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El Ayuntamiento aprueba por unanimidad el cuestionado nombre de «València»

Ribó deja en manos de la Acadèmia la autorización final y dice que se tramita un acuerdo de 1996 que no se llegó a tramitar

P. M.

Viernes, 1 de abril 2016, 00:13

No hubo debate porque se aprobó por unanimidad, lo mismo que ocurrió la semana pasada en la comisión de Cultura, por lo que el asunto pasó casi desapercibido en el pleno, tanto que el alcalde Ribó tuvo que salir en mitad de la sesión para explicar a la prensa lo que acababa de ocurrir: El Ayuntamiento daba el visto bueno para iniciar los trámites y que la denominación oficial de la ciudad sea «València», sin versión en castellano.

Una toponimia cuestionada pese al consenso que reflejó la votación, dado que instituciones como la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV) defiende la utilización del término «Valéncia», es decir, con la tilde cerrada, al considerar más vinculada con la lengua valenciana.

Lo mismo ocurrió con la asociación denominada Plataforma Valencianista, que pocas horas después emitieron un comunicado donde expresaron su «más absoluto rechazo, sorpresa e indignación ante la decisión tomada en el pleno».

La entidad sostiene que el nombre «València» obliga a una pronunciación «a la catalana y no Valéncia con acento cerrado, más acorde con la pronunciación propia en lengua valenciana». Para la asociación, lo más llamativo fue el voto favorable del «PP y Ciudadanos, pues muchos de sus votantes están en contra del proceso constante de catalanización que padecemos en Valencia».

Incluso la Acadèmia Valenciana de la Llengua mantiene posturas diversas sobre esta cuestión, dado que pese a la postura oficial es que la toponimia sea «València», uno de los académicos emitió un informe hace nueve años favorable a la denominación con la tilde cerrada.

En todo caso, el alcalde Joan Ribó dijo que lo aprobado ayer es la puesta en marcha de los trámites, por lo que respetó la decisión que tome la Acadèmia, institución que debe ahora elaborar un dictamen, para adjuntarlo al expediente a realizar por la Generalitat.

Ribó defendió que el gobierno municipal quiere «poner en marcha la normalización del valenciano y uno de los elementos es poner el topónimo de Valencia en valenciano», para preguntarse «qué hay más normal que llamar en valenciano a la ciudad de Valencia». Además, recordó que la tramitación responde a un acuerdo de 1996 por el Ayuntamiento, compuesto entonces por el PP, PSPV, Esquerra Unida y Unio Valenciana, también por unanimidad.

La cuestión es que dicho reglamento no llegó a desarrollarse, lo que se está haciendo en este mandato con la creación de un Gabinete de Normalización Lingüística que se encargará de desarrollar el valenciano como lengua propia de todos los expedientes municipales, entre otros cometidos.

El alcalde dijo por último sobre la denominación con la tilde abierta o cerrada que «cuando me pongo malo voy al médico, cuando me quiero hacer una casa voy al arquitecto, en culturas muy atrasadas hay brujos, pero normalmente en Europa la ciencia la depositamos en las universidades y en Valencia tenemos la suerte de que la AVL tiene personas expertas en el tema y el apoyo estatutario y mayoritario».

Normas de Castellón

Esa unanimidad no se consiguió con el siguiente punto, referido a la petición para que las Normas de Castellón de 1932 sean declaradas Bien de Interés Cultural. El PP y Ciudadanos se abstuvieron a que se proteja de esta manera el sistema de pautas que desde 1932 regula la ortografía correcta del valenciano.

Durante el debate, la concejala de Ciudadanos Amparo Picó destacó que su grupo no podía aprobar la propuesta porque «las normas no dependen de los políticos. Esta declaración supondría la paralización de la evolución dinámica de la lengua, por definición un organismo vivo y cambiante, favoreciéndose el bloqueo de su desarrollo, así como la inclusión de nuevas palabras».

Por su parte, la concejal de Servicios Sociales, Consol Castillo, dijo que «los hablantes deben seguir unas normas; las lenguas evolucionan, pero no anárquicamente. Las Normas de Castellón fueron un marco de acuerdo lingüístico tan útil que resistió 40 años de dictadura».

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