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BORJA OLAIZOLA
Domingo, 9 de marzo 2014, 02:50
No es fácil ser consecuente. Lo que por la mañana se antoja blanco se puede ver al cabo de unas pocas horas tirando a oscuro o incluso negro del todo cuando ha pasado un poco más de tiempo. Uno se levanta de la cama sintiéndose un aguerrido militante del medio ambiente y un defensor a ultranza del transporte público pero, a las primeras de cambio, claudica y coge el coche para ir al supermercado de la esquina porque, qué demonios, es mucho más cómodo. Las cosas se ven de otra forma, sin embargo, cuando el que incurre en una de esas contradicciones tan humanas es un personaje de proyección pública que encima ostenta importantes responsabilidades. De ahí la pelotera que se ha organizado en EE UU después de que haya salido a la luz que el consejero delegado de la petrolera Exxon ha apoyado una demanda contra una instalación para extraer gas mediante 'fracking' en las cercanías de su rancho de Texas.
La noticia, revelada por 'The Wall Street Journal', ha abierto un resbaladizo frente a la industria de los hidrocarburos, que ha encontrado en el 'fracking' una vía para compensar el agotamiento de las reservas en los pozos convencionales. La extracción de gas y petróleo a través de la fracturación hidráulica, que viene a ser la traducción del término inglés, genera una viva controversia por su supuesto impacto en el medio ambiente. Ironías del destino, los adversarios del método han encontrado ahora en el patrón de Exxon un providencial aliado en su batalla contra los poderosos 'lobbies' del conglomerado del petróleo.
El consejero de Exxon, que es una de las primeras empresas de EE UU junto a Apple, Google y Microsoft, se llama Rex Tillerson y tiene un sueldo anual de 40,3 millones de dólares (unos 30 millones de euros). En honor a la verdad, la demanda que ha suscrito junto a varios vecinos no se dirige contra la explotación de 'fracking' sino contra la construcción de la torre de agua que suele acompañar una instalación de esas características. La fracturación hidráulica se basa en la inyección de agua a presión en el subsuelo para hacer que el combustible fluya a la superficie y por eso es imprescindible que el depósito de agua se sitúe a una buena altura. En la denuncia promovida por Tillerson y sus vecinos de urbanización se alega que las obras de ejecución de la torre de agua, que tendría unos 50 metros de altura, generarían ruidos y molestias de tráfico.
Urbanización de lujo
La vivienda de Tillerson está valorada en unos cinco millones de dólares (3,6 millones de euros). Se trata de un rancho ubicado en una lujosa urbanización de Bartonville, al norte de Dallas, donde también tienen una residencia el antiguo peso pesado de los republicanos en el Congreso, Dick Armey. Aunque no es precisamente sospechoso de apoyar a los que se oponen al 'fracking', Armey es otro de los firmantes de la demanda en la que se pide la paralización de las obras de la torre de agua.
Tillerson ha dado con su gesto una vuelta de tuerca a lo que en EE UU se conoce como 'Nimby', iniciales de 'Not In My Back Yard' (no en mi patio trasero), un fenómeno a la orden del día que a este lado del Atlántico se conoce mejor como 'no en mi jardín' y que se explica con un ejemplo muy sencillo: todos queremos tener energía eléctrica pero cuando nos dicen que nos van a poner una central cerca de nuestra casa nos echamos las manos a la cabeza y ponemos el grito en el cielo.
Exxon se ha desmarcado como ha podido de tan engorroso asunto y se ha apresurado a aclarar que la demanda está suscrita a título particular por su patrón. Tillerson no ha dicho todavía una palabra aunque los detractores del 'fracking' no han tardado en sacar a la luz algunas declaraciones que hizo en el pasado defendiendo el sistema por su supuesta inocuidad. También han recordado que Exxon es el principal productor de gas natural de EE UU y que la mayor parte de las extracciones las efectúa por medio de la fractura hidráulica. Hay días que es mejor no levantarse de la cama.
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