El descanso del guerrero
Los monjes de Poblet custodian los restos de Jaume I, que reposan en el monasterio junto a una docena de reyes catalano-aragoneses
E. PÉREZ
Sábado, 2 de febrero 2008, 09:08
Decenas de monjes, formados en dos filas, salen por la Puerta Dorada del Monasterio de Poblet. Es una procesión triste. Llega un rey muerto. Es Jaume I, el Conquistador, que en los últimos años de vida dejó la corona para vestir el hábito blanco de los monjes cistercienses. Su predilección por Poblet tal vez responda a que en sus muchas incursiones siempre ha ido acompañado por el abad cisterciense, su confesor. Un caballo carga la armadura del rey y el chocar del metal hace ladrar a los perros, lo que añade mayor dolor y dramatismo al momento. Es práctica antigua en los monjes cuando se enfrentan a un enterramiento de reyes.
Los cistercienses de Poblet son los guardianes de los restos de Jaume I. Lo han sido durante siglos de todos los reyes catalano-aragoneses, desde que su abuelo, Alfonso I, ordenara la construcción del monasterio tarraconense. El ex prior de Poblet, el Padre Francesc Tulla, explica que los cuerpos de 14 reyes y reinas descansan en el panteón real, construido sobre dos arcos elevados en el acceso al altar mayor. Es, junto a todo el conjunto arquitectónico de Poblet, lugar habitual de peregrinación de muchas personas, que incluso portan ofrendas al rey Conquistador.
La rutina de los cistercienses, concentrados en la oración y el cuidado de sus cultivos -"nuestra vida es la liturgia, la palabra del Señor", subraya el Padre Tulla-, se trunca más si cabe estos días en los que comienzan las celebraciones del octavo centenario del nacimiento de Jaume I.
Las peticiones de visita se multiplican, y entre ellas las de muchos medios de comunicación que quieren conocer el lugar donde reposan los restos del monarca.
Pero su morada entre los sólidos muros de Poblet no ha sido siempre en paz. Durante la desamortización de inicios del siglo XIX (1835), según rememora el Padre Tulla, que llegó a la orden en 1947, el monasterio sufrió saqueos y las tumbas se profanaron.
Los huesos de los reyes se esparcieron por el suelo. Fue la labor de Mossén Serret, a quien hoy recuerda este veterano cisterciense -de los de mayor antigüedad en el convento-, la que permitió que los restos reales superaran el trance. Uno a uno los recogió "y los emparedó en la capilla". Años después, en 1843, viajaron a la catedral de Tarragona, donde descansaron en un panteón real hecho ex profeso.
El ex prior de Poblet -dejó el cargo el año pasado- fue testigo del regreso de los restos de los reyes de la Corona catalano-aragonesa. Fue el 4 de junio de 1952, una vez que se restauraron los sepulcros, una obra de la que se encargó el escultor Federico Marés. Ese día, los monjes salieron en procesión para recibir la real comitiva, tal y como antiguamente hacían cuando se les entregaban los cuerpos de reyes muertos.
Pese a ser los custodios de los restos de Jaume I, el Padre Tulla asegura que la orden vivirá la jornada conmemorativa con normalidad, al igual que el resto del Any Jaume I, aunque la Generalitat catalana ha organizado una celebración en el monasterio de Poblet para la primavera, según apunta. Una de las guías de las visitas, no obstante, confiesa que para ellas sí será especial, aunque sólo sea por el interés que muchos de los visitantes pongan en la figura de Jaume I.
La gran cruzada
Pero antes de encarar su última batalla, el Conquistador se embarcó en una cruzada en Tierra Santa. Tras ganar terreno en el flanco mediterráneo, la máxima gesta a la que podría aspirar un hombre formado como guerrero y cristiano era intentar liberar los Lugares Sagrados ante el empuje musulmán creciente. Más de un centenar de naves partieron de Barcelona hacia Oriente. Pero la suerte, o la desgracia, hizo que una tempestad desbaratara los planes del rey. La mayoría de las naves regresaron a puerto y con ellas las esperanzas de liberar Oriente, aunque tal vez fuera un alivio para un rey anciano: ya tenía 61 años y sobre sus espaldas pesaban 56 de ellos de reinado.
Revuelta
Pese a su edad, el rey tuvo que acudir en auxilio de los suyos en los territorios al sur de Valencia. La revuelta musulmana encabezada por el caudillo Al-Azraq en las actuales tierras de la Marina amenazaba la seguridad y el propio rey tuvo que acudir a la zona para intentar sofocarlos.
No fue tarea fácil. Las revueltas arrancan en 1247 y no acabarán hasta 11 años más tarde. Pero la salud del rey ya es débil. En una estancia en Alzira comienza a sentirse enfermo y toma la decisión de abdicar en su hijo y retirarse al Monasterio de Poblet para vivir sus últimos días.
No es inusual en época medieval que los reyes decidan vestir los hábitos en sus últimos años, tal vez para expiar posibles penas.
Pero Jaume I no llegó a tiempo. Murió de camino a Valencia. Tenía 63 años y un importante legado dejado a los valencianos, por el que hoy todavía se le recuerda.
Creó el Reino de Valencia y lo dotó de leyes e instituciones propias, independientes de la Corona de Aragón, algo que no agradó a los nobles de la zona que aguardaban el día de incorporar bajo su dominio todas las conquistas de Jaume I. Además impuso un sistema propio de pesos y medidas, diferenciado de otros territorios de la Corona.
El 21 de mayo de 1239, en Xàtiva, el rey firmó un documento de capital importancia. Por él se confería a la ciudad de Valencia su primera ley propia. En virtud de él se crean las instituciones del Justiciazgo Civil y Criminal y la Cámara de los Jurados.
Un grupo de sabios, encabezados por el obispo de Huesca, Vidal de Canellas, recopiló los usos y normas de aplicación a Valencia y el resto de territorios incorporados a la Corona en el Costum, un código que se completó en la segunda mitad de febrero 1240. El documento es la mejor muestra de que el Reino de Valencia es independiente de Aragón, Cataluña y Mallorca. Estas normas, posteriormente (1251), se revisaron en els Furs.
Las Cortes valencianas celebraron en 1261 su primera sesión, en la que el rey juró respetar y hacer respetar el ordenamiento jurídico valenciano. Los habitantes del Reino, además, disponían de monena propia. Utilizaban los reales (al igual que en Mallorca), una moneda que creó Jaume I y que la diferencia de la habitual en Cataluña, el tern.
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