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CÉSAR CAMPOY
Lunes, 31 de marzo 2014, 20:30
El 3 de diciembre de 1988, apenas un año antes de la debacle de Ceausescu, Adrian Porumboiu, un árbitro de 38 años, saltaba tres veces al terreno de juego del Stadionul Dinamo de Bucarest, minutos antes de que se midieran los dos equipos con más renombre de Rumanía. Las gradas estaban repletas de ateridos pero fieles seguidores, apelotonados, resistiendo la increíble nevada que, desde hacía horas, azotaba la capital. Adrian revisaba, una y otra vez, el estado del terreno de juego y la visibilidad. «Si desde el centro del campo distingo ambas porterías, no hay problema», pensó. Y, pese a que un tremendo y tupido manto blanco cubría el césped, y el cielo escupía nieve sin cesar, aquel árbitro, sobre cuyos hombros pesaba una increíble responsabilidad, podía distinguirlas. Habría clásico. Habría 'Marele Derby'.
«Adelante, pues», sentenció Porumboiu a los capitanes, y, en pocos minutos, los jugadores pisaban, bajo cero, un terreno de juego que no lo era. El doloroso helor traspasaba su piel y sus músculos hasta abrazar sus huesos. El Dinamo vestía de blanco, y el Steaua, de rojo.
Por los primeros (el equipo de la temida policía secreta del régimen, la Securitate) formaban Stelea, Mihaescu, Varga, Rednic, Lupescu, Andone, Vaiscovici, Sabau, Camataru, Mateut y Lupu. Todos ellos bajo la batuta de Mircea Lucescu y Florin Cheran. El buen hacer del Steaua (protegido del Ejército y del propio Ceausescu), en aquellos años, uno de los equipos más temidos de Europa, era cosa de Anghel Iordanescu y Dumitru Dumitriu. Aquel día optaron por alinear a Lung, Dan Petrescu, Ungureanu, Iovan, Stoica, Belodedici, Lacatus, Ilie Dumitrescu, Piturca, Hagi y Rotariu.
Damos ahora un salto en el tiempo. Nos situamos 25 años después, justo en nuestros días. Aquel árbitro dejó de pisar los estadios de fútbol como profesional hace tiempo, y su hijo Corneliu se ha convertido en uno de los pilares del bautizado como 'nuevo cine rumano' de los multipremiados Mungiu, Puiu, Muntean, Nemescu, Mitulescu...
Mediada la primera década del 2000 había dirigido '12:08, al este de Bucarest', un tragicómico relato que cosechó innumerables reconocimientos, entre ellos, la Caméra d'Or del Festival de Cannes. Ahora, Corneliu había decidido que, en su próximo proyecto, bautizado con el título de 'The Second Game' ('Al doilea joc'), y durante poco más de hora y media, sobre la pantalla tan sólo iba a aparecer la retransmisión de aquel Dinamo-Steaua. Nada más. El meollo de la cuestión se trasladaba a la narración-diálogo-entrevista de lo allí acontecido, en 'off', por parte del propio Corneliu y su padre, el colegiado Adrian.
'The Second Game' fue presentada en la última edición de la Berlinale. Sus pases colgaron el «no hay billetes». En ella, aquel partido acaba convirtiéndose en excusa, y la cinta deviene en un certero repaso a una época, repleta de anécdotas y patéticos detalles que, hoy en día, provocan hilaridad. Por ejemplo, cuando Adrian subraya que la mayoría de equipos de la liga rumana no eran más que «comparsas» de Steaua y Dinamo, y cuando se enfrentaban a ellos, el resultado casi siempre era de 2-0 a favor de los grandes. «Bueno, el Mures era un poco más honesto: una vez ganó al Steaua, del que era satélite», afirma un Adrian resignado ante las trampas balompédicas del régimen, como aquella que le valió la Bota de Oro a un Camataru que, en los últimos seis partidos de liga, logró materializar nada menos que 20 goles.
Al final, entre discusiones sobre si en aquella época no se estilaba la ley de la ventaja; sobre si Rumanía nunca ha vuelto a ver una generación de futbolistas como aquélla; sobre si Mateut era pequeño, pero tenía la boca muy grande; sobre si ver caer la nieve tiene algo de poético, o sobre si Dinamo era más agresivo y Steaua, más técnico, transcurren aquellos 90 minutos reglamentados, en los que la salvaje nevada no confirió ni un minuto de tregua. Justo hasta que el joven Adrian mira su cronómetro y señala el final del encuentro. Sobre la pantalla desfilan los marcadores definitivos de aquella jornada liguera. El 'U' Cluj ha ganado, 2-1, al SC Bacau, el Mures ha acabado claudicando ante el Flacara Moreni. «Bravo, viejo. Has pitado bien».
Por cierto, no sabemos si han llegado a preguntarse cuál fue el resultado final de aquel Dinamo-Steaua. De todas maneras, ¿a quién le importa, no?
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