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FERNANDO MIÑANA
Martes, 11 de marzo 2014, 01:30
La relación entre Paco de Lucía y su guitarra no era muy diferente a la del torero con el toro. Amor y odio. Respeto y miedo. El maestro alcanzó la fama sacando 'quejíos' y lamentos de su instrumento, rasgando las cuerdas a la velocidad de un torbellino, colando sonoros silencios..., pero no lo veía como algo idílico. Él mismo lo recordaba a menudo. «La guitarra es una hija de puta, la detesto». Decía Paco que era su enemiga, que le hacía trabajar, sufrir, exprimirse. Pero también era su novia, la que sacaba lo mejor de él, la que apuraba hasta la última gota de talento del genio de las cuerdas.
El músico de Algeciras tuvo muchas novias, pero siempre fue fiel a una, su guitarra Conde, la que sacaba de la funda solo para tocar en los conciertos. De toda la marea de corazones que dejó solos. Desde que murió el pasado día 28 en México, la más sola es ella, su guitarra. Estaba hecha para sus manos. No era una cuestión mística, sino de física. La tensión de las cuerdas del instrumento negro de concierto era muy superior a las otras. Por eso, cuando estaba relajado en casa, casi que no podía ni doblarlas con sus dedos. Nunca lo usaba. Las cuerdas solo sucumbían cuando tocaba ante el público, la gente que provocaba en él una adrenalina y una excitación incontenibles con las que era capaz de domar a la negra.
Felipe Conde, la tercera generación de unos históricos guitarreros madrileños, conoció a Paco, el hijo de Lucía, cuando era un niño. El músico tenía 10 años más que él y a menudo su padre y su tío le mandaban a su casa para darle a probar una guitarra. Felipe, que ya frisa los 60, recuerda cómo se quedaba embelesado escuchando al joven llamado a ser un mito. «Era un flipe, algo increíble. Y eso que entonces, hace más de 40 años, tenía un nombre, pero no era la exageración de ahora».
Cien años de magia
El taller de los Conde, aunque ha ido cambiando de nombre y de dueños, será centenario en 2015. Su padre y su tío, Mariano y Faustino Conde, entraron como aprendices en casa de Domingo Esteso, un luthier sin hijos que enseñó el oficio a los sobrinos de su mujer desde la segunda mitad de los años veinte. Allí, con ese inconfundible olor a madera, cola y barniz, aprendieron los secretos para hacer los instrumentos hasta que Domingo murió en 1937 de una enfermedad respiratoria.
Los Conde heredaron el negocio aunque, por respeto al maestro, lo rebautizaron como 'Viuda y Sobrinos de Esteso'. En Madrid eran conocidos como los Estesos incluso después de 1959, cuando murió la mujer de Domingo, Nicolasa Salamanca, y ya colocaron el nombre de Hermanos Conde por delante.
Los hermanos eran amigos de la familia de Paco de Lucía porque el padre, Antonio Sánchez, era guitarrista y por las noches tocaba flamenco para los señoritos. Por eso Felipe Conde le llevaba las guitarras al hijo de Antonio. Paco, como todos, solía tocar una guitarra de madera de ciprés. Pero un buen día, como buen revolucionario de la música que fue, lo cambió todo. «Esa guitarra blanda estaba bien para acompañar, para tocar ante un público reducido, pero a finales de los sesenta, Paco comenzó a cambiar la forma de tocar la guitarra (cruzó las piernas, apoyó el instrumento y bajó el mástil, una postura que indignó a los puristas) y para tocar en los grandes escenarios le pidió a mi padre una guitarra con más fuerza, más pegada».
Del taller de los hermanos Conde salió esta vez una guitarra hecha con madera de palo santo de Madagascar, tapa de pino abeto alemán, diapasón de ébano y mango de cedro, algo mucho más contundente que lo convencional. «Paco introdujo varios instrumentos en el flamenco: el cajón peruano, el bajo eléctrico, la flauta travesera... Y también se le debe a él la guitarra de concierto. Porque detrás suyo, claro, fueron todos los demás».
Felipe Conde sigue encerrándose todos los días en el taller, que ahora se encuentra en un bajo en la calle Arrieta, frente al Teatro Real, en el edificio donde se compró un piso José Luis Rodríguez Zapatero al salir de Moncloa. Su primo Mariano Conde, que aprendió como él de su padre y su tío, también hace estas obras de arte dos esquinas más allá, en la calle Amnistía, en pleno cogollo del Madrid de los Austrias.
A su lado, se forman sus dos hijos, la cuarta generación de luthiers, la familia de artesanos que ha confeccionado guitarras para los Habichuela, Niño Ricardo -uno de los artistas que más influyó en Paco de Lucía-, Tomatito, Al Di Meola, John McLaughlin, Bob Dylan, Cat Stevens, Lenny Kravitz o Leonard Cohen, el músico y poeta canadiense que, en el discurso que pronunció al recibir el premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2011, recordó que él también tenía una de esas piezas tan codiciadas en todo el mundo. «Haciendo el equipaje para venir (a España), cogí mi guitarra Conde, la saqué de la caja y parecía hecha de helio, muy ligera. Me la puse en la cara y la olí, está muy bien diseñada, la fragancia de la madera sigue viva. Sabemos que la madera nunca acaba de morir y por eso olía el cedro, tan fresco, como si fuera el primer día, cuando compré la guitarra hace 40 años. Y una voz parecía decirme: 'Eres un hombre viejo y no has dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a quien la merece: el suelo, la tierra, al pueblo que te ha dado tanto', dijo Cohen en referencia a su tesoro madrileño, sorprendiendo al público con su loa.
11.000 euros
El guitarrero madrileño cree que el clan de Paco de Lucía cuenta con unos 40 ejemplares Conde. «No tengo ni idea de qué hará la familia, pero pienso que la guitarra de concierto debería exhibirse en un museo. Sería una pena que se perdieran porque esas guitarras se hicieron para ser vistas». El valor de una Conde del intérprete y compositor de Algeciras es incalculable. Más fácil es saber que el modelo que utilizaba Paco, la FC28 -la de Cohen era una FC26-, tiene un precio de 11.000 euros.
No es el tipo más caro. El luthier realiza reediciones de los modelos clásicos que hacía Domingo Esteso, el fundador de la empresa en 1915, que tienen precios superiores, próximos a los 20.000 euros. Su coste se debe a que son un producto totalmente artesano, que se fabrica pieza a pieza, y que tiene una calidad de acabado que muy pocos pueden igualar.
Por eso Conde viaja ahora a la feria de Fráncfort, una de las más prestigiosas del mundo, para exhibir sus productos en un stand de 40 metros cuadrados, el más grande de las firmas españolas.
En esta convención alemana defenderá la marca. «Hay muchos luthiers en el mundo, pero el sonido nuestro no lo ha pillado nadie todavía, por suerte». Y esgrime un motivo: «Muchos producen para hacer dinero, nosotros lo hacemos por amor y tradición. Si este negocio lo analizara un economista nos diría que no tiene sentido». Por eso producen lo que dan sus manos. No llega a 50 piezas como la de Paco de Lucía al año.
En el taller trabajan con dos guitarras a la vez y cada pareja no está finalizada, pulida y barnizada antes de los dos meses. Dentro de esas tablas de madera se esconde el sonido de Paco de Lucía, pero la guitarra no es su amiga y no lo quiere compartir. Ya lo decía el maestro: «A veces miro a la guitarra y veo al demonio...».
La guitarra de concierto de Paco de Lucía está hecha de madera de palo santo de Madagascar, tapa de abeto alemán, diapasón de ébano y mango de cedro.
Tiene una tensión en las cuerdas mucho mayor que los demás modelos. Paco de Lucía solo la tocaba en los grandes conciertos, nunca en casa ni ensayando. Pidió un instrumento que tuviera pegada.
El intérprete y compositor de Algeciras también tenía instrumentos de otros célebres guitarreros españoles, como José Gutiérrez (Córdoba), Francisco Manuel Díaz (Granada) o Vicente Carrillo (Casasimarro, Cuenca).
Las célebres guitarras de los hermanos Conde han sido compradas por reputados músicos internacionales como Bob Dylan, Cat Stevens, Lenny Kravitz o Leonard Cohen. No hacen más de 50 unidades al año.
Paco de Lucía se trataba las uñas con barniz, y la del pulgar, con kleenex y Krazy Glue.
euros pueden costar algunos modelos exclusivos que se venden en los talleres Conde, entre ellos las reediciones de los modelos que hacía la propia casa hace más de un siglo.
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