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La aún directora del IVAM, Consuelo Císcar. :: TXEMA RODRÍGUEZ
Culturas

La dama se cae del tablero

Inventó bienales y grandes ciudades del teatro a golpe de talonario. En el IVAM ha vivido su retiro dorado durante diez años La gestión de Císcar ha sido cuestionada desde que Zaplana la fichó para dirigir los designios culturales de la Comunitat

MIKEL LABASTIDA

Miércoles, 9 de abril 2014, 13:36

Inició su andadura en la Administración Pública como un simple peón, en un puesto de funcionaria. Pero ella ya aspiraba a reencarnarse en figuras mucho más relevantes dentro del tablero. La partida la empezó a jugar muy joven vinculándose a la política. Militó en el PSPV, fue secretaria de Joan Lerma, es hermana del exsecretario de Organización del PSOE y exconseller valenciano de Cultura Ciprià Císcar, gracias al cual conoció a su actual marido, Rafael Blasco, que al igual que ella cambió de bando en un momento de la partida.

Fue de la mano de Eduardo Zaplana, ya en el Partido Popular, cuando Císcar comenzó a gestar el papel que después iba a desempeñar durante 18 años, el de la gran dama de la cultura en la Comunitat. Una dama que, como en el ajedrez, podía moverse por el tablero como quisiera y que acumulaba grandes cuotas de poder. Por ello, también como en el ajedrez, era la pieza que con más empeño han tratado de derrocar. Con el jaque mate de ayer, la dama (o reina) se cae del tablero. Muchos lo habían intentado pero nadie hasta ahora lo había conseguido.

Confiando en sus conocimientos culturales (había sido galerista y anticuaria) Zaplana le encargó la composición del programa cultural del partido para concurrir a las elecciones de 1995, que después ganó el PP. En aquel momento el nombre de Císcar sonó para ponerse al frente del IVAM. Era su sueño, decían los que la conocían. Y el premio por los favores prestados durante la campaña. Sin embargo las críticas por su falta de experiencia y por su perfil político no tardaron en llegar (no sólo entre el sector cultural de la Comunitat, también desde fuera). El PP acababa de acceder al poder y no quería provocar demasiado ruido, por lo que se escogió finalmente a Juan Manuel Bonet, que por aquel entonces era escritor y crítico de arte con prestigio.

Pero Císcar no podía quedarse sin premio. Primero fue directora general de Museos, pero después se creó un departamento específicamente para ella, el de Promoción Cultural y Patrimonio Artístico, del que fue nombrada máxima responsable. Quien ocupaba la cartera de conseller de Cultura la compartía también con la de Educación por lo que muchas responsabilidades se derivaban directamente a Císcar.

El puesto varió de nombre de 1996 a 2004, de secretaria de Promoción Cultural a secretaria autonómica de Cultura, pero la persona que lo desempeñaba fue siempre la misma, Consuelo Císcar. Cambiaba el conseller (en este tiempo lo fueron Marcela Miró, Francisco Camps, Manuel Tarancón y Alejandro Font de Mora) pero Císcar permanecía. Inalterable a todo. Ocupando cada vez más parcelas de poder. Ganándose muchos enemigos, pero también seguidores acérrimos que la han defendido y que no la han abandonado ni en sus peores momentos. Porque si algo se dice de Císcar es que lo da todo por los suyos. Confía en poca gente, pero por ellos pelea duro. Así lo ha demostrado hasta el final de sus días en el IVAM. Sin ir más lejos cuando hace unos meses el museo tuvo que acometer despidos y algunas de sus personas de confianza estuvieron en la cuerda floja.

Durante su estancia en la conselleria de Cultura buscó reputación y repercusión a golpe de talonario. Artistas internacionales acudían a su llamada previo pago del correspondiente cheque. Así llegaron Irene Papas, Peter Brook, Bigas Luna o Luigi Settembrini, entre otros, para desarrollar proyectos en la Comunitat. Y cuanto más ambiciosos mejor. Era una época de vacas gordas y no importaba lo que costase.

Organizó el encuentro Mundial de las Artes o la Bienal de Valencia (a imagen de la de Venecia) e ideó una gran Ciudad de las Artes Escénicas para Sagunto. Se le acusaba de derrochar, de no apoyar a los artistas locales, de armar proyectos que luego no repercutían en la ciudad. Pero ella era la gran dama y soportaba cualquier embestida. La palabra crisis aún no se había instalado en nuestro vocabulario, por lo que nadie recortaba sus recursos económicos. Aquellos fastos propiciaban muchas fotografías y a ningún político le amarga un dulce.

La designación de González Pons como conseller de Cultura puso fin a estos dispendios. Císcar fue relevada por David Serra, que instauró una etapa de mayor austeridad. Y a la poderosa dama se la relegó al IVAM. Aquello se vendió como una recompensa. Al fin y al cabo, se le concedía un cargo que ella había anhelado, pero la realidad era que se la retiraba de la primera línea. La jaula dorada de Císcar, la llamaron algunos.

Si se le pregunta a ella cuál ha sido su mayor triunfo en los diez años que ha estado en el museo dirá que lograr una buena nómina de patrocinadores, lo cual es cierto, y el aumento de donaciones. Sus críticos le echan en cara que haya usado el museo para promocionar la carrera de su hijo, que impusiese sus artistas allegados o que se haya atribuido el comisariado de exposiciones hechas por otros.

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