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Estatua del rey Jaume I en el Museo del Ayuntamiento de Valencia.
De cómo fue engendrado el rey don Jaime
Any jaume I

De cómo fue engendrado el rey don Jaime

Una historia picante para el centenario

PPLL

Sábado, 2 de febrero 2008, 09:08

Tranquilícense los pudibundos, pues todavía no me he incorporado a la ola del erotismo al uso. Cierto es que la historia de la que me voy a ocupar no es para ursulinas, de las de antes, y hasta podría servir de tema para una película con "destape", de las de ahora, aunque no acierto a imaginar cómo podría realizarse, ya que buena parte de su acción habría de transcurrir a oscuras. Sin embargo, la historia del engendramiento del rey don Jaime cuenta con ilustre bibliografía documentada con los testimonios de autores insignes. El mismo título que he utilizado, fue usado ya por Timoneda para aquel romance que empieza:

'

Conocido este comienzo, conocido el problema. El rey era don Pedro, la reina doña María de Montpellier y ambos habían de ser, del modo que luego se verá, los padres de Jaime el Conquistador. No se presentaba fácil la operación. Ignoro si el matrimonio fue consumado a su tiempo, pero consumado o no, se sabe que el buen rey huía de la reina como Mahoma del tocino y "no le pagaba la deuda que tenía obligación".

Noto que estoy bordeando el vodevil y aún no he empezado. Los nuevos historiadores, atentos sólo a las estructuras socioecónomicas, desdeñan estas cosas. Ellos se lo pierden. Por lo demás, el cuento que cuento es tan cierto que el mismo don Jaime no lo desconocía. Don Jaime dice en su crónica que su padre fue muy cortés y su madre fue una santa que incluso obró milagros, después de muerta, sanando a enfermos que bebían raspaduras de la piedra de su sepulcro disueltas en agua o en vino.

Bien: don Pedro sería muy cortés y doña María sería una bendita, pero no había manera de concertarlos en el tálamo real, con toda la trascendencia que ello tiene tratándose de tálamos reales. Don Jaime lo dice: "Nostre pare, lo rey en Pere no volía veser nostra mare la reina". Hasta que sucedió que en cierta ocasión don Pedro estaba en Lates y doña María en Miravals y fue al rey un noble llamado Guillén de Alcalá que a fuerza de ruegos y más ruegos le decidió a cumplir. Concluye don Jaime: "E aquela nuyt que abdos foren a Miravals, volch Nostre Senyor que Nos foren engenrats." Innecesario es añadir que aquella noche se decidió la suerte de la Valencia musulmana y la de sus mozárabes, cuyo idioma tanto nos turba ahora, ocho siglos después.

No parece que fuese todo tan sencillo. El rechazo del rey hacia su cónyuge debió de ser fortísimo y no sabemos por qué. La frivolidad publicitaria de nuestro tiempo, suele cargar el acento, en estas materias, sobre los olores corporales, ya del sobaco, ya del aliento. "Los hombres se alejaban de ella -dice-- hasta que usó el desodorante tal o el dentífrico cual." Pero aquella edad heroica de los paladines no debía de pararse en remilgos y lo ignoraba todo en materia de clorofilas. Deduzcamos, pues, simplificando, que uno para otro no serían, como se suele decir, la horma del zapato.

El famoso cronista Montaner nos legó una visión más coloreada del caso, ilustrada con datos abundantes. Hela aquí. La desolación de la reina por la soledad del tálamo era inmensa, pero no se vaya a pensar mal. El romance lo explica muy bien:

No era, pues, concupiscencia lo que la movía, sino la suprema razón de Estado; pero la líbido de don Pedro marchaba por otros derroteros, con lo que a la desolación de la reina se sumaba la del pueblo.

Cuenta Montaner en su crónica: "Lo dit senyor rey en Pere, qui era jove, com la pres per escalfament que hach de altres gentils dones, estech que no torná ab la dita madona dona María de Muntpeller, ans venía alcunes vegades a Muntpeller que no sacostava a ella; de que eren molt dolents e despagats tots los lurs sotmesos e assenyaladament los prohomes de Muntpeller..." Y la Reconquista, en el alero.

¿Qué podían hacer? Lo que sigue es del más puro Decamerón y anduvo en lenguas y en papeles durante siglos. El italiano Bandello compuso con el suceso una de sus novelas titulada: "Inganno della reina d'Aragona al rey Pietro, suo marito, per aver da lei figliuoli." O sea: "Engaño de la reina de Aragón al rey Pedro, su marido, para tener hijos de él."

La situación era dramática:

Casi, rogativas públicas "ad petendum conjugium". Fueron escuchadas. Según Montaner, sucedió que el señor rey perdió el seso por una moza de Montpellier, y que iba haciéndole la rueda con las tonterías propias del caso, y los prohombres de Montpellier propusieron a un valido del monarca -seguramente aquel Guillén de Alcalá que se había especializado, por lo que se transluce, en allanarle el camino hasta las damas de sus ansias- un insólito negocio. "Sabemos, le dijeron, que sois privado del señor Rey y que estáis enterado del amor que tiene a cierta señora, y que vos trabajáis para que lo logre. Por lo cual os rogamos -y le ofrecieron copiosa recompensa- que le digáis que habéis conseguido que esa señora venga secretamente a su cámara, pero que no quiere que haya luz, para no ser vista de nadie. Y de todo esto recibirá el rey gran placer. Y así que él esté acostado y se hayan retirado los de su corte, vendréis todos aquí al Consulado de Montpellier, y estaremos allí los doce cónsules, y entre caballeros y otros ciudadanos tendremos otros diez de los mejores de Montpellier y de su baronía, y estará allí la reina doña María con doce dueñas de las más honradas de Montpellier; e irá con nosotros ante el dicho señor Rey, y vendrán con nosotros dos notarios, los mejores de Montpellier, y el oficial del obispo y dos canónigos y cuatro buenos religiosos; y cada hombre y cada dueña o doncella traerá en la mano un cirio, el cual encenderán cuando la dicha reina doña María entre en la cámara con el señor Rey. Y a la puerta de dicha cámara estarán todos juntos hasta el amanecer, en que abriréis la cámara. Y él se maravillará y nosotros contarle hemos todo el hecho y mostrarle que la que tiene al lado es la señora doña María, reina de Aragón, y que tenemos fe en Dios y en la Virgen que aquéllos engendrarán tal fruto del que Dios y todo el mundo queden pagados. Acaso Montaner exagerara, pero sus palabras son esas.

Se realizó lo pactado. Se oficiaron misas en Santa María de Vallvert y en Santa María de les Taules, que no sé si guarda relación con "les taules" que hay ahora por ahí con eso de la nueva democracia. También se ordenó a los vecinos que velasen diciendo oraciones, "mentre la regina sería ab lo senyor rey", y que ayunaran a pan y agua la víspera.

La noche de autos, fueron, allá nobles, notarios, abades, damas y doncellas con los cirios correspondientes y se estuvieron arrodillados todos en la antecámara regia mientras dentro se cumplía el resto del programa. Debió de ser la obra de todo un pueblo que la cantó en coplas legendarias y la registró en crónicas. Todavía Lope de Vega tomó el tema para una de sus comedias, en la que pondera "el justo y piadoso trueco", y el romance pudo concluir felizmente:

Un gran rey, sí. En su centenario estamos.

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