Dos lenguas, dos denominaciones
El Ayuntamiento de Valencia no puede ir contra la Constitución y el Estatuto para acabar con el nombre castellano de la ciudad
las provincias
Jueves, 28 de julio 2016, 12:35
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Valencia es una comunidad culturalmente rica. Disponer de una lengua propia, el valenciano, la convierte en un territorio con dos idiomas, como Galicia, el País Vasco, Cataluña o Baleares, las comunidades bilingües de España. Desplazada durante el franquismo al ámbito estrictamente familiar y al de las fiestas pero sin presencia en la educación, la lengua valenciana inició una fase de recuperación a partir de la aprobación del Estatuto de autonomía, que dio pie a que comenzara a enseñarse en los colegios. Desde entonces, desde la famosa Llei dÚs i Ensenyament del Valencià se ha avanzado mucho, a veces cometiendo excesos y errores y sin que llegue a cerrarse la polémica sobre la normativa que debe aplicarse, pero con evidentes logros y con una relativa normalización en cuanto a su implantación en las actividades diarias de los ciudadanos.
No obstante, la realidad sociológica de la Comunitat Valenciana tiene poco que ver con la de Cataluña, aunque algunos de los actuales dirigentes políticos de la Generalitat y del Ayuntamiento se empeñen en mirar constantemente a Barcelona. En la mayoría de pueblos y ciudades valencianas se vive con normalidad un bilingüismo que la mayoría considera enriquecedor, no disgregador. Tampoco se debe intentar extraer una imagen uniforme de lo que ocurre en la Comunitat, pues mientras en algunas comarcas el valenciano es la lengua habitual, la más hablada, en otras apenas se utiliza, es prácticamente residual. En el caso de la ciudad de Valencia, su presencia, su uso, no es ni mucho menos mayoritaria, teniendo en cuenta la emigración recibida tanto de nacionales como de extranjeros.
Toda esta radiografía no ha sido tenida en cuenta por el Ayuntamiento de Valencia a la hora de impulsar una inciativa que como poco habría que calificar de innecesaria e inoportuna, fuera por completo de las preocupaciones y las prioridades de unos vecinos mucho más interesados en que se resuelvan problemas tangibles y reales, como la limpieza de las calles. Pretender que el nombre oficial de la ciudad pase a ser València en lugar de Valencia es la demostración de que para el alcalde nacionalista Joan Ribó lo primero, lo prioritario, lo urgente, es cumplir con un programa de inmersión lingüística e identitaria, a imagen y semejanza de lo que Convergència comenzó a hacer en Cataluña hace más de tres décadas.
Valencia, la ciudad, como todo el Reino de Valencia, es bilingüe, orgullosa tanto de un patrimonio propio y diferenciado -el valenciano- como de poder emplear una lengua como es el castellano, común con el resto de los españoles y con los millones de habitantes de Latinoamérica. Esta doble riqueza viene no sólo reflejada sino amparada legalmente por la Constitución española de 1978 y por el Estatuto de autonomía de 1982, normas cuyo rango está muy por encima de cualquier reglamento municipal, lo aprobara quien lo aprobara. No se puede por tanto convertir la cooficialidad en una supremacía excluyente, no se puede transformar el valenciano en lengua única de la ciudad de Valencia, no se puede abrazar un nacionalismo antiespañol que lo mismo que un día suprime la interpretación del himno nacional, esconde la bandera rojigualda o arrincona al Ejército, otro día acaba con una denominación -Valencia- que tiene siglos de historia, que identifica a miles de valencianos y que hace reconocible a la capital en todo el mundo.
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