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FERNANDO MIÑANA
Martes, 25 de febrero 2014, 01:51
El cuerpo de Hugo Chávez ya no está, pero su sombra sigue proyectándose sobre Venezuela. Solo así se entiende que Nicolás Maduro no se atreva a reclamar La Casona, la residencia destinada al presidente, la que debería ser su hogar tras ser encumbrado el pasado 14 de abril. Un mes antes había muerto el caudillo.
Maduro no ha entrado en La Casona porque allí siguen, como si nada hubiera pasado, las dos hijas mayores de Chávez. Rosa Virginia y María Gabriela se pegan la vida padre en este enorme edificio de estilo colonial situado al este de Caracas, entre dos urbanizaciones de clase media, en la antigua sede de una hacienda azucarera denominada 'La Pastora'. Este inmueble fue restaurado y ampliado para que el entonces presidente Raúl Leoni la inaugurara en 1966.
Hugo Chávez dejó cuatro hijos. Rosa Virginia, María Gabriela y Hugo jr. son fruto de su matrimonio con Nancy Colmenares, mientras que su hermanastra, Rosinés, de 16 años, es hija de Marisabel Rodríguez, con quien vive. Las dos mayores se resisten a abandonar La Casona. Los vecinos están hartos del bullicio de sus fiestas y las empresas de comida rápida han dejado de servir porque las Chávez, conocidas como 'las infantas', no pagan las facturas. Pero ellas siguen disfrutando de privilegios presidenciales pese a que la constitución es muy clara y les despoja de cualquier derecho.
La situación tiene más miga de la que pueda parecer porque el pueblo venezolano no solo ve a dos treintañeras que se aprovechan del poder que atesoró su padre, sino que lo interpreta como un síntoma de debilidad del presidente: Nicolás Maduro no se atreve a echar un pulso a las 'infantas'.
La hija mayor de Chávez tiene una débil coartada. Está casada con Jorge Arreaza, un expresentador de televisión que prosperó a la sombra del caudillo hasta convertirse en ministro y, ahora, con Maduro, en vicepresidente. «Yo di la orden al vicepresidente de que permaneciera en La Casona», contestó Maduro ante las preguntas de la prensa por la embarazosa coyuntura.
Rosa Virginia tiene 38 años y es la presidenta de Misión Milagro, un programa social creado por Caracas y La Habana en 2003 para tender una mano a los pobres de Venezuela y Cuba. La primogénita estudió Relaciones Internacionales, como su marido, aunque antes estuvo casada con un empresario, Pedro Manuel Prieto, con quien tuvo un hijo, Manuel Alejandro, a quien Chávez llamaba 'gallito' en sus recurrentes alusiones televisivas.
Su actual esposo -el vicepresidente actual- también domina el inglés y el holandés: es hijo de diplomático y se crió en las Antillas Holandesas y en Vigo. Arreaza se mudó a Cuba durante la convalecencia de su suegro. La relación con la hija de Chávez no es firme y durante un tiempo él se fue a vivir a Fuerte Tiuna, a las afueras de Caracas, la sede del ministerio de la Defensa, un lugar que encantaba a Chávez.
Si Rosa Virginia es discreta y reservada, su hermana María Gabriela es todo lo contrario. El ojito derecho de Chávez es conocida en Venezuela por sus amoríos y su exhibicionismo en las redes sociales -su perfil de Twitter tiene 853.000 seguidores-, donde lo mismo arenga a los venezolanos que recuerda a su padre o presenta a su última pareja.
La heroína
Su 'especialidad' son los artistas y las estrellas de la tele. Durante un tiempo se mudó a la urbanización de la Alta Florida para escribir un libro dedicado a la memoria del comandante -ella ejerció de primera dama cuando se separó de Marisabel en 2004-. Pero esta viajera incansable, que lo mismo cuelga en Instagram una foto desde España que desde México o Cuba, regresó a La Casona.
A María Gabriela Fidel Castro la llamaba 'la heroína'. El apodo viene de cuando los militares anunciaron que el presidente había renunciado y se lo llevaron a Fuerte Tiuna, en 2002 . La primera persona a la que llamó Chávez fue a su segunda hija: «Me tienen preso; yo no he renunciado». Entonces ella informó a los periodistas para que alertaran al mundo del golpe de estado.
María Gabriela, de 33 años, estudió Comunicación Social, es madre soltera y no se le conoce ocupación. Entre sus romances se cuentan un nieto de Salvador Allende, un actor de telenovela y, actualmente, el empresario Roberto Leyba. Cuando vivía su padre, lo convenció para que incluyera actuaciones del grupo Los Cadillac's para amenizar sus mítines. Los venezolanos la ven como el lado frívolo del chavismo.
Ella y su hermana no ceden. La Casona, donde llevan 15 años viviendo, la consideran suya. La mansión, que cuenta con ocho grandes salones, tiene una sala de cine y piscina, además de una imponente biblioteca con una colección de los premio Nobel de Literatura. Solo por eso merece la pena atrincherarse.
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