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Sociedad

RECÉTAME UN CUENTO

Los personajes mágicos de las fábulas infantiles sirven a los expertos en la llamada 'cuentoterapia' para tratar problemas psicológicos y emocionales de pequeños y mayores

PPLL

Jueves, 13 de marzo 2014, 01:03

Necesitamos matar al dragón, vencer al lobo y ser princesas que liberan a príncipes en apuros. El dragón simboliza lo que no nos gusta de nosotros, los defectos que nos avergüenzan y torturan. El fiero lobo representa a las personas malas, esas que ahora se llaman tóxicas, que nos acechan en algún momento de nuestras vidas y a las que hay que saber identificar y esquivar. Una heroína que ayuda a un príncipe durmiente encarna la liberación femenina y la independencia emocional.

Todos nos podemos identificar con uno de estos personajes de cuento infantil si analizamos nuestros problemas emocionales. Es sencillo interiorizar sus valores, su simbolismo, y sentir que ese protagonista de una historia fantástica que nos devuelve a la infancia se asemeja mucho a nuestra versión adulta. Es un poder sanador que poseen las fábulas que nos contaban de niños y que la psicología ha convertido en terapia para tratar el alma herida de mayores y pequeños.

Cuentoterapia. Así se llama esta escuela terapéutica. Un término que acuñó hace más de 20 años Lorenzo Hernández Pallarés cuando trabajaba en una escuela infantil de Lorca (Murcia) con alumnos de o a 3 años. «Siempre me gustaron los cuentos pero empecé en aquella época a analizar su capacidad para mejorar la salud mental -recuerda este psicólogo-. Me dediqué a interpretar los relatos con diccionarios de símbolos, a archivarlos por temáticas y a organizar talleres de formación». Todo ese trabajo dio paso a una asociación de cuentoterapeutas (www.cuentoterapia.com) que ya suma cerca de 200 profesionales entre psicólogos, maestros, trabajadores sociales e incluso payasos de hospital de todo el país.

Final feliz y fantasía

No todas las aventuras son válidas. Hernández Pallarés precisa que «deben ser cuentos maravillosos. Tienen que contener personajes mágicos y, como decía Tolkien, con un final eucatrastófico: un desenlace bueno para que el paciente sienta que hay solución al problema emocional que encarna el mago, el monstruo, el fantasma, el objeto fantástico o el protagonista que vive un acontecimiento mágico».

El fundador de esta escuela psicológica en España prefiere los cuentos populares españoles que le leía su abuela, como 'Blancaflor' o 'Estrellita de oro y rabo de burro', desplazados por las versiones edulcoradas que la factoría Disney ha realizado con los clásicos de los Hermanos Grimm y Hans Christian Andersen. «Las aventuras con virtudes terapéuticas son polisémicas, encierran muchos significados. Son como las muñecas rusas, las matrioskas, dentro de cada grupo de símbolos y de cada interpretación encontramos otra, y otra».

El ejemplo idóneo es el cuento de 'Los Tres Cerditos'. «¿Por qué les gusta tanto a los niños esta historia? Se podría pensar que es porque pone en valor el esfuerzo del cerdito que hace su casa de ladrillo, pero hay un significado aún más relevante para los pequeños: se vence al lobo que encarna la agresión a la intimidad, que intenta entrar en sus casas y dañarles. Los pequeños sienten que su espacio no es respetado y se encuentran con lobos que deben saber identificar como tales y defenderse. Por eso aplauden instantáneamente cuando es derrotado. El lobo no puede acabar bailando con los protagonistas o sentado a la mesa de celebración. Eso es equívoco», explica María Valgo, psicológa, cuentoterapeuta y autora del cuento 'Lo que puede llegar a ser' (Alfaqueque Ediciones).

El relato mágico infantil es capaz de derribar los muros que desarrollamos de adultos. Ana Ramos, una maestra de 26 años, llegó a la cuentoterapia porque su terapeuta se lo aconsejó. «Con la terapia convencional no acababa de abrirme, de avanzar. Y ahora estoy 'enganchada' y quiero ser formadora. Los cuentos logran que interiorices el problema sin darte cuenta. Al principio crees que la historia no va contigo y poco a poco la vas interiorizando. Se produce un autodescubrimiento».

Para María Valgo la clave está en que «actúan en el mismo nivel que los sueños. Cuando eres adulto es difícil modificar tus creencias, reconocer problemas y cambiar de actitud. El cuento realiza ese proceso en tu subconsciente».

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