«Si ocurre de noche, la mitad no lo contamos»

Vicky Sánchez no cesa de acariciarse sus muñecas. Tiene un esguince en cada una. Muestra los moratones que marcan sus dos pantorrillas. El fruto del esfuerzo de aferrarse a la escala de cuerda con la que consiguió subir desde el bote salvavidas al Puglia, el buque de Balearia en el que embarcaron 143 de los 156 pasajeros evacuados. «Fue un horror. El bote no dejaba de mecerse por las olas. Había que esperar al instante en que se acercaba al casco del barco para saltar sobre la escala de cuerda. El agua rugía. Me quedé colgando y pensaba que el bote me cortaba las piernas», recuerda aún angustiada la empresaria natural de Alicante.

Junto a su marido, Gabriel Sala, regresaba de Palma tras participar en una feria naturista con un producto medicinal que están impulsando. Todo lo que llevaban está en una furgoneta atrapada en la bodega del Sorrento. «No tengo ni tarjetas de crédito, ni documentación, ni ordenador, ni teléfonos... Todo está en las maletas. ¿Cómo nos vamos ahora a Cuenca? (residen allí). ¿Dónde está la gente de Transmediterránea?», clamaba su marido plantado en medio de la terminal de llegadas de Manises. Minutos después, una empleada de la compañía les facilitaba un taxi con el que viajar a su hogar.

Germán es consciente de que su vida pendió de un hilo. Y Vicky no duda en afirmarlo. «No dejo de pensar una cosa. Si ocurre de noche, con la oscuridad y además lo caótico que fue todo, de los que estamos aquí hoy no lo contamos ni la mitad». Los rescatados también coinciden en otro extremo: de haber estado lleno el Sorrento (iban ocupadas sólo 156 de las 954 plazas disponibles) «podríamos estar hablando de una tragedia».