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CARLOS GARSÁN
Martes, 27 de enero 2015, 00:02
La alquería de Julià vale más por lo que calla que por lo que habla. En el interior de sus muros protectores descansó Isabel II mientras su madre, María Cristina de Borbón, renunciaba a la regencia desde el Palacio de Cervellón. También cuenta la leyenda que San Vicente Ferrer predicó junto a una de las encinas de su frondoso jardín. Hoy, sin embargo, presenta un estado notablemente diferente a la gloria vivida en tiempos pasados.
Maleza en la torre y las cornisas; desconchones y publicidad ilegal en la fachada y desaparición de varios de los azulejos que decoran la parte inferior de los balcones. De esta forma describen desde la asociación Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural el estado actual del inmueble, cuya construcción data del siglo XVII. «Nos encontramos ante un bien común abandonado, con un estado preocupante», alerta César Guardeño, presidente de la entidad. De esta forma, han solicitado tanto al Ayuntamiento de Valencia como a la Conselleria de Cultura que tomen cartas en el asunto ante el «evidente» deterioro del inmueble.
La alquería de Julià, también conocida como Huerta de Julià, es propiedad de una entidad bancaria, aunque su protección estaría garantizada tras haber sido declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 2007. Sin embargo, la cara de su muro de protección que asoma al Paseo de la Pechina se muestra cubierta por grafitis, fruto de la «falta de una vigilancia más intensiva y efectiva, así como de la ausencia de sanciones a los responsables de estos actos vandálicos», apuntan desde la asociación, que demanda la «inmediata» reparación y rehabilitación de los diferentes desperfectos y daños que presenta el inmueble, así como la «adquisición, permuta o expropiación» de la alquería por parte de la administración pública.
Del mismo modo, y tratándose de un BIC, el Círculo denuncia que no se cumple con la obligatoriedad de establecer un régimen de visitas regulado, tal y como recoge tanto la Ley de Patrimonio Histórico Español como su homóloga en la Comunitat Valenciana. El artículo número 32 esta última indica que las visitas se deben facilitar «al menos cuatro días al mes, en días y horarios predeterminados, que se harán públicos con la información adecuada tanto en los medios de comunicación como en centros de información turística y cultural». Cuenta de ello da Casilda Osa, presidenta de la asociación de vecinos y vecinas del barrio Nou Moles. «Hemos intentado que nos la enseñen por dentro y no lo hemos conseguido nunca», afirma. «Está abandonada. Llevamos pidiendo muchos años que se le dé un uso cultural, algo para el barrio», asevera la presidenta de la asociación, que pide tanto a los propietarios como a la administración acciones para conservar el edificio.
La Huerta de Julià, ubicada entre las calles Castán Tobeñas, Velázquez y el Paseo de la Pechina, es uno de los escasos ejemplares conservados de alquería valenciana del siglo XVII. De estilo tardo-herreriano, el característico inmueble vigilaba la ciudad desde su reducto rural, hoy engullido por completo por la hambrienta urbe.
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