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Panorámica. Tàrbena, colgado sobre un valle al norte de la Marina Baixa. :: TXEMA RODRÍGUEZ
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Tàrbena es el pueblo que mejor conserva parte del habla original mallorquina y el orgullo de un linaje que la hizo hermanarse con la insular Santa Margalida Tras la expulsión de los moriscos en 1609, la Corona repobló La Marina, La Safor y el Comptat con familias baleares

VICENTE LLADRÓ

Sábado, 5 de abril 2014, 03:40

Quienes vayan por primera vez a Tàrbena se sorprenderán al escuchar cómo los vecinos del pueblo hablan un valenciano diferente; sobre todo porque, en vez de los artículos 'la' y 'el', emplean 'sa' y 'es', propios del mallorquín. Además, oirán con frecuencia expresiones como 'can', 'as', 'na'..., y si preguntan les dirán enseguida que hablan en 'salat', porque mantienen en buena medida la 'parla' mallorquina de sus orígenes. Y lo hacen con mucho orgullo, naturalmente.

En realidad, la mayor parte de los habitantes de Tàrbena son hoy la muestra más fiel de unos hechos históricos que se remontan a cuatro siglos atrás, cuando Felipe III decretó la expulsión de los moriscos, el 22 de septiembre de 1609, y, a consecuencia de ello, los dueños y señores de las tierras despobladas se vieron en la necesidad de atraer nuevos colonos para que las trabajasen.

En los valles de La Marina, el Comtat y la Safor, la mayor parte de los repobladores llegaron de la isla de Mallorca, que llegó a perder un 10% de sus habitantes. Vinieron sobre todo de localidades del norte y el este de la isla, como Santa Margalida, Manacor, Artà..., y también de Andratx, Calvià o Puigpunyet, al suroeste.

Está documentado que la baronesa de Tàrbena, Catalina de Montcada y Bou, otorgó primero carta de población a 19 colonos venidos de Mallorca, y hasta 1616 trajo dos nuevos asentamientos, con 28 y 24 familias baleares.

Tras expulsar a los moriscos, la Corona tuvo de inmediato la preocupación de llenar cuanto antes el hueco laboral; que no faltase mano de obra, porque los señores se quejaban y no interesaba que quedaran las tierras ociosas, ni que faltaran mucho tiempo oficios y servicios que se extinguieron con la obligada huida de los moriscos. Tanto fue así que el rey llegó a mandar que se recolonizaran los pueblos en tan sólo diez días. Algo imposible de cumplir, y más en los valles del norte de la actual provincia de Alicante y el sur de la de Valencia, donde los moriscos intentaron resistir, aunque finalmente fueron desalojados a la fuerza, embarcándolos en Dènia rumbo al norte de África.

Muchos de los actuales habitantes de Tàrbena de más edad recuerdan que sus padres y abuelos ya les hablaron de que sus antepasados vinieron de Mallorca. Un origen que durante siglos fue a menudo motivo de burla por parte de los vecinos de pueblos cercanos, por la peculiar habla en 'salat' y también por cierta animadversión atávica, ya que, en el siglo XVII, las familias de cristianos viejos vieron en la expulsión morisca una oportunidad de hacerse con más tierras o de revalorizar su trabajo frente a los señores, y la repoblación mallorquina se vio como un elemento de rivalidad laboral cuyo resabio perduró largo tiempo.

Por eso abundó entre los colonos el ansia de borrar huellas, para no dar pábulo a mofas o resquemores. Y así se olvidaron orígenes en muchos sitios, pero no en Tárbena. Curiosamente, hoy reina por fortuna el ánimo contrario; se luce y reivindica con orgullo el pasado insular, se realizan estudios y actos de divulgación, se materializan hermanamientos entre pueblos de aquí y de allá y se investigan linajes de apellidos y sagas familiares.

Tárbena está hermanada con Santa Margalida, que hace cuatro siglos perdió en la colonización la cuarta parte de sus vecinos. Apellidos como Llodrá, Monjó, Muntaner, Calafat, Morell, Perelló, Ripoll, Mollá y tantos otros lo acreditan. También la pervivencia de costumbres gastronómicas, como la elaboración de la sobrasada, que, curiosamente, llaman 'mallorquina' en otras comarcas valencianas, se conoce como 'marineta' fuera de La Marina y en La Plana la llaman 'Tarbeneta'.

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