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M. A. FERREIRA
Domingo, 3 de febrero 2008, 11:11
Nueve minutos pasan de las ocho de la mañana. Los primeros rayos de sol iluminan la torre del Miguelete. Sus once campanas empiezan a redoblar. Valencia, al compás de las notas del concierto Sons d'Epifania, despierta a un nuevo día, el que inaugura 365 jornadas de conmemoraciones en honor a Jaime I.
Por delante, dieciséis horas continuas de festejos organizados por la Generalitat Valenciana para celebrar que ayer, 2 de febrero, pero de 1208 nació en Montpellier Jaime I, el fundador del Reino de Valencia. En el programa: música, actos religiosos, fuegos artificiales, danza y teatro.
En pocas ocasiones Valencia ha asistido a un espectáculo similar en honor de un personaje histórico clave en el devenir de la ciudad. Uno de ellos se celebró el 28 de julio de 1886. También tenía como centro de atención la figura de Jaime I. Por las calles de Valencia discurrió una gran cabalgata histórica que simulaba la entrada del monarca a la ciudad. Detrás de ella, en la que participaron grupos ataviados de caballeros, obispos y monjes, la comitiva municipal portaba la espada del rey Jaime, las llaves de Valencia y la senyera.
Ayer, la jornada festiva comenzó en las alturas. Las campanas de una veintena de iglesias unieron sus tañidos en un único son, el creado por el compositor valenciano Llorenç Barber para la ocasión. "Las he escuchado al salir de casa, vivo en la zona de Campanar, y me ha parecido muy bonito". Al pie del campanario de la catedral, en la plaza de la Reina, pocos comerciantes escucharon las notas. Muchos negocios aún no habían subido la persiana, y en algunos no tenían muy claro qué sucedía exactamente. "¿Qué es lo que hay ahora?", preguntaban en una administración de lotería.
Lo que venía, tras romper el alba, era el tedeum celebrado en la Catedral de Valencia en honor del rey. Conforme pasaban las horas, los turistas comenzaban a arremolinarse en torno a la seo, que el monarca ordenó levantar en el lugar que ocupaba la mezquita mayor de Valencia durante la época islámica.
La catedral valenciana se llenó de público para asistir al canto del himno de acción de gracias, interpretado por tres coros y cuatro solitas con el apoyo musical de la Orquesta de la Generalitat. En ese mismo lugar, pero un 10 de octubre de 1238 (un día después de entrar en la ciudad), el rey Jaime I bendijo el anterior templo y, con un pequeño altar que llevaba en sus campañas, celebró una misa.
Tras una hora de ceremonia, las campanas del Miguelete volvieron a resonar al compás del tedeum y los asistentes a la celebración litúrgica comenzaron a arremolinarse en torno a las autoridades que asistieron al acto, encabezadas por el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que a duras penas podían abrirse paso entre la multitud.
Entre fotos, besos, saludos, vítores y piropos, la comitiva -concejales, consellers y diversas autoridades- avanzó a pie hasta el Ayuntamiento, al igual que sucede en el 9 de octubre, el día grande de la Comunitat. "¡Presidente, a por el agua, por el Ebro!", animaba una mujer al jefe del Consell. "Mira, la alcaldesa, esa señora del pañuelo blanco, luego la verás por la tele", comentaba un padre a su hija mientras señalaba a Rita Barberá.
Al paso de la comitiva los viandantes se paraban sorprendidos. "¡Ya vienen!", "¿Puedo ponerme a su lado?, mi marido está grabando en vídeo", decía una mujer al presidente Camps. En la esquina del Ayuntamiento, un improvisado aplauso recibió a los representantes del Consell y el Consistorio, que subieron a un salón del Ayuntamiento donde, como no podía ser menos, degustaron horchata, fartons y chocolate.
La música y los fuegos artificiales fueron parte importante en la conmemoración del 800 aniversario del nacimiento del rey Jaime, como no podía ser de otra forma en el pueblo valenciano, en cuyas celebraciones siempre se encuentra parte del espíritu festivo que llega desde el Mediterráneo.
El acto central de la jornada comenzó con una concentración de 20 bandas de música -cuatro menos de las previstas inicialmente- en los alrededores de las torres de Serranos.
Cerca de 600 músicos, enarbolando sus estandartes y banderas, iniciaron el desfile musical por distantas calles de la ciudad, partiendo desde la antigua puerta de Serranos, por otro lado antigua entrada a la Valencia amurallada.
Los intérpretes ofrecían sus composiciones musicales, unas con tiempo de desfile y otras a ritmo más festivo, ante la sorpresa de los viandantes, que con rostros atónitos no sabían a que se debía el desfile.
"Es bonito y alegre, pero ¿por qué es esto?, señaló Francisco Solaz, de la calle Caballeros, al que se tuvo que explicar que se estaba conmemorando el nacimiento del rey Jaime I hace ocho siglos.
El desfile por la ciudad fue deslucido, sobre todo porque las agrupaciones musicales -integradas por 20-30 músicos-, apenas llenaban las calles.
Todas las bandas de música fueron finalizando su participación en la fiesta concentrándose frente al Ayuntamiento para interpretar al unísono el Himno Regional bajo la dirección de Manuel Romero Bru, el director más veterano entre los reunidos y perteneciente a la Sociedad Musical Poblats Maritims. Numerosos valencianos quedaron sorprendidos al contemplar, durante los desfiles, la ausencia de la Banda Municipal de Valencia.
Fallos de organización
En la organización de los actos, llamaron la atención dos errores que cometieron los responsables del evento. Primero, colocar a los músicos de espaldas al balcón principal del Ayuntamiento y el podio del director frente al balcón, cuando la lógica dice que tienen que estar frente a las autoridades.
Sin embargo, el error que pasará a la historia es el que se produjo cuando alguien le dijo al maestro director que interpretara el Himno Sigue en la página 4 Viene de la página 3
Regional sin estar presentes las autoridades, que esperaban ser avisadas en el salón del Chimenea del Consistorio.
Por supuesto, las notas musicales del Himno Regional, del maestro José Serrano, llegaron al interior del Ayuntamiento y como una exhalación salieron corriendo los invitados y las autoridades encabezadas por el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y la alcaldesa Rita Barberá, con rostros contrariados, a escuchar un himno que hacía minutos estaba sonando con el balcón vacío. Toda una falta de coordinación, que sorprendió a los medios informativos que cubrían el acto e inclusive al personal del Ayuntamiento.
El colofón a los actos matinales lo puso la empresa pirotécnica de Vicente Caballer disparando una mascletá a color, de 120 kilos de masa explósiva y sin fueo aéreo, que impregnó a las cerca de 10.000 personas asistentes alrededor de la plaza del Ayuntamiento con el clásico sabor agridulce de la pólvora festiva. La mascletá, duró cinco minutos, y fue ampliamente aplaudida.
Por la tarde, las calles del centro de Valencia se volvieron a llenar de música y espectáculo con un desfile conmemorativo en el que no faltó la música de tabal i dolçaina, instrumentos por antonomasia que merecen el título de tradicionales de los festejos típicos valencianos, junto a las danzas y una amplia representación de la Germandat de Cavallers de la Conquesta de Castellón, cuyo desfile cerraron los históricos personajes del rey Jaime I y su esposa Na Violant d'Hungria.
A la hora prevista, y con una aceptable asistencia de público la cabalgata del aniversario, encabezada por la Policía Local de Gala montada a caballo, partió de la puerta de Serranos, más exactamente desde la plaza de los Fueros, para recorrer la calle de Serranos, Cableros, plaza de la Virgen, plaza de la Reina y por San Vicente lletar hasta la plaza del Ayuntanmiento donde finalizó.
Caballos
Los asistentes aplaudieron el curioso desfile de los 25 caballos ilustrados de Nuevo Centro que representan al complejo comercial, de diseño vanguardista, a los que siguieron más de 350 y un centenar de , procedentes de diversas asociaciones de Alicante, Castellón y Valencia, coordinados por la Federación de Folclore de la Comunidad Valenciana, que preside Manuel Camarasa.
La sorpresa para algunos espectadores vino cuando ante sus ojos desfilaron casi un centenar de componentes de la de Castellón, con sus grupos de percusión, cerrando los personajes del rey Jaime I y su esposa Na Violant d'Hungria. Tras ellos, nuevamente, una colla de puso final a la cabalgata que casi se enlazó, por cuestión horaria, con otro llamativo espectáculo como fue el correfocs, de la mano de Xarxa Teatre, que empezó con un cuarto de hora de retraso. Numeroso público se concentró en su recorrido para contemplar la conjugación de una representación teatral en movimiento, con las luces de los efectos pirotécnicos y la música.
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