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La intendente Helga Schmidt. / Irene Marsilla
Jaque a Helga Schmidt
Culturas

Jaque a Helga Schmidt

Doble, cruzado o al descubierto. Los movimientos para atrapar a la reina en el tablero del Palau de les Arts son múltiples. La intendente se niega a abandonar su torre pese a la operación de desgaste que sufre desde hace meses

MIKEL LABASTIDA

Domingo, 19 de enero 2014, 10:54

A Helga Schmidt alguien no le quiere bien en el Consell. Ella lo sabe, pero no se da por enterada. Lleva en el punto de mira un tiempo, no tanto por los desmanes económicos en el Palau de les Arts sino por la imagen asociada al derroche que proyecta, que casa poco con la política de austeridad impuesta por Fabra. Atrás quedaron las épocas en que nombres como Irene Papas, Settembrini o Rostropóvich campaban a sus anchas por Valencia y colaboraban con la cultura local a golpe de talonario. Se buscaban nombres propios con mayúsculas aunque el apellido acumulase muchos ceros.

Schmidt siempre contó con el favor de Camps y, en el comienzo de su mandato, también con el de Fabra. De hecho él mismo dio el visto bueno a su renovación el año pasado. Pera aquella confianza se acabó. Ahora Schmidt sobra. Hay prioridades más importantes y, sobre todo, precaución ante cualquier escándalo que pueda estallar. No es casualidad que en los últimos meses hayan salido a la luz presuntas negligencias cometidas en Les Arts. «Normalmente son denuncias menores, de poco recorrido, sin base de delito, pero que minan la imagen pública de Helga», asegura una persona del círculo cercano a la intendente, consciente de que existe una especie de complot para desalojar a la reina de su castillo. Jaque a la reina, lo llaman algunos.

Muchos pensaron que ella nunca aceptaría las condiciones de su renovación, un descenso en su salario o los continuos recortes en el presupuesto para la programación del auditorio y que sería ella misma la que renunciaría a su cargo, sin necesidad de que hubiese que destituirla. Pero no ha sido así. Ha resistido cada envite de manera estoica. Ha aprendido las reglas del juego y, sobre todo, ha logrado un grupo de defensores férreos dentro del coliseo. «Me siento apoyada», asegura ella en público. Si ha de quejarse lo hace del maltrato presupuestario hacia el auditorio, nunca de su situación. «Soy la madre del Palau, siempre estoy trabajando», suele afirmar. Con su afán por el trabajo justificó hace unas semanas la acusación de la Sindicatura de Cuentas de cargar facturas de desplazamientos y alojamientos de hace cinco y seis años al ejercicio anterior. Dice que da prioridad a las facturas que hay que pagar en el auditorio y que se le olvida reclamar sus gastos. Y cuando lo hace ha pasado un tiempo ya.

Schmidt es consciente de que está en la diana. Alguien le apunta, aunque el rostro del francotirador nadie lo conoce. No se sabe si la operación se está orquestando desde alguna conselleria o desde Presidencia directamente, o incluso si dentro del Palau de les Arts hay un topo que filtra documentos. Pero el desgaste es evidente.

La última medida para arrinconarla ha sido nombrar un director económico que deberá vigilar todas las cuentas. No se podrá firmar nada sin su visto bueno. «Estoy contenta, espero que sea más eficaz que los anteriores y que ahorre más», comenta ella no sin cierta ironía. Schmidt no se cansa de repetir que su gestión es diáfana, que la situación económica no es únicamente de su responsabilidad y que, por ello, hasta ahora existía una firma mancomunada con el secretario autonómico para propiciar la transparencia.

La Intervención General de la Generalitat controlará en 2014 antes de que sean aprobados los documentos y expedientes en materia de contratación del Palau. A Francisco Potenciano, muy cercano a la consellera Catalá, le tocará lidiar la batalla en la gestión administrativa. Llegará la próxima semana al auditorio. Schmidt lo espera con los brazos abiertos. Otros vinieron y se fueron pero ella sigue allí.

¿Hay reemplazo para Schmidt? No parece sencillo y por ello no se la ha destituido directamente. Nadie le puede negar sus contactos y su prestigio en el exterior. Antes esto vestía mucho. Pero ahora ya no tanto. Los tiempos han cambiado y, en estos nuevos, Schmidt ya no encaja.

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