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JOSÉ M. ORTUÑO
Jueves, 27 de febrero 2014, 01:40
«El drama que vivimos en estos momentos es increíble». Así de tajante se muestra Jaime Serra, presidente del Banco de Alimentos de Valencia ante la cantidad de personas a las que tienen que atender y dar de comer porque no cuentan con recursos suficientes. En los últimos años el número ha crecido. «Diciembre fue el de mayor demanda social, acercándonos a los 8.000 repartos. En concreto fueron 7.700. Entre los centros benéficos que tenemos y los dos bancos solidarios atendemos a 60.000 personas mensualmente», destaca.
Desde la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético advierten que la situación en la Comunitat es grave. «Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) el 26 por ciento de los hogares valencianos no son capaces de tener condiciones de confort durante el invierno, cuando la media del país se sitúa en el 18 por ciento. En verano se eleva hasta el 31 por ciento, mientras que la media española es de 25», advierte Rodrigo Irurzun. «Estos datos son de 2012, de modo que ahora mismo aún será peor», resalta antes de explicar que uno de los principales motivos «es que la calidad de la edificación es pobre, ya que Valencia cuenta con un clima suave, que no debería conllevar problemas de este tipo».
A todo ello se suma «la bajada de las rentas» de los hogares y, de un tiempo a esta parte, «el elevado precio de la energía. Un problema que afecta bastante a las clases medias, pero que no se atreven a reconocerlo por pudor a admitir que no llegan a fin de mes. No hablamos de casos pobreza extrema, sino de mucha gente de a pie», resalta Irurzun.
La subida de las facturas agrava los problemas en la Comunitat. De un modo muy similar, Serra indica que no sólo afecta «a los más pobres y que viven en la calle, en chabolas o en alquerías, también a personas que no pueden pagar los recibos». Todo ello ha provocado que crezca algo poco habitual: «Ha aumentado el número personas que viene pidiendo comida que no tenga que cocinarse porque no pueden gastar luz o, directamente, porque no disponen de electricidad. Incluso cambian los botes de arroz o lentejas por fiambre, galletas o bollería», lamenta el presidente del Banco de Alimentos.
Concha es vecina del Barrio de San Marcelino y reconoce que «aquí vive mucha gente enganchada a la luz. La empresa viene y se la corta, pero luego la vuelven a empalmar». Su caso es distinto. «Mi hijo sufre el síndrome de apnea y debe de dormir conectado a una máquina, de manera que no puedo pasar sin electricidad, aunque llevo varios meses sin abonar el recibo del agua, cuando quieran que me la corten, pero lo primero es comer».
Peor aún es la situación de Diego y María una pareja que se ha visto obligada a dormir en la calle y que atendió la llamada de este periódico. «Cada mes acudimos al Jardín Botánico, donde el Banco de Alimentos nos da comida. Lógicamente no la podemos cocinar, de modo que la vamos administrando como podemos para que dure y luego acudimos a comedores donde dan raciones de caliente». Ambos están tratando de salir adelante. Buscan un trabajo. «Para ello nos duchamos en centros que hay abiertos a propósito y nos vamos a tirar currículums. No es fácil, pero si quieres empezar una nueva vida tienes que levantarte».
Serra sigue luchando para ayudar a los que más lo necesitan. Para lograrlo cuenta con «muchas empresas que apuestan por el proyecto, con voluntarios que son imprescindibles y con la gente, que es muy solidaria aquí en la Comunitat. Estas Navidades fue increíble la cantidad de personas que vino a donar alimentos».
Casos como los relatados no son esporádicos. «El día de Nochebuena, a las 20.30 horas vinieron un par de familias a nuestras sede. Tenían la esperanza de que aún estuviéramos allí para recoger comida. Por suerte, así era». También está el caso de un joven «que se había quedado sin luz en casa. Sus padres, además, son sordomudos, por lo que vino y nos pidió que le diéramos pan, fiambre y galletas, debido a que no podía cocinar».
En Cruz Roja las situaciones que se viven son prácticamente idénticas. «Hay gente que, por desgracia, no tiene más remedio que elegir entre comer o pagar las facturas. Como es lógico, opta por la primera». Últimamente, incluso en los casos más exagerados abonan los recibos impagados. Además, «hemos establecido acuerdos en varios municipios», dependiendo de las necesidades de cada uno. «En Villena abrimos centros donde viene gente a cocinar y en Benidorm tenemos un convenio con las lavanderías». También ayudan a los niños. Antes les daban de merendar. Ahora también les echan una mano con los deberes. «Vamos a su colegio o vienen ellos a la sede porque en casa no pueden hacerlos».
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