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ARTURO CHECA
Lunes, 10 de marzo 2014, 08:13
Medio siglo. Es la edad promedio (53 años) en el Centro Superior de Investigaciones Científicas, el mayor organismo público científico de España, con una destacada presencia en la Comunitat. De las 100 mejores universidades del mundo, 46 se hallan en Estados Unidos, 10 en Reino Unido, 6 en Alemania y 4 en Holanda. Ninguna valenciana ni española. «Los jóvenes han sido expulsados del sistema. Nuestro país ha renunciado a una generación entera de las personas mejor formadas. Se les ha dicho que no hay sitio para ellos. Las prioridades son otras. Se ha renunciado a la inversión que el sistema educativo hizo en sus estudios (en mi caso el Estado financió completamente cinco años de carrera más cuatro de doctorado), de la que otros países se están beneficiando. Muchos harán sus vidas fuera y no volverán. A otros nos queda la esperanza de que se aprenda de los errores y en el futuro podamos volver y contribuir a recomponer el sistema. Esperemos que el daño no sea demasiado grande».
Hay pocas formas mejores de definir la 'fuga de neuronas' que está sufriendo la Comunitat que las palabras de Iván Agulló (Elche, 1980). Él es uno de los 'cerebros' valencianos en el exilio. Fue un niño rebelde. Llegó a abandonar la ESO en su primer curso. Hasta que la Física se cruzó en su camino. «Ahí vi mi futuro». Licenciado por la Universitat de València y premio extraordinario de doctorado por un trabajo sobre la gravedad y su aplicación al origen del Universo, Iván ha llegado a trabajar en la Universidad de Cambridge en el mismo grupo de investigación que Stephen Hawking. Desde agosto está 'exiliado' en la Universidad de Louisiana (EE UU), donde dirige a otros investigadores. «Las políticas de recortes en innovación son un atentado a nuestro futuro y libertad», lamenta.
Unos 45.000 valencianos (entre 20.000 y 70.000, según diversas estadísticas) altamente cualificados han dejado la Comunitat desde que comenzó la crisis, según el 'Informe sobre ciencia e investigación' realizado por el Consell Valencià de Cultura. Con titanes como víctimas. El Centro de Investigación Príncipe Felipe, buque insignia de la ciencia valenciana, cerró 12 de sus 26 líneas de investigación y despidió a 114 de los 244 investigadores. Los institutos tecnológicos valencianos, bastiones de los trabajos científicos, están lastrados por deudas de 65 millones. «Y las consecuencias a largo plazo pueden ser terribles».
Así lo advierte Francisco Chinesta (Valencia, 1966). Ingeniero industrial, hizo las maletas en 1997, antes de la crisis pero cuando ya se palpaba la falta de recursos para la ciencia. Y desde esa fecha ha levantado una especie de 'pequeña Valencia' en la Escuela Central de Nantes. «Los colegas franceses entran en mi despacho y preguntan si conozco a algún valenciano para hacer una tesis», subraya. Con él hay ya seis. Y al caer un séptimo... «Estudiantes que, pese a ser brillantes, no consiguieron un puesto de trabajo en Valencia, ni en la empresa ni en la universidad».
175 «míseras» plazas
Chinesta es hoy titular de una cátedra, financiada con 2,5 millones de euros, para investigar modelados y simulación numérica de materiales y estructuras para aplicaciones aeroespaciales (para la multinacional aérea Airbus o el proyecto europeo espacial Ariane). «España forma los mejores universitarios y estos acaban fomentando la excelencia en países extranjeros. Hay perdedores (España y la Comunitat) y ganadores, los países que aprovechan la situación», lamenta el catedrático. «En Valencia hubiera sido imposible hacer una tesis doctoral en condiciones», reconoce José Vicente Aguado, un joven de Picassent bajo su tutela en Nantes. «Tras dos años sin encontrar trabajo en España, cogí las maletas (¡y a mi novio!) y me lancé a descubrir la investigación en Nantes», recuerda Marta Pérez, ingeniera de caminos, canales y puertos de la Politécnica de Valencia y otra discípula de Chinesta.
Mientras, el conocimiento languidece en España. El Programa Ramón y Cajal, subrayado por el Gobierno como plan estrella para investigadores -recortado en 2012- «oferta 175 míseras plazas para todas las áreas», lamentan desde Joves Investigadors. Portugal, con un cuarto de la población española, lanzó 210 contratos. Domingo Carlos Salazar (Valencia, 1981), licenciado en Medicina e Historia, doctor en Prehistoria y Arqueología, máster en Medicina Forense y dos premios extraordinarios de la Universitat de València, tiene otra moraleja para esta historia: «Los españoles vamos a Alemania a trabajar y generar conocimiento; los alemanes vienen a España a comer bien, ir a la playa y jugar al golf». Él sabe lo que es trabajar entre germanos. Desde 2010 lo hace en el Instituto Max-Planck de Leipzig, líder mundial en el estudio de la evolución humana. Domingo Carlos desgrana allí la arqueología biomolecular: o lo que es lo mismo, «reconstruir la alimentación y salud de nuestros ancestros».
Su elección era emigrar o dejar la investigación, tras terminarse su beca para una tesis y ahogado «por una hipoteca en yenes japoneses antes de la burbuja inmobiliaria». En Alemania ha comprobado el «mucho dinero» que hay para investigación, aunque no todo es idílico. Investiga como un «esclavo». Es la palabra de Domingo para referirse a sus condiciones laborales. «Si no eres alemán, no tienes contrato, sino beca; no cotizamos a la Seguridad Social ni cuenta para nuestra jubilación. El exilio económico no es un lujo, es algo muy duro».
Mientras, el Consell destina hoy menos inversión a investigación que en 1985, como denunciaba el Consell de Cultura. El Instituto Nacional de Estadística también lo revela: el dinero valenciano para I+D era el 1,11% del PIB en 2009, porcentaje que retrocedió al 1,01% dos años después. La media española pasó del 1,39% al 1,33%. Cifras a años luz de EE UU. Allí ronda el 3%. Los punteros países nórdicos de Europa, como Finlandia o Dinamarca, superan ese porcentaje). En EE UU triunfa Pablo Jarillo-Herrero (Valencia, 1976), el físico al que Obama premió en 2012 con un millón de dólares para proseguir con sus investigaciones en el selecto MIT de Massachusetts.
Jarillo dirige un grupo de 20 expertos en nanociencia y electrónica cuántica para diseccionar los secretos del grafeno, el que llaman el 'material del futuro'. «El problema no es la fuga de cerebros, sino que no hay un flujo equilibrado en ambas direcciones», lamenta el valenciano. En EE UU se prima la savia nueva, se dedican muchos recursos «a los investigadores jóvenes, que suelen ser los que más ideas creativas tienen. Ningún país o región puede ser competitivo sin una inversión fuerte en ciencia y tecnología. España aún no entiende eso».
Pero las grandes sumas para investigación no son patrimonio exclusivo de las superpotencias. Desde Ecuador lo atestigua el químico Víctor Vicente, ovetense de 35 años pero «fallero, enamorado de la pólvora, casado con una valenciana» y en la región desde los dos años. La falta de «oportunidades laborales y vitales» le llevaron a partir. «Vivíamos de alquiler en Campanar, y aunque el alquiler no era alto, las cuentas no salían». Hoy es padre de dos hijos e investigador principal en la Universidad de Chimborazo. Y allí es testigo de cómo Ecuador ha entendido la clave del progreso: «Están invirtiendo mucho dinero en las Universidades, primer paso para cambiar de ser país exportador a productor».
Como explica la Comunidad de Científicos Españoles en Reino Unido, con varios valencianos como miembros, «hay que ganar la Eurocopa de las patentes, el Mundial del avance científico y la Copa Davis del desarrollo tecnológico». Pero los 'cerebros exiliados' ven desde fuera las imágenes del descascarillado Palau de les Arts o el hundimiento del Centro de Investigación Príncipe Felipe y hacen sus cábalas... «En la Comunitat, en los días de bonanza se invirtieron grandes sumas en 'buques insignia'. Con la crisis han quedado desmantelados», lamenta el biólogo José Martínez, de 34 años y desde 2012 en el Instituto de Neurociencias de Grenoble (Francia).
«Una habitación sin oxígeno»
De recorrer mundo sabe un rato Juan Manuel Agudo. Francia, EE UU, Japón, Macedonia y Bangkok ha pisado este ingeniero superior de Telecomunicaciones por la Politécnica y licenciado en Marketing. En Tailandia dirige el equipo de gerentes de producto de Amadeus, una de las empresas tecnológicas más grandes de Europa y responsable de la mayor parte de aplicaciones que emplean las agencias de viaje y aerolíneas de todo el mundo. Agudo ha 'sufrido' en sus carnes que para una asignatura universitaria lo mandaran «en avión a una isla, con todo pagado una semana, para construir un cohete con otros investigadores». Ocurrió en Noruega. «Allí hay medios de otro mundo». En Estados Unidos fue testigo de cómo las becas se conceden a aquellos estudiantes que más se esfuerzan, «no sólo a los que tienen una renta baja».
Críticas al enchufismo y al nepotismo es otra de las constantes en los lamentos de los 'exiliados'. «Evitar que se enquisten personajes que no hacen absolutamente nada después de conseguir llegar al funcionariado», destaca Sonia Ros (Castellón, 1973). Paleontóloga y bióloga, estudia en el CONICET de Buenos Aires (el equivalente al CSIC español) las extinciones en masa de especies marinas, «crucial para entender extinciones futuras». Y alaba cómo, en Argentina, los investigadores deben entregar cada dos años «informes relativos a su producción científica». De pasarlos, «tu posición es totalmente estable».
En Taiwán, Juan Furones también mira el mundo desde la cima de la excelencia. Ingeniero industrial mecánico por la Politécnica de Valencia, el joven de 29 años entró en Vestas (líder mundial en energía renovable) tras pasar un proceso de selección internacional «con 5.000 aspirantes». Se marchó de Valencia por la «falta de oportunidades». Habla chino, francés e inglés. Y pone otro visual ejemplo sobre lo que supone para la ciencia el recorte en inversión: «Es como un estudiante haciendo un largo y complejo examen de matemáticas en una pequeña habitación estanca, donde en vez de renovar el aire, extraemos el oxígeno. El tiempo pasa y el oxígeno disminuye, así como la capacidad de pensar del estudiante. Si con suerte acaba el examen con vida, no creo que nadie espere que saque un sobresaliente...».
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