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Naranjas afectadas de 'clareta', ese arrugamiento de la piel que, junto al rajado, está causando graves desastres. :: V. LLADRÓ
El IVIA se pone las pilas con la 'clareta' y el rajado
Economía

El IVIA se pone las pilas con la 'clareta' y el rajado

Los investigadores aseguran que hay un componente genético, una predisposición al nacer el fruto, y factores de sequía y mala asimilación del calcio La idea principal es preparar un sistema de avisos para realizar tratamientos masivos en años que sean más proclives

VICENTE LLADRÓ

Lunes, 10 de febrero 2014, 01:51

El Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) ha empezado a tomar decisiones para trabajar sobre los dos problemas que están hundiendo la actual campaña naranjera: la 'clareta' y el rajado de frutos, dando así respuesta a una necesidad apremiante.

Los trabajos se desarrollarán en colaboración con el Instituto Agroforestal de la Universaidad Politécnica que dirige el catedrático Manuel Agustí, con una larguísima experiencia científica sobre el cultivo de los cítricos y en especial respecto a las alteraciones de la piel, como es el caso.

Según ha explicado Eduardo Primo, director del IVIA, los investigadores tienen mucho conocimiento científico acumulado sobre estos problemas, por trabajos reralizados años atrás, aunque se pararon los avances y nunca se llegaron a manifestar estas dolencias con la intensidad y la extensión que se están registrando en la actual campaña.

Por ello se considera que, aparte de impulsar nuevos proyectos de investigación sobre las causas y las soluciones, un aspecto principal que se debe poner en marcha consiste en una especie de sistema de avisos que sea capaz de detectar anticipadamente el riesgo de que se manifiesten estas alteraciones, con el fin de que los agricultores puedan ser alertados y realicen tratamientos preventivos masivos.

Aunque en ocasiones no aparezcan ambas alteraciones juntas, la 'clareta' y el rajado están muy relacionadas, en el sentido de que sus causas están en el debilitamiento de las condiciones de la corteza, que se arruga y se abre. En la raíz de esto hay componentes genéticos y una predisposición que se llega a detectar al microscopio, nada más nacer los frutos, pero luego interactúan factores climatológicos y de nutrición, aunque se reconoce que no se trata de una cuestión sencilla, es muy compleja, y se supone que intervienen muchas cosas a la vez y no siempre de manera igual.

De cualquier forma se conoce que hay patrones más sensibles (carrizo) y otros que lo son menos (macrophila y volkameriana), habiendo una razón que puede explicarlo en parte: la diferente condición de los vasos conductores de savia y su comportamiento en periodos de fuerte calor y sequedad ambiental continuada. La ausencia persistente de lluvias influye mucho; aunque se riegue con intensidad, si la transpiración es muy fuerte porque no hay humedad ambiental, los frutos dejan de crecer, la corteza queda fina, y si después sigue hinchando la pulpa, se acaba rajando.

En relación con este problema de la sequedad y la transpiración está la mala asimilación del calcio. Aunque exista en abundancia en el suelo, no entra en las células, de cuya estructura forma parte.

Un sistema preventivo que palía algo el problema es tratar en julio-agosto con ácido giberélico y nitrato cálcico o nitrato potásico. No evita estos males, pero reduce su incidencia. De manera que si se contara con un sistema de avisos capaz de alertar pronto en años proclives, se podrían generalizar las aplicaciones y reducir las pérdidas.

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