red social. Cada vez más, las redes sociales son el punto de partida de muchas de estas situaciones nada fáciles.
Desde la Fiscalía de Menores confirman también que los casos de acoso escolar a través de estas plataformas informáticas siguen en aumento. «Hay una diferencia respecto a lo que se ha conocido toda la vida como acoso. Antes, este sólo afectaba a la jornada en el colegio o instituto ahora no hay descanso en este sentido». Es decir, lo que se vive en el centro se sigue padeciendo en el domicilio.
El Ministerio Público también confirma que se mantiene la tendencia de robos de teléfonos de última generación de unos menores a otros. Pero hay un detalle revelador. «No los quieren para su uso sino para la venta». Lo que demuestra que existe un mercado negro.
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