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Jose Forés Romero
Jueves, 10 de julio 2014, 20:53
El modernismo aparece entre 1890 y 1910. Un periodo breve por lo costoso del mismo.«Es inviable hoy en día, comprende desde el diseño de un edificio, hasta el de un picaporte, incluso, el de las zapatillas que uno debía llevar por esas casas», afirma Jaime Pérez Baylach, arquitecto. Nacida en las capitales periféricas, aunque París fuera el gran exponente, e impulsada por una nueva clase, la burguesía, que se quería reivindicar mediante el arte. Para ello en esta corriente se buscan unas características especiales. «Se huye de la tradición, de los edificios robustos, se busca el movimiento,hay mucho cosmopolitismo y el detalle fundamental es la ornamentación y en la que se busca la naturaleza», sostiene Pérez Baylach. Y siguen todos estos preceptos por la democratización del arte que propugnaron en su día John Ruskin y William Morris.
Es tiempo de formas animales, vegetales y humanas en forma de mujeres soñadoras que impregnan el modernismo junto a los colores blanco, amarillo y el fervor por los materiales, como el ladrillo, la cerámica, el vidrio y elementos nuevos como el hierro y la baldosa hidraúlica. Pero por encima de todo, sobresale la acentuación de la línea. En Valencia hay diferentes ejemplos de cada una de las corrientes que se crearon. El 'art noveau' de Bruselas, la escuela de Glasgow, la secesión vienesa y el modernismo catalán, están presentes en muchos edificios de la ciudad, aunque predomina la admiración por los dos últimos.
La Secesión vienesa
Mucho de la secesión se plasma en la Estación del Norte (llamada así por el nombre de la compañía ferroviaria de la época, Caminos y Hierros del Norte). Creada por Demetrio Ribes, es de líneas muy rectas, austero, pero con un interior muy rico y plagada de simbología. «Hay dos volúmenes. Un edificio en forma de U para pasajeros y otro rectangular para el hangar. Independientes entre ellos. Se intenta que la parte de pasajeros sea más amable. En la antigua cafetería y en la entrada hay numerosas imágenes de la huerta valenciana. En la fachada, está la estrella de las cinco puntas, símbolo de la velocidad, el águila que era el logo de la compañía y mucha referencias a la ciudad, con mucho vidrio. Dentro está el forjado tradicional de la zona, con el trencadís típico», comenta el experto. Es decir, influencia de Europa pero con marcado carácter de la industria valenciana
Más influencia de esta corriente vienesa que hay en la ciudad es la Casa Ferrer, en Cirilo Amorós. «Un edificio con una fachada de tres partes independientes de las demás. Físicamente no está separado, pero visualmente sí. Aquí también se juntan todas las artes», argumenta Pérez.
El modernismo catalán
El que más influyó, sin embargo, fue el modernismo catalán de Gaudí y Domènech i Montaner, que a su vez tienen claras referencias parisinas Como se puede ver en el mercado de Colón, donde se nota en la obra de Francisco Mora que trabajó en el taller de Domènech i Montaner. «Se trata de una estructura liviana muy metálica, con dos fachadas muy diferentes entre sí. La de Jorge Juan nos puede recordar a la fachada del nacimiento de la Sagrada Familia de Barcelona. Está muy detallada, con numerosas escenas y relieves de la agricultura y pesca. La de Conde Salvatierra es más sencilla, con el vidrio y las torres de los lados con floristería», comenta el arquitecto.
Además como referencia del modernismo valenciano encontramos el Mercado Central. «Es una planta muy irregular, Se tuvieron que derribar muchas casas, aún siendo irregular está muy bien planificado. Desde el sótano donde se nota la transparencia, la luminosidad. Por dentro, la cúpula está recubierta de cerámica y la parte de fuera se nota el uso de los materiales del modernismo. Hay hasta una carpintería metálica especial con un reflejo metálico especial de la Ceramo y de otras fábricas de Manises», sostiene el experto, que incide en la valencianización del modernismo con esos detalles.
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