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Isabel Domingo
Lunes, 10 de noviembre 2014, 22:23
La trama comercial de Valencia se ha transformado por completo desde aquel mercado pintoresco y colorista que ilustró Blasco Ibáñez en su Arroz y tartana, con vendedores que recorrían calles y plazas pregonando sus productos y que luego pasaron a establecerse en modestos locales que se identificaban por los emblemas en madera o latón sobre su puerta.
La crisis, la expansión de las franquicias orientadas al turista, la falta de relevo generacional, el fin de los alquileres de renta antigua o los cambios en los hábitos de consumo han provocado el cierre de muchas de esas tiendas emblemáticas. La última, por ejemplo, Nácher Fotografía, fundada en 1922.
Sin embargo, hay comercios que siguen enriqueciendo la ciudad cuando levantan sus persianas. Locales fijados en la memoria de los valencianos que mantienen en la medida de lo posible su estética interior y exterior, con fachadas singulares o mobiliario de maderas nobles. Es el caso de Guantes Camps, cuyo origen se remonta a 1868 y que, además, es de los establecimientos que hasta hace poco aún mantenía una gigantesca mano en la fachada.
«Lo robaron por segunda vez y decidimos no ponerlo», explica Rosario Vidal Camps, cuarta generación de este comercio que en sus inicios combinó la venta con la fabricación, como muchos otros. Hace dos años abandonó su emplazamiento habitual en el comienzo de la calle San Vicente hasta el pasaje Ripalda. ¿El motivo? Una constructora que compró el edificio antiguo y que hizo inviable la continuidad allí.
«Había más paso de gente pero tenemos una clientela fija, además de mucho tirón entre los turistas extranjeros, aunque los últimos pañuelos se han ido a Sevilla», detalla mientras recuerda que su madre tuvo que ponerse al frente del negocio al quedarse viuda muy joven.
Sombreros Albero, de 1820, seguirá en su tienda de la calle Xàtiva (además de la originaria de la plaza del Mercado) tras haber alcanzado un acuerdo con el propietario del inmueble. Aquí llegaron en los años 80 cuando la anterior sombrerería, que databa de los 30 y a la que ellos suministraban artículos porque eran fabricantes, cerró.
Rafael Albero, el actual propietario, comenta que hace ya unos años decidieron potenciar y diversificar el negocio por si no se llegaba a un acuerdo sobre el alquiler. Surgió así la expansión nacional, con tiendas en Zaragoza (cinco años ya) y Bilbao; la puesta en marcha de una tienda online, «con un esfuerzo importante porque garantizamos la llegada del producto al día siguiente si se compra antes de las 17.00 horas»; trabajar con todas las marcas o vender a otras tiendas en España, ya que cuentan con talleres.
«A lo largo de estos años hemos conseguido democratizar el sombrero, adaptarnos a todos los bolsillos y poder competir con los productos asiáticos porque ofrecemos la garantía de la calidad», apunta Albero, que también pide «más mimos» al comercio tradicional en forma de incentivos a la contratación o «ayudas por la climatología como recibe la agricultura cuando cae el pedrisco, pues el comercio textil somos también damnificados del tiempo».
«Hemos aguantado todos estos años porque nunca hemos estado quietos», analiza mientras muestra la caja con fotografías antiguas de la ciudad que han regalado a los clientes que adquirían un panamá. «En Valencia, la gente estrenaba un canotier para la festividad de la Virgen», rememora.
Quien también ha adoptado «el espíritu emprendedor que se lleva ahora» es el indumentarista Álvaro Moliner, firma que este año festeja su 75 aniversario. «Ha habido momentos muy difíciles», dice, como la riada de 1957, de la que logró reponerse con la ayuda de proveedores y amigos y que dio paso a su local de Convento Santa Clara.
La especialización
«Hubo que cerrarlo por la crisis de 1980, cuando cambió el modelo económico», detalla Moliner. Eliminó las secciones de ropa de hogar y de confección y decidió quedarse con la indumentaria valenciana, mantones y mantillas. «Y acerté. Esa especialización hizo que sigamos hoy aquí, reinventando y pensando el negocio todos los días», confiesa.
50 comercios históricos
1. Platería Sanchís Salcedo
1. Horchatería El Siglo
2. Chocolates Sanz
3. Casa Viguer
4. Casa Baviera
5. Guantes Piqueras Camps
6. Platería Rafael Tatay
7. Librería Regolf
8. Luis Farinetti
9. Unión Musical
10. Orfebrería Pajarón
1. Bodegas Momparler
1. Carmen Tarazón Llorens
2. Sombrerería Albero
3. El asilo del libro
4. Farmacia Rubio
5. Tienda de las Ollas de Hierro
6. Horchatería Santa Catalina
7. Nela Souvenirs
8. Armería Pablo Navarro
9. Joyería Zarco
10. Original CV
11. El ángel de plata
12. Plásticos Mas Masiá
13. Trajes Palomar
14. El Encuentro
15. Farmacia del Oeste
16. La Pilareta
17. Gerpiel
1. Álvaro Moliner
2. Momparler
3. Guantes Camps
4. Julián López
5. Olegario
6. Alberola
7. Filiberto León
8. Sombreros Albero
9. Floristería Amanda
10. Guillermo Miralles
1. Bodega Baltasar Seguí
1. Trufas Martínez
2. Farmacia Colomer Tena
3. Taberna Che
4. Abanicos Carbonell
5. Heladería Brustolón
1. La casa de las pieles
2. Dulces Martín
1. Mariner
1. Droguería Rafael
2. Bodega Montaña
El establecimiento dio sus primeros pasos en un pequeño entresuelo de la calle San Vicente, donde Álvaro Moliner Villarroya se aventura a abrir su propio negocio. Era 1939 y unos años más tarde, en 1946, saltan a un nuevo local (éste ya propio) en el pasaje de Ripalda, en concreto, en el antiguo Café Lyon dOr. Es en este punto, que han pisado artistas como Sofía Loren o Irene Papas, donde actualmente Moliner organiza su Pasarela Ripalda.
Hace poco, por ejemplo, se quedaron el local contiguo para impulsar un multiespacio dedicado a la indumentaria festiva. También abrieron tienda en Alicante para dar cobertura a las Hogueras y pusieron en marcha una línea de indumentaria más económica. «Tienes que estar muy pendiente de la situación social», reconoce Álvaro Moliner, quien cuida al máximo los detalles con todos los clientes. Ahí están como testimonio las sillas destinadas a hacer más cómoda la espera, muy habituales en los pequeños comercios hace años y que también fueron desapareciendo.
La Tienda de las Ollas es otro de los comercios que dan sabor al comercio de la ciudad y que aún ofrece asiento para los clientes. Curiosamente, nunca vendió ollas, sino que las guardaba en un almacén. El interior se conserva como entonces, con estanterías, artesonado y hasta una hornacina de San Vicente. Imaginería, belenes, aderezos, pasamanería o vestuario de cofradías son los productos que pueden encontrarse en el comercio más antiguo de Valencia, ya que se fundó en 1793.
En el caso de El asilo del libro, hasta hace 12 años fue una joyería en la que los nuevos dueños decidieron mantener la estructura para la especialización en libros antiguos, agotados o descatalogados. La tienda de grabados y sellos Luis Farinetti es otro de los nombres con huella en la Valencia comercial. Ellosoptaron por mudarse a otro local tras casi 120 años en la calle de la Paz.
La misma decisión, motivada por la subida de alquileres, ha tomado Salvador Lledó, especializado en persianas en la calle Colón desde 1950, lo que le convierte en el comercio más antiguo de este vial. Allí se instaló su padre tras dejar Mossen Femades, donde estaba desde comienzos del siglo XX. Ahora se mudan a Ruzafa, «donde ganaremos en espacio y podremos exponer más artículos». A juicio de Lledó, «perderemos la venta de paso, por eso lanzamos la tienda online, pero ganaremos la calidez y cercanía de un barrio».
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