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Sábado, 12 de enero 2008, 02:42
El Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana terció ayer en la polémica suscitada a partir de la sentencia del Tribunal Supremo que obliga al Consell a revertir el Teatro Romano de Sagunto al estado que tenía antes de la desafortunada rehabilitación de Grassi y Portaceli. Y lo hizo para advertir del riesgo que el cumplimiento del fallo judicial supondría para el monumento, que, según el decano del Colegio, quedaría "inservible". No obstante, este organismo reconoce que la intervención arquitectónica nunca debió hacerse como se hizo, aunque a estas alturas, tras diecisiete años de litigios y con varias sentencias en contra de las obras, resulte innecesario decirlo.
La advertencia del Colegio de Arquitectos parece primar en exceso el concepto utilitarista de un monumento histórico único, como el Teatro Romano, tal vez sin pararse a pensar en que su mayor valor es en sí mismo el edificio, sin que esto signifique ni mucho menos renunciar a darle un uso. Otros teatros romanos, escrupulosamente restaurados, que no reconstruidos, han sabido combinar sabiamente el respeto a la obra histórica con una programación estable. Pero, además, el Colegio de Arquitectos no debería olvidar que la sentencia del Tribunal Supremo -como cualquier pronunciamiento judicial- es de obligado cumplimiento. Guste o no guste.
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